Capítulo dos: Ojos que Hablan.

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Las doradas hojas de los árboles caían con lentitud desde el cielo, decoraban las calles, las carreteras. Era una vista perfecta, la calidez del amanecer, el sol tocaba la piel de Hyunjin con parsimonia, su cuerpo siempre estaba frío, pero con los rayos del sol en él, se sentía cálido. El río Han brillaba, un esplendor único, sus aguas se movían libremente, las aves del cielo volaban hacia quién sabe dónde, las personas sonreían, otras reían. Se veían tan felices. 

¿Por qué yo no puedo ser feliz? 

Continuó con su camino hasta la escuela, tenía hambre, no había desayunado, se había levantado en la madrugada e ir a recoger los documentos de su madre, esperó tres horas para que la notaria se abriera. Dejó los documentos en casa y salió corriendo hacia la escuela, por suerte, su camino era por el río Han, al menos, en ese momento no veía a esa mujer. Cuánto anhelaba que ese momento sea eterno, sentir esa paz por siempre. Tal vez, unirse con sus aguas que corrían suavemente, moviéndose a donde ellas quisiesen, no sentir ningún tipo de pena, tristeza, o lo que sea. 

Sin embargo, en todo su camino, su mirada estaba únicamente centrada en el agua, el ver hacia el otro lado le partía el corazón. Había niños felices junto a sus padres, incluso, sus compañeros estaban felices con sus amigos, todos sonriendo, disfrutando de la vida. 

Llegó a la escuela y se sentó en su lugar, estaba a lado de la ventana, solo se dedicaba a mirar por ese vidrio toda la ciudad, los árboles, los cerezos, cada vez más hermosos. El sol recaía en sus oscuros cabellos, sus ojos se cerraban lentamente, estaba muy cansado, solo durmió dos horas, poco a poco, sus ojos se cerraban, hasta quedar profundamente dormido. 

Sentía cómo algo rozaba con su nariz, abrió sus ojos con lentitud y pudo ver una cabellera rubia que brillaba aún más con el sol, unos ojos color miel que miraban algo concentrados. 

—Oh, te despertaste —esa persona sonrió. Hyunjin podía jurar que esa era la sonrisa más hermosa que alguna vez había visto, podía sentir el amanecer en esa sonrisa, intentó moverse, pero esa persona lo detuvo —. ¡No! No te muevas, ¿acaso no lo notas? —Hyunjin dirigió su mano hasta su nariz y vio un rastro de sangre— ¿Ser el mejor en clase, trae estas consecuencias? —el pelinegro no decía nada, pero observaba al pelirrubio directo a los ojos. Quiso quitar la mano del rubio, pero este negó —No, yo lo haré. Por cierto, puse algunas benditas en tu muñeca, vi algunas heridas y me preocupé, es mejor cuidarlas, ¿no? —el rubio sonrió, Hyunjin desvió su mirada hacia la ventana, el rubio soltó una risita. —Listo, ya dejó de salir. Soy Felix, por cierto.

El timbre sonó y Hyunjin se levantó, saliendo de clase, solo miró a Felix e hizo una reverencia en modo de agradecimiento, el rubio era más bajo que él. No tenía qué comer, y tampoco dinero para comprarse algo. Vagaba por el campo deportivo, estaba sentado, sintiendo los rayos del sol en su rostro, si esa era la sensación de estar muerto, quisiera estarlo. 

—¿Hola? —escuchó la voz de alguien que se le hacía conocido, abrió los ojos y volvió a mirar esos iris color miel. Luego, observó cómo estos se achicaban al sonreír, unas pequeñas pecas decoraban su rostro, y su sonrisa... esa sonrisa— ¿Por qué estás allí tirado? ¿No piensas comer algo? —Hyunjin se elevó y se sentó, el rubio hizo lo mismo y se sentó a su lado, a su lado traía una pequeña canasta, al abrirla, comenzó a sacar un almuerzo completo. Un plato de kimchi, arroz, carne, algunas verduras, y por último, unos brownies. El pelinegro estaba sorprendido, pero no podía admitir que su boca se le hacía agua— Te traje esto.

