1. Susurros

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Fic escrito en 2008

Título cogido de la canción de Tequila "Dime que me quieres"


Y hay una cosa que te quiero decir

Que es importante al menos para mí

Son dos palabras para hacerme feliz

Oh, dímelo al oído una vez y otra vez


_*_

El relámpago iluminó el autobús. El viento soplaba fuera y parecía que iban a salir volando.

Sintió estremecerse el cuerpo que yacía a su lado, notaba como se acercaba más al suyo buscando su calor, su protección. Y cómo apoyaba la cara en su cuello y suspiraba en sueños.

Una sonrisa iluminó su cara. Nunca pensó encontrarse en esa situación. Dormir al lado de su hermano, sentirle girarse en su busca, dejarle reposar tan cerca de su cuerpo sintiendo su cálido aliento penetrar en su cuerpo a través de su piel...

Se dio la vuelta lentamente y separando los brazos le atrajo en ellos para acercarle más a él. Su cabeza reposaba en esos momentos en su pecho, bien cerca de su corazón que palpitaba de felicidad por tenerle tan cerca.

Cerró los ojos recostándose sobre él, apoyando la mejilla contra su pelo aguantando las cosquillas que le hacía en la nariz porque eso le hizo sonreír más recordando la manera en que le pidió permiso para descansar a su lado.

La tormenta había estallado cuando se encontraban en la carretera, dentro del autobús que les llevaba de gira hacia la próxima ciudad en la que darían un concierto más. El conductor decidió parar hasta que se pasara la tormenta, pues era muy fuerte y era imposible ver la carretera.

Dentro hacía mucho calor, pero él veía como su hermano temblaba. No era por el frío, sino de miedo. Siempre le habían asustado las tormentas, desde que eran niños.

Estando en casa corría a su cama para que le hiciera un hueco, pero ya eran mayores y no se encontraban solos. No podía decir delante de los demás que quería irse a la cama con él, porque sonaba extraño.

Pero para él no lo era tanto. Siempre deseó que su hermano dijera esas palabras.

"Tom, quiero irme a tu cama"





Cuando llevaban media hora viendo llover decidieron que lo mejor sería irse a descansar, la televisión no se podía ver y no tenían ganas de jugar más a la play. Todo estaba muy oscuro a pesar de ser de día, y eso les estaba dando mucho sueño.

Subieron al piso superior del autobús en donde se encontraban sus camas y se echaron en ellas a descansar.

Tom se tumbó en la suya a esperar. Sabía que se lo iba a pedir de un momento a otro, que le dejase descansar a su lado, que le salvara de sus miedos.

Pero, ¿quién le iba a salvar a él de los suyos?

Le daba miedo que le pidiera estar acostado a su lado, sentirle tan cerca sin poder hacer nada, sin decirle cuanto le amaba.

¡Amar a su propio hermano!

sonaba ridículo, pero era cierto.

El único problema era que esos sentimientos eran solo suyos, su hermano no sentía lo mismo por él, ¿verdad?

Una sombra en la cortina que cubría su cama le indicó de que el gran momento había llegado. Contó hasta diez y al momento la cabeza de su hermano se asomó por una esquina. Se quedaron mirando sin decir nada, observaba como le temblaba los labios y lo único que pasó por su mente fue apoderarse de ellos y hacerlos dejar de temblar con un tierno beso.

Vio su silenciosa súplica en sus ojos y esbozó una amplia sonrisa como respuesta.

Su hermano sonrió también y corrió a echarse a su lado. Se acostó boca arriba, mirando el techo sin decir nada.

Sentía como su cuerpo temblaba sin que pudiera hacer nada por evitarlo y cerró los ojos fuertemente cuando un relámpago iluminó el cielo. Cogió la manta que tenía a los pies de la cama y se cubrió con ella cubriéndole a él también. Eso fue suficiente para que se diera la vuelta y se refugiase contra su cuerpo en busca de su calor.

—Gracias—susurró Bill suspirando.

Le agradecía mucho que le permitiera yacer a su lado, que no le dijera que ya era mayorcito para tener miedo.

Pero él también era mayor y estaba aterrado por tenerle a su lado, por sentir lo que sentía.

Se quedaron dormidos escuchando como en el exterior el viento rugía y la lluvia caía salvajemente. Era como si el tiempo estuviera enfadado con ellos, porque estaban abrazados, porque estaba prohibido que sintiera eso por su propio hermano...





Se despertó con un sobresalto. Soñaba que corría tras su hermano y de repente el suelo se abría a sus pies tragándoselo en un momento.

Esa sensación de caer le hizo despertar con la respiración agitada. Abrió los ojos y sólo pudo ver la pared del autobús. Estaba acostado de lado, dándole la espalda a su hermano. Tenía una mano bajo la mejilla y sintió como bajaba una lágrima.

Soñar que le separaban a la fuerza de su hermano le había hecho derramarla.

Se la limpió y soltó un profundo suspiro. Siempre iba a ser así, estaría cerca de su hermano pero a la vez muy lejos.

Sintió a su hermano temblar contra su espalda. Se dio la vuelta y le dejó descansar sobre su pecho, recostándose él contra su pelo. Sonreía porque le tenía bien abrazado como siempre había deseado, porque estaba dormido en sus brazos.

Bajó la mirada y le observó dormir. Como sus pestañas cerraban con fuerza esos preciosos ojos que con solo una mirada le hacían derretirse. Le observaba dormir respirando dulcemente, como inspiraba el aire por su nariz y lo expulsaba a través de sus labios ligeramente separados. Quería ser el aire que respiraba para estar dentro de su cuerpo, para llegar a su corazón a través de esas venas por las que circulaba tanto amor.

Se moría por probar sus labios, pero sabía que eso nunca sucedería ni en sus mejores sueños, así que se tuvo que conformar con agachar la cabeza y besarle suavemente en la mejilla. Dejó allí los labios quietos y se sintió morir al notar la suavidad de su piel. Sentía que el corazón se le iba a romper en mil pedazos, tenía miedo de despertarle y tener que apartar sus labios de él.

Cerró los ojos con fuerza concentrándose en el sueño de su hermano. Quería entrar en el para poder gritarle desde lejos lo mucho que le amaba. Se sentía encerrado en una burbuja de amor que subía por el cielo, más allá del universo, que subía muy alto y estallaba dentro de su sueño.

Abrió los ojos de golpe. Creía que su sueño se había hecho realidad porque lo había escuchado claramente, porque lo había sentido contra su cuello.

Había notado como sus labios se separaban y dejaban escapar sus palabras que habían resonado en el silencioso autobús como si de un trueno se tratara, haciéndole sobresaltarse al escucharlas.

—Te quiero...

Dime que me quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora