Alaia se aisló de todos, sentía que no podía confiar en nadie más que en Oliver, y aunque la chica todavía no le había contado con sumo detalle todo lo que había escuchado en la fiesta, el chico se quedó ahí esa vez y todas las veces que fueron necesarias para hacerle saber a la pelinegra que él estaría ahí sin importar que pase.
Alaia tenía muchas cosas en cabeza y a la vez ninguna, sentía que sin contar a Oliver no podía confiar en nadie, y es normal, se había enterado de que su madre, su tía y quién sabe quién más la estuvieron engañando y mintiendo por años, sentía vergüenza de haber sido tan ingenua y no haberse dado cuenta mucho tiempo antes, pero ahora le cerraba todo ¿Por eso su madre evitaba hablar de su padre siempre que le preguntaba? ¿Por eso nunca le contó la verdad de su familia? Desde que se enteró de eso se le formaba una gran presión en el pecho.
Alaia estaba sentada junto a la ventana de su habitación, observando el tenue brillo del atardecer que iluminaba los jardines del castillo. Las ramas de los árboles se mecían suavemente con la brisa, y el sonido de los pájaros cantando parecía ajeno al caos que sentía en su interior. Aunque Oliver estaba allí, sentado en una silla frente a ella, la distancia entre ellos se sentía inmensa.
— ¿Crees que estoy siendo muy exagerada al ignorar a mi madre?— preguntó Alaia, rompiendo el silencio, con la mirada perdida en el horizonte.
— Claro que no lía, está bien tomarte tu tiempo para procesar lo que sea que haya sido lo que escuchaste.
Ella suspiró, girando la cabeza para mirarlo directamente —Siento que no puedo ni verla a la cara, me da vergüenza ser hija de alguien que me mintió por tanto tiempo.
—¿Quieres contarme exactamente como fue que te enteraste? No voy a presionarte, pero a veces decirlo en voz alta ayuda a aclarar las cosas.
Alaia apretó los labios, como si estuviera conteniendo algo más que palabras. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la habitación, pasando los dedos por el respaldo de su cama y luego por el escritorio, como si el contacto con los objetos familiares pudiera anclarla. Finalmente se detuvo, dándole la espalda— Oliver por favor no le digas a nadie, esto tiene que permanecer entre vos y yo, sos el único con el que siento que puedo confiar.
— Lía puedes confiar en mí, sabes como soy, jamás diría ninguno de tus secretos, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea— Oliver quería que supiera que sin importar que sea lo que le fuera a contar, podía hacerlo sin recibir ningún reproche de su parte.
— Está bien— Alaia asintió, tragando con fuerza antes de empezar —fue algo de lo que me enteré en esa fiesta que organizaron mis tíos. Hizo una pausa, respirando profundamente. Oliver mantuvo el silencio, permitiéndole hablar a su propio ritmo.
— Había ido a la cocina para escapar un poco del caos... Tomas con su novia, las risas forzadas, todo me asfixiaba. Estaba buscando una copa de champán cuando escuché a mi madre hablando con mi tía. Al principio no entendí de qué iba la conversación, pero algo en su tono me llamó la atención, así que me quedé escuchando detrás de la puerta.
Oliver levantó una ceja con una leve sonrisa —No puedo decir que me sorprende, siempre has tenido talento para eso.
Alaia soltó una risa breve, aunque su expresión seguía cargada de angustia —No es algo de lo que esté muy orgullosa... Pero esa vez fue diferente. Ellas estaban discutiendo, y entonces escuché esas palabras 'Alaia tiene una hermana. Ella debe saberlo.'
Hizo una pausa, tragando con dificultad mientras el peso de esas palabras volvía a caer sobre ella. Oliver se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos fijos en los de ella, llenos de comprensión.
— Fue como si el suelo se abriera bajo mis pies. No sabía qué hacer. Me sentí... traicionada. Por mi madre, por todos. ¿Cómo pudieron ocultarme algo así?
Oliver asintió lentamente, permitiéndole espacio para desahogarse —Es comprensible que te sientas así. Nadie debería pasar por eso, Lía.
— Lo peor es que ahora todo tiene sentido— continuó Alaia, su voz quebrándose un poco —Las evasivas de mi madre cuando le preguntaba sobre mi padre, las conversaciones que siempre cambiaba de tema... Me siento tan estúpida por no haberlo visto antes.
Oliver tomó una de sus manos, apretándola con suavidad —No es tu culpa. Te criaron en una mentira, y nunca tuviste razones para dudar de eso, pero ahora sabes la verdad, y eso es lo importante.
Alaia subió su mirada y Oliver se encontró con sus bellos ojos azules comenzando a llenarse de lágrimas, su choque de miradas se sintió como cuando las olas del océano chocan contra las rocas en la costa. Sin decir nada ambos se fundieron en un abrazo que parecía no querer terminarse nunca.
Alaia se derrumbó y comenzó a llorar en el pecho del pelirrojo como si no hubiera un mañana, como si le hubieran arrebatado toda la felicidad, él solo la abrazaba y le acariciaba el cabello para hacerle saber que estaba ahí para ella. Mientras que Alaia trataba de formar una frase, pero nunca llegaba a lograrlo completamente gracias al llanto.
— No es necesario que hables si no quieres lía, de cualquier forma yo voy a estar aquí, siempre lo estaré— Oliver hace una pequeña pausa y vuelve a hablar —¿Tú quieres saber quién es? Es decir ¿Conocerla y eso?
— S-sí, creo que sí— Formó como pudo secándose un poco las lágrimas.
— Está bien, te prometo que te ayudaré a llegar al fondo de esto y descubriremos juntos la verdad de tu hermana.
Y allí se quedaron abrazados, como si tuvieran miedo de soltarse y no volverse a ver nunca, Alaia se sentía segura en sus brazos, sentía que ya nada malo le podía pasar y que nada le faltaba, deseó quedarse allí para siempre y que ese momento durara para toda la eternidad.
Él estuvo con ella todo el tiempo, cuidándola y acompañándola incondicionalmente, la joven pelinegra se sentía débil, pero le había hecho una promesa de salir adelante, así que debía ser fuerte por su familia, por su pueblo y por el chico pelirrojo que sin saberlo, estaba volviendo a conquistar su corazón.
Lo que no sabía es que su hermana estaba aún más cerca de lo que pensaba.
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Una Princesa Diferente - Noel Cabrera
RomanceElla se guiaba por la razón, él por el corazón, ella era como un témpano de hielo, él la chispa que podía derretirla, ella decía que no tenía debilidades, pero era la debilidad de él. Alaia y Oliver se habían conocido a los cinco años, y once años f...