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El joven de pelo negro se encontraba acariciando a un fiel corcel. El pelaje negro que brillaba gracias al cálido sol, su fuerza perfecta para poder ser montado por cualquier humano y sus ojos marrones los cuales observaban al joven. Las suaves manos del ser humano relajaban con éxito al corcel, aunque la caricia fue interrumpida por uno de los cuantos pretendientes del joven.

— Asique... los rumores eran ciertos — Exclamó el pretendiente de rizos azabaches acercándose al pelinegro. —. La belleza del heredero de los Kaulitz es impecable. Aunque, tu peinado podría cambiar un poco. — Se atrevió a intentar acariciar las rastas de Bill, haciendo que Bill le dé un golpe en la mano.

— Usted ha de tener el descaro de intentar tocar mi cabello, ¿cómo se atreve? — Respondió el joven de rastas subiendo a su caballo y mirándolo molesto. No lo pensó dos segundos y su caballo empezó a galopar hacia la gran casa en la cual se celebraba un acontecimiento importante.

{...}

— ¡Bill! Hijo mío, ven, que te he reservado una copa de vino — Exclamó la rubia viendo a su hijo acercándose a ella. Bill suspiró y aceptó la copa de vino. —. Hijo, dime, ¿qué te ha parecido Aleksander? —

El de rastas pensó su respuesta y le dio un pequeño sorbo a la copa. Aleksander era típico, según Bill. — Pues... Me pareció alguien típico, sin imaginación. — Su madre suspiró y Bill la miró. — Ni siquiera ha sabido sobre mis flores favoritas o alguno de mis intereses. —

— No tienes flores favoritas, Bill, tampoco hablas de tus intereses con alguna persona, ni conmigo, asique no busques excusas y pon de tu parte. Deja tus libros y de cantar y consigue un buen marido para poder seguir el negocio, y que talvez te mantenga. — Bill la miró furioso y se retiró del lugar, ignorando si su madre lo llamaba.

STRANGE ;  𝓣𝓞𝓛𝓛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora