La Última Misión de Raju

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En la cálida y húmeda Calcuta, Raju pasea cada tarde por las intrincadas calles del centro de la ciudad. El anciano Raju llevaba consigo los misterios de historias ocultas en la ciudad milenaria. Entre las arrugas de su rostro, se ocultan misterios de la vejez que, como si de Ganesh se tratara, cargaba con paciencia resistiendo el paso del tiempo.

Mientras caminaba por las calles, Raju se detuvo en un pequeño puesto de té. El dueño del puesto, Daksha, un hombre joven y amable, saludó a Raju con una sonrisa y le ofreció una taza de té caliente. Raju aceptó la oferta y se sentó en una silla de madera, disfrutando del cálido sol de la tarde.

Mientras bebía su té, Raju comenzó a contarle al Daksha una historia sobre un misterioso tesoro escondido en algún lugar de la ciudad. Daksha escuchó con atención, fascinado por la historia de Raju.

—¿Cómo sabes que este tesoro existe? —preguntó Daksha.

—Lo sé porque lo vi con mis propios ojos hace muchos años —respondió Raju con una sonrisa misteriosa. Daksha se quedó boquiabierto.

—Pero, ¿qué es? Debe ser muy valioso.

—Valioso, sí. Lo es. Pero no es lo que piensas. Ni oro ni esas cosas... —sentenció Raju. Daksha le observaba confuso.

—¿Dónde está el tesoro ahora? —preguntó Daksha.

—Ah, eso es un secreto —dijo Raju con una risa.

—Que supongo que tú conoces.

—Por supuesto, es mi deber.

—¿Es tu deber conocer el secreto?

—Y custodiarlo —dijo sorbiendo la taza de té nuevamente—. La edad se vuelve una carga... —continuó Raju—... y en algún momento alguien más tendrá que hacerse cargo.

—¿Cómo?

—Tendré que pasar el secreto a una persona digna de llevarlo consigo.

—¿Y quién será es persona?

—Se me da a mí que tú podrías.

—¿Yo? —preguntó sorprendido y exaltado Daksha.

—Por algo te llamaron "el útil", ¿no? Quizás naciste para cumplir una misión.

—Era el nombre del abuelo de mi padre. Mi única misión en esta vida es llevar dinero a mi casa para la cena.

—¿Y si te digo que eso está a punto de cambiar pequeño elefante?

Los ojos de Daksha se abrieron como platos al observar que todo su entorno se transformaba en un espacio completamente diferente. El espacio abierto y oscuro parecía infinito, pero acogedor.

—¿Dónde...? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

—No te preocupes, seguimos donde estábamos... ven.

—Pero... ¿Cómo?

—Debajo del ruido de la ciudad se esconde el tesoro.

—Ese es...

—Mi padre.

—¿Tu qué...? Pero ese no es...

—Ganesh. No te detengas.

—Estoy dormido, tiene que ser una pesadilla.

—No estás durmiendo, sigue caminando. Tu cuerpo no solo es útil, pero tu mente también es capaz. Algo de lo que no muchos pueden presumir. ¡Aquí está! —exclamó Raju algo agitado por la caminata.

Un gran muro a modo de altar cobijaba una imagen de Ganesh en el centro. Justo frente al muro y sobre un pedestal de mármol, reposaba un gran libro. De aspecto muy antiguo y polvoriento.

—Un libro, ¿ese es el tesoro? —preguntó Daksha alterado y visiblemente enfadado.

—Vaya, parece que me he equivocado. "Útil" e "inteligente" no son sinónimos, está claro...

—¿Disculpa?

—¿Es que acaso no sabes lo que significa?

—No tengo la menor idea. ¿Por qué esperas que lo sepa?

—Este libro... —Raju se acercó cuidadosamente al pedestal y abrió el pesado libro—... contiene la historia de la antigua India y sus reyes. Tú, Daksha, eres el último descendiente de un largo linaje real que se extiende al mismísimo Ganesh.

—¿El que dices que es tu padre? ¿No deberías estar ya muerto entonces?

—¿Quién ha dicho que no lo esté? —Raju sonrió ligeramente observando la incredulidad de Daksha—. Aquí está todo lo que debes saber y conocer. Cuando acabes de leer volverás donde estabas, lee atento y guarda el secreto.

Daksha se giró hacia el libro y, con sus manos sobre él, sus ojos se cerraron. Un intenso haz de luz se posó sobre él y al finalizar una larga exhalación volvió a su puesto de té.

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