Era increíble el cómo Felix, al ver los ojos del pelinegro, parecía hambriento. Lo buscó por todos lados, pero al final, lo encontró aquí. Los ojos de Hyunjin eran como un libro abierto, estos podían expresar todo lo que la boca del pelinegro no podía, su cansancio, su hambre, y hasta su tristeza y su dolor. Aunque el rubio quería saber la razón de lo último, no se atrevía a preguntar. Sin embargo, podía ver cómo el pelinegro hacía una reverencia y comenzaba a comer, Felix sonreía, miraba con atención cada movimiento del pelinegro, siempre había sentido curiosidad por su compañero, siempre lo veía tan callado, o resolviendo todas sus tareas en el preciso momento, como si fuera el último momento de su vida. No era alguien que dijera mucho, es más, su presencia era para nada notoria, pero no sabía que, había alguien que siempre estaba pendiente de él. Y ese, era Felix. Todos los días buscaba algún pretexto para hablarle, o acercarse a él, pero no sabía cómo, hasta hoy, que pudo tener el mejor pretexto de acercarse. 

Hyunjin, al finalizar, habló por primera vez en todo su encuentro: —Gracias.—

De alguna manera, su voz sonaba rota, el rubio frunció el ceño y asintió, Hyunjin había dejado los platos limpios en una velocidad increíble, el pelinegro alcanzó la canasta y guardó las cosas, todas en orden. Felix se sorprendió, el pelinegro estaba por levantarse, pero Felix sostuvo su muñeca, impidiéndolo. 

—¡Espera! —llamó— Yo... horneé esto, especialmente para ti —al decir eso, Felix sonrió y sacó un táper transparente, lo abrió y se lo entregó a Hyunjin —, son brownies. Una vez te vi... comer un brownie muy feliz y quise hacerte más. 

El pelinegro lo miraba, no podía moverse, estaba inmóvil, Felix agarró uno son sus dedos y se lo llevó a la boca de Hyunjin —Di "ahh" —el pelinegro hizo ese gesto y lo recibió. Masticaba lentamente, Felix sonrió.— Están ricos, ¿verdad? —el pelinegro asintió, sin quitar su mirada de los ojos del rubio. Este también lo miró, se acercó un poco más, los ojos de Hyunjin no mostraban alegría, más bien, estaban tristes, brillaban, como si quisiera llorar. Sus ojos pedía ayuda, suplicaban por alguien. Felix, al fin, preguntó: —¿Estás bien?— Y al parecer, esa fue la gota que derramó el vaso. 

En tanto tiempo, en tantos años, nadie le había preguntado eso a Hyunjin, un "crack" resonó en todo su interior y así, cayó en los brazos del rubio. Estaba llorando, estaba soltando todo lo que en su casa no podía, el dolor del nudo que tenía en su garganta dolían, sus manos se aferraban con fuera al uniforme de Felix, como si no quisiera alejarse, el rubio estaba asustado, preocupado y sorprendido. Se acercó más a Hyunjin y lo abrazó, el pelinegro estaba asustado, cansado, su cuerpo temblaba, sus manos de la misma manera. ¿Qué tanto habría estado pasando para llegar a ese extremo? 

Hyunjin calmó un poco su llanto y se levantó, mirando a Felix, los ojos de Hyunjin estaban rojos. 

—Y-Ya... no puedo más... —esas fueron las únicas palabras que dijo Hyunjin, el rubio abrió los ojos y lo abrazó, apegando más su cuerpo al del contrario.

Entonces, sí, tenía razón, Hyunjin estaba pasando por un mal momento, tal vez no lo demostraba con su actitud, pero sus felinos ojos eran como un libro abierto, sus ojos hablaban por él. Felix movía su mano por la espalda de Hyunjin, tratando de calmarlo. Pero, pese a tratar de ser fuerte, ver al chico que amaba en ese estado, le partía el corazón, y le dolía. 

Le dolía mucho.

𝐌𝐘 𝐁𝐄𝐋𝐎𝐕𝐄𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora