Era una cálida mañana, Argentina dormía plácidamente sin interrupciones. Estaba cómodo, nada podía perturbarlo.
Nada excepto por-
"¡Pa! ¡Levántate!" Era el pequeño Rusia subiendo por las sábanas para acercarse a él. Argentina en seguida se puso alerta y se encorvó para agarrar al pequeño niño.
"¡Ru, te dije que cuidado con la cama! ¡Te podes golpear, boludo!" Mientras gritaba, arrullaba al pequeño entre sus brazos. Rusia no reaccionó ante sus gritos, sólo se acomodó mejor en la cama. Argentina no pensó en discutirlo, Rusia tenía fascinación con dormir junto a él en la gran cama, aunque no siempre lo hacían por unos temas... a veces la cama estaba muy ocupada para cargar con tres personas.
URSS era gigante, y las cosas que hacía por la noche no eran aptas para niños, por lo que Rusia no podía estar siempre durmiendo junto a ellos. Argentina notó que la familia soviética siempre crecía, siempre, incluso el mayor de frangas rojas lo hacía a menudo.
"¿Y tu padre?" Preguntó Argentina en un momento en el que Rusia ya se había preparado para dormir.
"En la cocina." Respondió con voz cansada. Argentina le dio un beso en la frente y se aproximó a la cocina.
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Argentina no era el padre de Rusia, claro que no, pero debía cuidarlo. Él se encargaba de cuidarlo a cambio de refugio. Las provincias argentinas aún eran tan pequeñas que gateaban, no podían caminar, y se las pasaban en los brazos del pequeño Ucrania.
La URSS fue muy amable, demasiado para creerlo, pero la condición de comida y hogar era cuidar el sus hijos. El hombre de rojo siempre trabajaba y las pocas horas del día que estaba era por la mañana, cuidando de sus hijos dormidos.
Si es la niñera ¿Qué hacía durmiendo junto a él?
Pasaron cosas...
Todo comenzó con un pequeño beso, uno muy inocente. Un pico. Argentina estaba barriendo en ese entonces, y de la nada el soviético lo agarró de las caderas y lo encaró. Fue muy atrevido, pero eso le gustó al albiceleste. Su bandera de cielo se tornó roja y las cosas atrevidas fueron repitiéndose hasta llegar al punto de acostarse juntos.
Okey, pasaron varias cosas.
Argentina llegó a la cocina y lo primero que vio fue la gran espalda del hombre abrigado con una ushanka. Se acercó sigilosamente por detrás y lo abrazó. El primer instinto de URSS lo hizo sobresaltar, como un animal en alerta, pero al ver que era Argentina se calmó y aceptó el dulce abrazo.
El albiceleste se paró de puntitas de pie para alcanzar sus labios y lo besó.
Fue algo mágico.
URSS aceptó el beso y lo agarró de las caderas, levantándolo levemente hacia arriba. En un movimiento brusco, lo jaló hasta dejarlo acostado contra la mesa de la cocina.
"¡Che!" Argentina chilló.
"¿Qué pasa, solcito?"
"Acá... nos pueden ver los nenes."
"Está durmiendo, no te preocupes." Su voz con acento marcado sonó sensual, tan brusca y tosca que hizo estremecer a latino.
Este abrió sus piernas y dejó que las grandes manos lo agarraran de los muslos, subieran y bajaran, todo en un ritmo lento. Sus bóxer fueron bajados, sus pantalones quedaron a sus rodillas y su piel desnuda lo dejó a la merced del soviético.
URSS, sin ningún tipo de pudor, bajó sus pantalones lo suficiente para que su virilidad sobresaliera.
Alineó su pene en la entrada rosada y la metió sin ningún tipo de preparación porque anoche, tuvieron un de esas noches alocadas y el albiceleste y estaba preparado.
"¡Oh!" La boca de Argentina se redondeó como una perfecta O, haciendo que los gemidos salieran perfectos como el canto de un pájaro.
Las embestidas de URSS no eran calmas, eran feroces y consecutivas. Era violento, tanto que el chapoteo entre los cuerpos generaban palmas.
"¡Mierda, Argie!"
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