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Después de que Heeseung se marchara para cumplir con sus responsabilidades laborales, la mansión, usualmente llena de actividad, quedó en un silencio inusual. Solo dos personas permanecieron junto a él: Jungwon y Ni-ki. El resto de los subordinados, incluyendo a Jay, habían salido a cumplir con diversas tareas, dejando la mansión casi desierta, como si el corazón de la casa se hubiera detenido temporalmente.

Ni-ki, siempre lleno de energía, se mantuvo cerca, su pequeña mano aferrándose a la suya mostrándole cada una de las cosas interesantes que tenía en su habitación. El contraste con Jungwon no podía ser más evidente. Aunque físicamente presente, su figura apenas se notaba; parecía casi etéreo en su indiferencia, como si fuera uno más de los muebles. La distancia emocional que  mantenía era incomoda, su mirada rara vez se posaba en él y cuando lo hacía, carecía de la calidez o interés que Ni-ki irradiaba. Era como si fuera solo un detalle insignificante en su campo de visión, algo que podía ignorar sin esfuerzo.

Aunque en perspectiva no pudo evitar sentir un alivio. Era sin duda, una mejora significativa en comparación con la presencia constante y abrumadora de los temibles yakuzas que solían llenar el lugar. La mera idea de estar rodeado por esos hombres peligrosos, cuya sola mirada bastaba para helarle la sangre, lo había mantenido en un estado de constante tensión desde que comenzó la mañana. Ahora, con la mansión prácticamente vacía, la atmósfera era más tranquila, casi pacífica, y podía relajarse un poco más.

La presencia de Ni-ki, con su naturaleza dulce y su incesante curiosidad, era simplemente adorable. Aun cuando Jungwon, con su actitud distante y fría, estaba cerca, la casa se sentía mucho menos intimidante. Prefería mil veces esta relativa tranquilidad, incluso si ello significaba lidiar con la indiferencia del chico de ojos gatunos.

Su único trabajo ahora era no  darle demasiada importancia al beso en la mejilla que Heeseung le había dado, pero por más que intentara desviar sus pensamientos, no lograba evitar que el recuerdo de aquel contacto suave y repentino lo siguiera perturbando. La escena se repetía en su mente una y otra vez. Cada vez que su mente volvía a evocar ese instante, sentía cómo sus mejillas se encendían involuntariamente, como si aún pudiera percibir el calor de los finos labios del hombre sobre su piel. Era una sensación tan real y vívida que casi esperaba ver una marca visible donde el beso había rozado su mejilla.

A pesar de sus mejores esfuerzos por restarle significado al gesto, se repetía constantemente que había sido solo un capricho pasajero de Niki, y que su padre en un acto impulsivo y carente de intención profunda cumplió. "Probablemente ni lo pensó" se decía a sí mismo, tratando de convencerse de que el jefe yakuza solo lo había hecho para complacer a Ni-ki o como una despedida casual, sin mayor relevancia. Sin embargo, por más que tratara de racionalizar la situación y minimizar su impacto, el recuerdo del beso se negaba a desvanecerse.

Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Heeseung inclinándose hacia él, el leve roce de sus labios y la inesperada calidez que había despertado en su interior, volvían con fuerza. Esa chispa de afecto que había encendido en su corazón lo sorprendía y lo desconcertaba, dejándolo en una mezcla incómoda de confusión y emoción. Era como si su mente y su corazón estuvieran en una batalla constante: uno tratando de borrar.

Nadie podía culparlo por sentirse de esa manera; después de todo, era un joven gay con ojos, y no había forma de ignorar el innegable atractivo masculino del hombre. El jefe yakuza poseía una presencia que resultaba casi hipnótica, con una combinación de fuerza y elegancia que hacía imposible no fijarse en él. Cada rasgo de su rostro, desde la firmeza de su mandíbula hasta la intensidad de su mirada, parecía esculpido para captar la atención, y él no era inmune a ese magnetismo.

Aunque sabía que fantasear con Heeseung era un riesgo en sí mismo, un peligro que podría costarle caro si alguien más lo notara, no podía evitar permitirse, aunque fuera por un momento, observar al hombre de sus fantasías. Claro, era consciente de lo absurdo que era albergar esos pensamientos, pero mientras mantuviera su admiración en secreto, mientras no dejara que sus miradas se prolongaran demasiado ni que sus sentimientos se hicieran evidentes, podía disfrutar de su fantasía sin parecer raro... y sin correr el riesgo de que lo mataran.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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When the yakuza falls in love  ʰᵉᵉʲᵃᵏᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora