"Los encuentros más importantes ya han sido planeados por las almas... Antes incluso de que los cuerpos se hallan visto"
Terence Graham-Banner vio la luz en este mundo un 5 de mayo de 1984, en la ciudad de Nueva York, hijo único de la famosa escritora de novelas románticas, Elizabeth Banner y el magnate inglés de la construcción, Richard Graham.
Sus primeros años de vida, los pasó al lado sólo de su madre, pues el era fruto de una relación extramarital, pero por azares del destino Richard Graham enviudó teniendo así la oportunidad de rehacer su vida al lado de la mujer a la cual realmente amaba y que le había dado la dicha de ser padre, formando así una feliz familia.
Sucedió en uno de los viajes que hacían para convivir con su familia paterna en Inglaterra cuando se avisó de una subasta del difunto afamado actor Terrence Graham, duque de Grandchester. Por mera curiosidad, Richard decidió acudir a dicha subasta en compañía de su vástago intrigado ante el nombre tan parecido que compartían su hijo y el excéntrico duque.
Pero cual sería su sorpresa al ser víctima de una rabieta por parte de su hijo, quien en cuanto vió una vieja armónica de plata la exigió de forma vehemente. Pero cual sería su sorpresa al ver que en cuanto su hijo la tuvo en sus manos, tocó aquella triste canción escocesa que desconocía como era posible que su hijo la dominara.
Fue entonces cuando los sueños comenzaron, una hermosa rubia de cabello rizado corriendo por unas interminables escaleras; una risa cantarina y un par de ojos verdes, refulgentes como brillantes esmeraldas y una dulce sonrisa que parecía ser solo para él.
-¿Te gusta la nieve?- la voz de aquella hermosa anciana de ojos azules sacaron de su ensoñación al pequeño Terry, la señorita Andrey le dirigía una dulce sonrisa.
Era la cena anual de la empresa de su padre, en la que el personal más allegado y socios del consorcio eran invitados a la majestuosa mansión Graham a las afueras de Nueva York. La familia Andrey tenía algunos negocios con su padre y era habitual el que la familia asistiera a dicha celebración.
-No mucho- respondió Terry- ¿Sabes? Hace mucho tiempo cuando yo era mayor conocí a alguien que se llamaba como tú, pero no la he vuelto a ver.*
-Tal vez si pides con mucha fuerza el deseo de volver a verla, por fin decida aparecer- esbozó con una dulce sonrisa, la señorita Andrey.
El pequeño Terry miró largamente por el ventanal, nada perdería con pedir aquel deseo que por alguna extraña razón, en el fondo de su corazón, sabía que por fin compartirían el mismo espacio.
-Nunca olvides esta fecha pequeño, siempre recuerda el 20 de diciembre como el día en el que los sueños se hacen realidad-Candice Andrey acarició dulcemente la mejilla del castaño y se dirigió al gran salón.
Los años pasaron y Terry había olvidado aquel episodio. Se graduó con los más grandes honores de la universidad de Cambridge como arquitecto, y de igual manera se especializaba en administración, pues sabía que tarde o temprano el estaría al frente del consorcio familiar.
A su regreso a Nueva York, mientras caminaba tranquilamente por el central park fue que conoció a la que sería su novia por muchos años, Susannah Marston, una hermosa rubia, de ojos azules y sonrisa agradable, fue su tenacidad lo que cautivó a Terry, pues Susannah debía luchar por hacer valer su inteligencia por encima de su aspecto físico.
A pesar de su comportamiento afable y del éxito obtenido, a Richard y Elizabeth no terminaba de agradarles, había algo que su intuición paterna hacia que siempre estuvieran en guardia.
Y fue precisamente aquel fatídico accidente que mostró el verdadero rostro de la ojiazul, al enterarse de que su ahora prometido por alguna extraña razón se encontraba inválido y solo era cuestión de un milagro que volvieras caminar decidió dar por terminado aquel compromiso, sin importarle que Terry aún estaba hospitalizado.
-Lo siento tanto Terry, pero no puedo seguir adelante-dijo la altiva rubia mientras miraba por el ventanal de aquella habitación privada mientras Terry la miraba sin comprender- sé lo importante que es para los ingleses su palabra de caballeros, así que te la devuelvo, cuando regreses a tu apartamento ya mis cosas no estarán. Te deseo lo mejor.
La rubia se acercó al buró y dejó sobre el, aquel diamante amarillo bellamente engarzado en oro blanco que resaltaba la brillantez de tan singular gema.
Nota de la autora: * esto hace referencia a qué algunos niños son capaces de recordar parte de su vida pasada.
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En esta no
Fanfiction" Cuando una historia de amor es bonita, jamás termina... se hace leyenda" Los personajes de Candy Candy y su descripción pertenecen a sus autoras originales Kiōko Mizuki y Yumiko Igarashi, yo solo soy dueña dela historia basada en ella.