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El viento gélido de Tokio acariciaba con delicadeza el rostro de Jake, un joven de veintidos años cuyo porte sereno contrastaba con la intensidad de sus ojos azules

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El viento gélido de Tokio acariciaba con delicadeza el rostro de Jake, un joven de veintidos años cuyo porte sereno contrastaba con la intensidad de sus ojos azules. En lo alto de un puente, se erguía con una elegancia natural, como si estuviera en perfecta armonía con el paisaje urbano que se desplegaba ante él; una maraña de rascacielos que se alzaban desafiando al cielo y el río que serpenteaba bajo su mirada.

A pesar de haberse criado entre los paisajes bañados por el cálido sol de Australia había encontrado un nuevo hogar entre las calles concurridas y vibrantes de Tokio. Era asistente en el Departamento de Enfermería de la Universidad local con una beca casi completa.

Aunque en la actualidad su vida parecía menos perfecta de lo que hubiera pesando cuando abandono su país y su familia.

El estruendo de la ciudad quedaba atrás mientras él se sumergía en sus pensamientos, acompañado únicamente por la soledad. El sol del mediodía iluminaba su piel, y la brisa llevaba consigo sus suspiros, creando una melodía solitaria en el silencio del puente, como si la ciudad misma guardara sus secretos.

Jake sostiene el gimbap rectangular en su mano, observándolo con atención antes de desenrollarlo lentamente. Se sorprende al verlo, maravillado por la capacidad de su sistema digestivo de seguir sintiendo hambre a pesar de todas las dificultades. Realmente desearía poder probar una buena comida, una que no solo distraiga su estómago por una horas, sino también su alma hambrienta de confort y consuelo.

"Mamá, papá... Por favor, perdonen a este hijo pecador. Si ser gay es un pecado, les juro que estoy pagando por ello", murmura entre sollozos, sus palabras apenas audibles mientras se seca las lágrimas con el dorso de la mano. Se mete el gimbap triangular en la boca, buscando alguna forma de calmar el vacío que siente en su interior.

Los recuerdos de su infancia lo asaltan con frecuencia últimamente. Desde que era joven, su madre era una persona inusual que no dudaba en castigarlo cada vez que se dejaba influenciar por los demás. Si ella supiera que ahora estaba cayendo en la desesperación porque un hombre que creyó que lo amaba le había robado el pasaporte para pedir préstamos privados y le había despojado del dinero de la matrícula, ni siquiera diez vidas serían suficientes para salvarlo del juicio implacable de su madre.

"Chris..." murmura, dejando que un deje de nostalgia se filtre en su voz. Pero antes de que pudiera contenerse, la ira lo envuelve y se desata sin control. "¡Eres un... un...! ¡Hijo de puta!" grita con furia, permitiendo que la amalgama de emociones burbujee a la superficie.

Su ex amante, con quien compartió seis meses de su vida, lo había dejado en una situación desesperada. Christopher no solo le había arrebatado el corazón, sino que también lo había despojado de todo su dinero.

"¡Vete al infierno, maldita bestia, hijo de perra!" Jake continúa desahogándose, gritando en inglés mientras la ira lo consume por completo. Ajeno a las miradas curiosas de los transeúntes que lo observan con extrañeza en aquel concurrido puente de Tokio, se entrega por completo a la furia que lo consume.

When the yakuza falls in love  ʰᵉᵉʲᵃᵏᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora