01.- Gomitas de fresa.

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Repartiré nuevamente mi discurso:
Contenido sensible, preferible un público con mucha madurez mental o edad suficiente a la legal.

[...]

Era algo natural. Sí, lo era; pero porqué lo encontraba tan atractivo descubrir.

Bakugou estaba seguro que mantenía en línea a su perversión, tenía lo justo y necesario, no era un cerdo, pero tampoco un santo. Era normal. Además, no es cómo si nunca vió las bubis de su Omega, él las mordió, chupo y besó antes, a pesar que Shōto se quejaba entre jadeos.

Sabía lo carnoso que era esa zona, adictiva entre sus dientes y suave ante sus labios, desde el olor hasta el color que tenía después de tanto maltrato, él ya conocía esa zona como la palma de su mano y casi como todo el cuerpo de Shōto. Tenían una relación sana de más de siete años, cinco de novios y dos de cónyuges. ¡Maldita sea! Su mente debería mantenerse tranquila como un lago congelado, se supone que ya no era un Alfa adolescente hormonal que saltaba sobre su Omega solo para marcarlo. Él era un adulto, alguien con razón y madurez...

Pero, ¿Por qué estaba tan ansioso?

¡Joder!

Vió la primera pared de su habitación y estrelló su frente en ella, furioso y un poco avergonzado.

—¡Eres escoria, Katsuki! ¡Puto bastardo pervertido! ¡Polla de perro! ¡Asqueroso sinvergüenza...! —masculló maldiciones, no podía gritar como quería, ya que Shōto estaba en la sala, conversando con su suegra y su madre.

Bakugou quiso compararse con una mierda al tener pensamientos lascivos, no es que sea malo pero era inadecuado. Si bien, Shōto no era el tipo de Omega que se avergüenza ante el más mínimo roce, todavía tenía dignidad en su rostro. Shōto podría ser bastante atrevido pero al mismo era muy conservador, le gustaba disfrutar los vulgaridades dentro de casa, las exhibiciones lo dejaban tímido y seductoramente coqueto si se sentía de buenas, sin embargo también tenía límites, aunque podría contar con sus dedos las cosas que a Shōto no le gustaban, no sabría cómo reaccionaría si le preguntaba directamente.

Shōto es el tipo de persona que reflexiona mucho las cosas y al tener el rostro rígido ocultaba mucho de sus pensamientos, y a veces Bakugou creía que sería más fácil abrirle la cabeza y saber que estaba ocurriendo ahí.

¿Por qué se complicaba demasiado? La verdad era que temía incomodar a su pareja ahora que ambos estaban metidos en su papel de padres.

En su mente todavía estaba presente el hecho que Shōto tuvo un parto difícil y lo doloroso que fueron los días de recuperación. «Ya, dos es suficiente, no volveré a tener más cachorros», sentenció Katsuki, totalmente de acuerdo. No podía pensar con la cabeza de abajo y dejar de lado la empatía; Shōto era más importante que su polla de Alfa. Dió un último suspiro largo, cuando estaba más calmado y estable, se separó de la pared y se dirigió a la ventana para ventilar todas las feromonas que soltó.

Unos minutos en silencio, escuchando las risas que venían del primer piso de su vivienda, dedicó salir pues su excusa de buscar las boquillas nuevas para biberones ya no debería servir para estos momentos. Pellizco el puente de su nariz y recordó que su madre estaba ahí, seguramente recibirá un sermón lleno de gritos por tardar demasiado.

Al salir de la habitación de invitados, fue al nido del mitad albino y rápidamente buscó entre los cajones, encontró lo que buscaba y salió corriendo por las escaleras.

—Son demasiados, muy bonitos —felicitó su madre, el cenizo vió como la mujer mayor cargaba a su cachorro y pegaba su mejilla junto a la del bebé— ¡Además, son tan tranquilos! Rayos, si ese diablillo gigante hubiera sido así.

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⏰ Última actualización: Feb 03 ⏰

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