Capítulo IV

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El primer mes para Samuel en el reclusorio pasa de manera rápida y como reglas del penal recibió sus cuatro visitas por mes. Su madre y hermana le llevaron frutas entre otra cosa que lamentablemente fuero confiscado, lo provoco que los ánimos del chico decayeran.

—¿Por qué siento que no me prestas atención? —gruñe el ruso mirándolo con su ceño fruncido, no entiende qué le sucede al muchacho.

—Lo lamento, es que no tengo ánimos para tomar clases hoy —murmura con una mueca en sus labios, Lucifer solo chasquea su lengua y arruga su ceño mientras que cruza sus brazos tatuados.

—¿Se puede saber el motivo de tu desánimo? Ya que no vas a tomar las clases, creo que deberías compartir lo que te pasa —le dice, Samuel deja salir un suspiro y levanta su mirada conectándola con el café penetrante de Lucifer que lo observa en espera de una respuesta.

—Mi madre me trajo mi colcha de dormir favorita. Al igual que otras cosas, pero fueron confiscadas y no me dan la razón —Lucifer pone sus ojos en blanco porque pensaba que era algo más profundo o turbio; sin embargo le parece patético y muy de niñato.

—Es una mariconada muy sentimental —suelta levantándose del sofá. —Prepararé la cena, ¿te quedas? —cuestiona.

—No, me iré a cenar con Matthew —recoge la libreta. —Que tengas feliz noche, Lucifer —abandona la celda del hombre de ojos cafés para ir hasta el comedor donde se va hasta la mesa donde están sus amigos. Dejando al ruso confundido por su apego a una colcha.

—¿Qué haces tan temprano aquí? ¿Te hizo algo Lucifer? —Cuestiona bajito Matthew, que no estuvo muy a gusto cuando el joven Samuel le confesó que su maestro de ruso era el narco del que le pido que se mantenga alejado.

El mayor solo quiere proteger al chico, ya que lo ve como un hijo y no quiere que le pase nada malo.

—Hoy termino más temprano —miente a lo que Matthew le cree.

Esa noche la cena fue una pasta bastante pegajosa con una carne que parece que llevaba días fuera del refrigerador. Después de cenar, volvieron a la celda donde Samuel enseguida quedo profundamente dormido.

...

El joven camina con su libreta en mano hasta la celda de Lucifer, toca la puerta y escucha los pesados pasos del otro lado. Se sorprende al encontrar al hombre de piel tostada en ropa interior, el mayor se echa a un lado para que este ingrese.

Lucifer camina hasta su closet de dónde saca un short deportivo que solo utiliza cuando está en su habitación, ya que como cualquier otro recluso, es obligado a utilizar el uniforme.

—Hoy no tomarás las lecciones —suelta cruzando sus brazos sobre su musculoso pecho, mirando al chico directo a los ojos.

—¿Por qué? —Cuestiona frunciendo su ceño, confundido por ese cambio tan repentino, Lucifer se acerca a él invadiendo su espacio personal.

—Porque me debes un favor —respondió, Samuel abre sus ojos grandes en sorpresa y luego lo mira totalmente confundido sin saber a qué se está refiriendo.

—Tú no me has hecho ningún favor que yo sepa —suelta, Lucifer se ríe para separarse de él y caminar hasta una caja que le entrega.

—Ábrela —ordena, Samuel la abre, encontrando dentro todo lo que trajo su madre para él. —Ahora me debes pagar —añadió.

—Yo no te pedí que lo hiciera —le dice a lo que Lucifer hace una mueca con sus labios para quitarle la colcha que saco de la caja y volver a entrarla en la ella.

—Bien, me visto y entregaré todo al guardia para que lo tire a la basura —suelta, pero Samuel niega rápidamente.

—No... por favor —pide, Lucifer rueda los ojos para dejar la caja sobre el sofá. —¿Qué quieres que haga? —Cuestiona en un débil susurro mirando el suelo.

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⏰ Última actualización: Jan 30 ⏰

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El recluso de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora