CAP 5

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Narrador Anónimo

Noviembre 2023

La noche ha comenzado a caer sobre la ciudad; el frío está aumentando, y en las calles no hay presencia de nadie más que de algún vagabundo con sueños rotos.

Caminando entre la neblina presente en las calles, saco de los bolsillos internos de mi chaleco un cigarrillo, llevándolo a mis labios y encendiéndolo. No suelo fumar, sin embargo, así como hay ocasiones que ameritan ver la sangre de tu hermano correr por tus finas manos, hay ocasiones que ameritan soledad y un cigarro.

     —¿Podría darme un trozo de pan? —pregunta un hombre, con manos sucias, labios temblorosos y ojos suplicantes.

     —Ya la mesa está ocupada —digo —, busca otra que te brinde un asiento.

Continúo caminandocon la mirada puesta en el suelo hasta llegar a la entrada de una fábricaabandonada que se encuentra en un callejón intransitado de la ciudad. Antes deentrar, me detengo a observar las puertas oxidadas por las frecuentes lluvias en el lugar. Las paredes a los costados están filtradas y agrietadas. El asfalto del piso está descuidado, tiene agujeros de todos los tamaños, donde el agua reposa y el moho nace.

Echo un último vistazo hacia ambos lados de la calle, y al no observar a nadie, abro sigilosamente las puertas, para entrar a la fábrica. Si la fachada está bastante descuidada, sus adentros están igual o peor; la pintura originalmente blanca de las paredes está desgastada, y una densa capa de moho y polvo las cubre casi por completo. Hay unas escaleras en espiral, que llevan al segundo piso y continúan hasta la azotea. Solía haber un elevador también, pero por lo que llego a observar, dejó de funcionar. Ahora solo es una "caja" oxidada, sucia y llena de telas de araña.

El techo tiene abundantes filtraciones y goteras. El friso está bastante desgastado, dejando al descubierto los bloques rojos de los cuales se suele desprender polvillo, nada agradable para la nariz y pulmones. Ahora, mi rinitis alérgica ha empeorado gracias a ese molesto polvillo y olor a humedad.

Observo con despreciocada rincón de la fábrica a la vez que me dirijo a las escaleras, subo a lasegunda planta y me adentro por un pasillo hasta llegar a la "habitación" queme han indicado.

Al entrar en aquel cuarto recorro con mi vista todo lo que allí se encuentra; un sofá para tres personas desgastado, como todo dentro de esta puta fábrica de mala muerte. Una mesa de madera que se nota húmeda e inflada. Dos sillas con el mismo aspecto que la mesa. Hay también dos colchonetas de las cuales salen algunos alambres, tiradas a un costado.

Me adentro en la habitación en dirección a la mesa, donde dejo reposar la bolsa de pan que traía.

Me despojo de mi grueso chaleco, lo lanzo al sofá y continúo caminando por el lugar.

Todas las estructuras viejas y sin mantenimiento hacen que sospeche de un posible derrumbe en el momento menos esperado. Podría empezar a caerse el techo, o quizás primero las paredes. También está la posibilidad que muera antes de ver este lugar desplomado.

     —Has llegado tarde —Resuena una voz en la habitación, recriminándome.

Lento, me doy la vuelta y encaro al dueño de la voz.

     —Pero he llegado.

Ante mi respuesta, lapersona que se encuentra frente a mí, blanquea los ojos y camina hasta unsillón, para sentarse derecha, con piernas cruzadas y apoyando ambos brazos alos costados del sillón, denotando superioridad.

     —Te he contactado, porque necesito de tus servicios —habla.

Suspiro.

     —¿Cuál de todos? —pregunto.

Aquella persona se levanta de su asiento y saca de un bolso un estuche que coloca sobre la mesa frente a mí.

     —Eres bueno halando del gatillo —dice.

Tomo el estuche, lo observo y lo vuelvo a dejar sobre la mesa, arrimándolo hacia su figura.

     —Tú también —Sonrío, cínico —. Mejor que yo, incluso.

Me observa con una ceja enarcada, con algo de indignación ante mis palabras. Algo bastante característico de su persona. No le gusta la desobediencia a sus órdenes, o la burla a sus insinuaciones.

     —Tu podrías halar del gatillo "legalmente". Yo por el contrario...

     —Tú puedes hacerlo también, o ¿Se te ha olvidado tu título? —Le corto — Estas "en ley".

Ahora, me observa con molestia. No le agrada que le reten.

Bufa.

     —No pienso rogarte.

     —No pido que lo hagas —aclaro —. No pienso hacerlo. Haz algo por tu cuenta.

En su rostro comienza a formarse una sonrisa siniestra, llena de maldad y diversión.

Rodea la mesa y se planta firme frente a mí, con su rostro a pocos centímetros del mío.

     —Sabes que no tendré compasión alguna si lo hago yo —comienza a decir en un tono de voz bajo —. Jugaré con él, lo torturaré y haré que desee morir, y justo en ese entonces, no haré más que...

     —No me interesa lo que harás con "él" —Corto. En ocasiones llega a ser demasiado cruel con sus palabras, tanto que, hasta el más insensible, puede llegar a llorar —. Solo hazlo. Yo me encargaré de los que ya me encomendaste anteriormente.

Me alejo de su figuray tomo un pan de la bolsa para comerlo, mientras tomo mi chaleco y me dispongoa retirarme del lugar.

     —¡Ah!, y la próxima vez que me cites, trata de que no sea en un lugar tan hijo de perra como este —Y sin más que decir, comienzo a salir de la fábrica.

Tras unos minutos, me encuentro nuevamente caminando por las frías y desoladas calles de Estambul, perdido en mis más oscuros pensamientos.

Al cruzar en una calle, vuelvo a encontrarme con aquel vagabundo que me suplicó por un trozo de pan. Al pasar frente a él, me toma del brazo, haciendo girar mi torso hacia él. Me observa a los ojos y me dice:

     —Al parecer llegó a aquella mesa, su lugar había sido remplazado y solo le dieron las sobras del banquete —Señala el pequeño trozo de pan que sujeto ente mis dedos. Me suelta y sigue su camino.

¿Qué puedo decir?, equivocado no está.

A algunos en la vidales toca comer en abundantes banquetes, a otros menos afortunados, les toca observar, deseando ocupar un lugar en la mesa. Y a los desgraciados, les toca recibir las migajas.

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