Capítulo 2

26 0 0
                                    

Desear nunca ha sido algo malo, pero el desear hasta llegar al punto extremo de anhelar el querer a una persona cerca, cuando ella misma ha decidido marcharse, se convierte en la opción más egoísta que podrías tener contigo mismo.

¿Por qué digo esto?

Porque a lo largo de mis veintitrés años me he dado cuenta de que a veces los anhelos deben tener un freno. Un freno que nos haga detenernos ante decisiones que tomemos a ciegas.

Desde pequeña siempre hubo cosas que aprendí con rapidez. Como, por ejemplo, que la gente se aburre, y cuando lo hace, se marcha en un viaje sin retorno.

La primera vez que evidencié todo esto, fue cuando tenía tan solo unos cinco o seis años de edad. En ese entonces, aún era muy pequeña para comprender cosas de adultos como lo es una separación, y claro, al no entender nada, todo resultaba ser más complejo. Porque veía como la tristeza iba tomando forma en mi casa y que el enojo iba acrecentando al mismo tiempo.

Recuerdo como sentía que mi vida se destrozaba con el paso de cada segundo, porque él era mi vida y siempre lo fue.

Los recuerdos de ese día vuelan y recorren cada espacio de mi mente, consumiéndola por completo.

Verlo tomar sus cosas y marcharse sin mirar atrás, ni siquiera entregándome una mirada reconfortante sin ningún tipo de explicación más que decirme que se debía ir, fue lo más doloroso que experimenté a tan corta edad.

Sentía que algo dentro de mí se rompía. Y desde ese mismo día, jamás volví a ser la misma persona que fui con él.

Observo cada uno de esos recuerdos con un dolor profundo. Un dolor que nunca he podido sacar completamente de mi interior. Porque a pesar de las horas, días, meses y años en terapia, nunca he podido hacerme cargo de abrazar mi niñez y soltar todo aquello que aún me mantiene atada a él.

Pero aun así hay cosas que no logro recordar, es como si tuviese todos mis recuerdos bloqueados, como si fuesen los niveles de un juego electrónico, a los cuales aún no he podido obtener el acceso.

Y gracias a ello, he tenido mil dudas que se encuentran flotando a la deriva por toda mi mente, así... sin un rumbo definido.

Es por eso que he decidido comenzar una investigación, pero no una investigación cualquiera, sino más bien, una investigación que me pueda ayudar a conocerme mejor, que me ayude a identificar quién soy yo realmente y la respuesta de por qué soy como soy.

Entre Nubes y AnhelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora