Capítulo 3: perversa y oscura tentación

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Valentina sabía que todo había comenzado esa noche en que cometió el error de tener sexo con su jefe. Todo comenzó esa noche, cuando su historia volvió a entrelazarse como en el pasado.

Aquello se dio un mes antes de conocer a Lorenzo, una noche en que acompañó a Marko a una cena de negocios y ella tomó copas de más. Por alguna razón que en ese momento no comprendió bien gracias al alcohol, terminó en la casa de su jefe conversando con él como en los viejos tiempos y esto llevó a que Marko le robara un beso que tenía sabor a vino; se sintió tan envuelta en aquel beso que todo se prestó para que ella se acostara en la cama de su jefe.

Siempre había sospechado que Marko nunca había podido superar los sentimientos por ella que muchos años atrás habían florecido entre ambos, cuando apenas eran unos adolescentes. Pero no fue hasta ese momento que lo confirmó, cuando aquel hombre se acostó encima de ella y la besaba con suma pasión, casi era un deseo que estuvo reteniendo por mucho tiempo, así se lo estaba transmitiendo.

Fue extraño y al mismo tiempo increíble para la joven.

Sus cuerpos se habían vuelto a unir y se saludaban como si nunca en sus vidas se hubieran alejado. Aquel hombre sabía hacerla mujer, tratarla con gran delicadeza y hacerla sentir amada.

Debía aceptar que Marko Rumanof era sumamente guapo, con un cuerpo esbelto y marcado, sus facciones eran casi perfectas y una mirada seductora, de largas y tupidas pestañas, con ojos verdes esmeralda que seducían a cualquier mujer que observara.

La hizo sentir placer como ningún hombre lo había hecho, nada más Marko Rumanof conocía tan bien su cuerpo y entendía cuáles eran sus puntos débiles.

Y en el acto no dejaba de susurrarle al oído "me encantas, me fascinas".

Valentina lo atribuyó al vino, que su jefe estaba borracho, por eso le decía aquellas palabras, porque... de haber estado sobrio, jamás habría aceptado su lado más vulnerable: los sentimientos que tenía reprimidos por ella.

Sin embargo, al día siguiente, cuando se despertó, Marko seguía comportándose inusual con Valentina; le ofreció desayunar con él y la trataba inusualmente cariñoso, no era ese hombre distante, malhumorado y apático que siempre le mostraba. Así estuvo por varios días, mostrándole una faceta que ella nunca había visto de él en todos esos años.

Aunque todo acabó cuando Sara, la prometida de Marko, regresó de su viaje. Valentina los escuchaba discutir casi a diario y se rumoraba que ya no estaban comprometidos.

En aquellos días Valentina estaba con el pulso acelerado, presintiendo lo peor para ella: le ayudó a su jefe a serle infiel a su prometida. Presentía que en cualquier momento Sara entraría a su oficina y la abofetearía, le gritaría y la expondría a la humillación pública.

Los días pasaban lentos, diluyéndose de la forma más dolorosa posible. Era una quietud y tranquilidad que estaban volviendo loca a Valentina. Terminó comiéndose las uñas hasta que le sangraron.

Y cuando no pudo más, decidió enfrentar a Marko, preguntarle qué estaba sucediendo, si realmente se iba a separar de Sara.

Marko nada más se limitó a observarla con aquella mirada distante e impenetrable que siempre llevaba cuando de verla a ella se refería, después volvió a observar la carpeta con papeles que tenía desplegada sobre el escritorio de su oficina y parecía que estaba firme en su idea de ignorarla.

—Marko... —pidió Valentina casi en un hilo de voz.

Silencio incómodo...

Marko volvió a verle, esta vez se acomodó en el espaldar de la silla de escritorio, todo su cuerpo depuraba seguridad: él era el jefe, era quien tenía el mando de la situación y ella nada más era un peón, un objeto de fácil reemplazo.

Destruyendo al magnateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora