Capítulo tres: Tú No Llores, Solo Sé Feliz.

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El sol ya se ocultaba, las nubes en el cielo reflejaban un color ámbar, sus manos estaban entrelazadas, como si por medio de aquel contacto podrían transmitir paz, tranquilidad. No hacía falta palabras para poder comunicarse, con una sola mirada era suficiente. 

Ambos caminaban por un parque lleno de cerezos, pétalos caían sobre sus cabellos rubios y por sobre aquellos azabaches. Hyunjin jaló a Felix y ambos se sentaron en un banco que yacía por allí, la suave brisa tocaba sus rostros como una suave pluma, el pelinegro admiraba el paisaje y el cielo, con una expresión nostálgica, en cambio, el rubio admiraba el rostro del contrario. Podría describirlo con una sola palabra: perfecto. Sin embargo, notó que unas gotas transparentes salían de los ojos del pelinegro y caían por sus mejillas, mientras estas se tornaban algo rosadas. 

Pudo entender que Hyunjin se encontraba tan afligido, y era verdad, el pelinegro no solo estaba cansado físicamente, sino también, mentalmente. Incluso si quisiera seguir adelante y olvidar todo lo que pasó, no sería posible, estaba realmente cansado. Tal vez, las personas sí tenían un límite de dolor, un límite en el que uno podía soportar, pero al sobrepasar aquel límite, ya no había vuelta atrás. 

Y por más triste que suene, Hyunjin había llegado a su límite. 

—Felix. —El pelinegro llamó al rubio, tomándolo por sorpresa.

—¿Si? —el rubio escuchaba, su mano no soltaba la de Hyunjin, de alguna manera, el sentirlo tan cerca, tan conectado a él, le transmitía una paz que nunca antes había sentido. Lo hacía sentir completo, como si nada le faltara. 

—¿Crees que haya algún lugar... en donde el dolor no exista? —el rubio se sorprendió, fue en ese momento en que sus ojos se encontraron con los de Hyunjin, estos se notaban realmente cansado, pero, aun así, le parecían hermosos. 

—Lo hay. —Respondió, entonces, el pelinegro lo abrazó. 

—Quiero ir allí —Felix correspondió al abrazo—. 

Por un momento, el tiempo se había detenido para ambos, las hojas que caían de los árboles se detuvieron, las personas también, los autos, todo. Ambos jóvenes se abrazaban, sus corazones latían sincronizados, deseaban que ese momento no terminara nunca. De pronto, Felix se alejó y sostuvo los hombros del pelinegro, lo miró con una sonrisa y le propuso algo.

—Vámonos —dijo, Hyunjin se secaba las lágrimas y frunció el ceño.

—¿Irnos? —preguntó. Estaba aterrorizado, pero también emocionado. 

—Vámonos muy lejos, solos, tú y yo —el pelinegro se relamió los labios, tenía miedo. Siempre fue así, nunca pudo tomar decisiones por miedo, era simple. 

Desde pequeño, al tomar una mala decisión o algo que no sea del gusto de su madre, esta le daba una lección, cada vez que Hyunjin tenía que tomar una decisión, la angustia, el miedo y la ansiedad invadían todo su cuerpo, se sentía inseguro, como si en cualquier momento su madre vendría y lo mataría a golpes. Hyunjin sabía muy bien que eso estaba mal, pero, no sabía qué hacer; no obstante, al escuchar la propuesta de Felix, una sensación de seguridad hizo que aceptara, alejarse de esa mujer y de todo el mundo con el rubio haría que ya no sienta dolor, tal vez no sería algo permanente, pero quería, por última vez, sentir felicidad con esa persona. 

Quería, por última vez, no sentir dolor estando con vida. 

Hyunjin asintió, asintió desesperadamente, el rubio sonrió más y lo sujetó de la muñeca.

—Vamos a traer provisiones —avisó, el rubio cogió sus cosas y jaló a Hyunjin hasta donde sería su casa, el pelinegro lo seguía sin decir nada, pero por dentro, moría de felicidad, ¿por qué no había conocido a Felix antes? —, bien, aquí es —el rubio señaló una gran casa, dejando sorprendido al pelinegro —. Vamos.

𝐌𝐘 𝐁𝐄𝐋𝐎𝐕𝐄𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora