3. Bajo la lluvia

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"Me parece bien que seas gay"

Esas palabras todavía flotaban por el aire, llegando a sus oídos y quedándose en ellos fuertemente prendidas.

Si le parecía bien, ¿por qué se había enfadado? ¿Por qué no se lo había dicho antes?

Se limpió las lágrimas que bajaban por sus mejillas y decidió bajar a buscarle. Tenía  que saber lo que realmente opina de él.

Llegó al piso inferior y se encontró a Georg y a Gustav mirando por la ventana muy divertidos.

— ¿Qué estáis mirando?—preguntó con mucha curiosidad.

—El hermano tan idiota que tienes—contestó Georg riendo.

—Ha salido a caminar bajo la lluvia. Va a regresar calado hasta los huesos—explicó Gustav.

—Voy a ver que le pasa—murmuró Bill abriendo la puerta.

Salió al exterior sin importarle ya su miedo a las tormentas. Su hermano estaba ahí fuera sintiéndose mal y él quiere estar a su lado.

—La idiotez es hereditaria—comentó Georg viéndole correr bajo la lluvia.





Echó a correr sin saber a donde dirigirse. El autobús se encontraba parado en mitad de la nada. Había un campo que crecía al lado de la carretera y a lo lejos le pareció divisar un viejo cobertizo.

Con una corazonada se dirigió a el corriendo con mucho esfuerzo debido a la altura de la hierba que le llegaba hasta las rodillas. La lluvia le había empapado desde el primer momento que puso un pie fuera del autobús y la ropa se le pegaba al cuerpo haciéndole temblar de frío.

Se quitó con una mano el pelo empapado de la cara, se paró un minuto para recobrar el aliento pero entonces un relámpago que iluminó el cielo  haciéndole soltar un grito y salir huyendo.

 Echó a correr de nuevo mientras solloza por el miedo. Llegó al cobertizo y pegó otro grito cuando unas manos le cogieron con firmeza por los hombros.

— ¡Soy yo!—dijo Tom abrazándole con fuerza.

Le había visto venir corriendo hacia donde estaba él y hasta había escuchado el grito que dio cuando el relámpago iluminó el cielo.

— ¡Tom!—llamó Bill entre jadeos, respirando más aliviado.

Se aferró unos momentos a su cuerpo y luego le soltó llevándose una mano al pecho. Sentía que el corazón le latía a mil por hora, sentía como quería salirse de su pecho. Pero no era por la carrera, sino por lo que había sentido cuando su hermano le había estrechado en sus brazos. Echó a correr por miedo y él se lo había quitado con un simple abrazo.

—Te vas a coger algo así de empapado—murmuró Tom quitándose su sudadera.

—Tú también te puedes coger algo—replicó Bill negando con la cabeza,

—Da igual, tú eres más importante—insistió Tom con firmeza.

Se quitó la camiseta que llevaba seca bajo la sudadera además de que conservaba aún el calor de su cuerpo y se la tendió, pero su hermano volvió a negar con la cabeza.

"Tozudo"—pensó tirando de su camiseta empapada.

Se la quitó sin prestar atención a sus protestas. Le puso la suya como si de un niño pequeño se tratara y tiró la empapada bien lejos.

Dime que me quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora