Goodmorning?

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Ryo yacía recostado, con los ojos bien abiertos, sobre la cama. Se revolvió entre las sábanas, dando vueltas sin saber en qué número iba, después de haber perdido la cuenta desde las 10 vueltas anteriores.

Las luces desde afuera del departamento se colaban por el breve espacio entre la cortina y la ventana, pero era una luz amarilla tan tenue que era imposible que aquello fuera lo que le impedía dormir.

Su cuarto era bastante amplio, con muebles de madera barnizada en blanco, visible a pesar de su necedad por tener la casa sumida en la penumbra. Las paredes estaban cubiertas de fotografías y cuadros llamativos, de forma muy maximalista. Cerraba bien las cortinas para evitar que pasara la luz y rara vez la abría, aunque antes la casa siempre había tenido las ventanas abiertas y se veía desde afuera como se movían las cortinas con el aire.

Una vuelta más.

Esta noche en particular se dio cuenta de lo innecesario que era seguir conservando una cama king size para una sola persona. Por primera vez, le pareció que era más un capricho suyo seguir durmiendo en un colchón tan grande cuando llevaba un buen tiempo completamente solo. Miró con atención la almohada vacía, con una funda verde, que estaba a su lado para después hundir su rostro entre su propia almohada y ahogar un sonido lleno de frustración.

Al terminar, tomó su almohada, de color azul, y la colcha de la cama para dirigirse directo al sillón de la sala, arrastrandola todo el camino. Aventó todo al sillon y se dejó caer con pesadez.

Frente al sillón en el que se había acostado, había un frasco de pastillas sobre la mesa de centro que decoraba la sala. Tomó el frasco y lo abrió, sólo para darse cuenta que estaba vacío.

ーMaldiciónー Ryo sonaba desesperado. Se quedó pensando en que su dealer de confianza, Koki, había huido por una orden policial en su contra y no tenía quien más pudiera venderle aquella medicina sin necesidad de una receta.

Podía salir en busca de sustancias más fuertes con la misma función que aquellas pastillas que le ayudaban a dormir, pero su adicción empeoraría y no sabía que otras tantas porquerías entrarían en su cuerpo.

De nuevo, se quedó pensando en lo solo que estaba; y es que, algunas veces, tenía compañía y sentía que al menos esas noches podía intentar dormir sin necesidad de pastillas, pero también sabía que la compañía de Tegoshi no era algo fijo ni estable. Yuya era aún más volátil que él mismo y no le quedaba otra que hacer frente a su soledad. Además que no tenía derecho alguno de exigirle algo al rubio pues no estaban en una relación seria ni nada parecido, solo era un amorío pasajero.

Tomo su celular de la mesa de centro, busco entre sus aplicaciones y puso, a bajo volumen, su playlist favorita. Si no podía dormir, al menos iba a tratar de disfrutar la noche.

Aproximadamente a las 4:30 am, su cuerpo y mente se rindieron por lo que le permitieron dormir de corrido hasta las 7:30.

Al oír su alarma, se levantó del sillón y se dirigió al baño. Se vistió, se arregló para salir de casa.

Antes de salir de casa se quedó pensando si era buena idea tomar un café, pero, al abrir la alacena se encontró con una taza de cerámica que aparentaba ser de jade y brillaba destacándose sobre el resto de la loza del lugar. Apenas verla, sintió un nudo en la garganta y una punzada en el lado izquierdo del pecho, en el corazón exactamente. Cerró la puerta rápido y con fuerza, dando un azotón, para distraerse de aquella imagen y salió con velocidad de la casa dirigiéndose a su auto.

Antes de llegar al estudio, se detuvo frente a una famosa cafetería con logo verde, a donde se había acostumbrado a ir, compró un café, algo para acompañarlo y siguió su camino.

Gone NowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora