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El ventilador giraba tan deprisa que a duras penas podía verse. Leonardo cerró los ojos intentando fijar toda su atención en el frío suelo de madera que rozaba su caparazón, en vez de pensar en las pequeñas gotas de sudor que habían empezado a resbalar por su nuca.

Era su primer día de vacaciones, y parte de él deseaba seguir teniendo clases. Al menos, ahí tenían aire acondicionado.

—Tengo sed. —murmuró Donnie.

Leo entreabrió su ojo derecho y miró a su amigo de reojo. Ambos estaban tirados en el suelo sin camiseta, deseando que el ventilador hiciese algo más que simplemente girar.

—Ya es la tercera vez que lo dices, levántate y ve por agua.

Donatello frunció el ceño con sus ojos todavía cerrados. A pesar del calor que hacia, estaban tan cerca que sus dedos prácticamente rozaban.

—Estoy en tú casa, deberías tratarme como a un invitado.

Leo soltó una risita sin gracia y se removió tratando de encontrar un punto nuevo en el suelo para refrescarse.

—Te traeré un vaso de agua el día que entres por la puerta como una persona normal.

A pesar de no verle, Leo supo que el otro estaba sonriendo.

—No es mi culpa que tú ventana sea tan accesible —murmuró —. Deberías cortar las ramas del árbol.

Ninguno de los dos dijo nada más durante media hora. Ambos estaban acostumbrados a pasar las tardes de verano así, tirados en la habitación del mayor hasta que el hambre los obligara a levantarse. Lo habían hecho durante años, y no iban a dejar de hacerlo ahora.

La puerta se abrió, dejando entrar a la madre de Leo. Ambos chicos abrieron los ojos y la miraron. No hicieron falta muchas palabras para saber que era la hora de ir a comer. De un salto, ambos se levantaron y fueron corriendo escaleras abajo, empujándose entre risas para ver quién llegaba primero.

—Leo, no corras en la casa. —advirtió la mujer a su hijo.

Estaba sentada en una de las sillas del jardín junto a su marido y el padre de Leo, esperando paciente con la comida servida en la mesa. Los dos chicos se miraron sonrientes y se sentaron en la mesa uno al lado del otro.

—¿Qué tienen pensado hacer este verano? —preguntó el adulto observando a ambos chicos.

El azul se encogió de hombros.

—Lo mismo de siempre. Esta tarde iremos a la piscina.

—Hemos quedado con unos amigos. —añadió Donnie con su boca medio llena de pizza.

Leo puso una mueca y le dio un golpe en el hombro, haciendo que el otro le devolviese el gesto. Sus padres sonrieron en silencio y empezaron a hablar entre ellos. Donnie aprovecho y puso su mano en el hombro de Leo para que le prestase atención.

—April dijo que una amiga le llevará algo de alcohol para la fiesta de esta noche. —susurró.

Leonardo sonrió de oreja a oreja, sus ganas de que las horas pasaran aumentaba cada vez más.

Echaba de menos salir de fiesta con sus amigos. Después de tantos días ahogándose entre deberes y exámenes, merecían una noche de diversión.

No tardaron mucho en terminar de comer. Después de vestirse con un bañador y lo primero que encontraron en el armario, los dos se dirigieron a la piscina pública que se encontraba al otro lado del pueblo.

Las calles del barrio, a pesar de ser abiertas y calurosas, dejaban pasar una brisa ligera con un silencio agradable, roto solamente por el sonido de las chancletas contra el asfalto.

Great Mistake | LeotelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora