Capítulo 5

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Una semana llevaba en la capital de Italia, una semana había pasado desde que había abandonado mi ciudad natal.

Una semana pasó desde que conocí al chico que mantenía ocupada mi mente de los pensamientos negativos y el miedo al estar lejos de casa.

Y aquí me encuentro, en Italia trotando para ordenar todo un poco y comenzar a pensar por dónde empezar a buscar mi historia.

Terminé mi entrenamiento luego de una hora y media, y me dirigí hacia una biblioteca.

Caminé hacia un pequeño mostrador en donde detrás de él había un hombre mayor y algo canoso.

Ciao, ¿sai dove posso trovare file per un cognome specifico? —Pregunté en donde podía buscar archivos de un apellido en específico, mientras observaba el lugar con admiración.

¿Che cognome stai cercando? —Preguntó con una sonrisa.

Spaggiari —Mencioné mi apellido.

Sezione due, in basso a destra... —Dijo mientras me señalaba con sus manos en donde quedaba la sección que me había señalado.

Perfetto, ¡grazie! —Agradecí con una amable sonrisa para luego caminar hacia la dirección que me había mencionado.

Hice lo que me dijo, y luego de unos minutos caminando a paso lento y con mucha precaución de no dejar caer ningún libro de los viejos estantes que estaban esparcidos por el pequeño pasillo, llegué a la sección dos, en donde se hallaban todos los archivos de los apellidos de la letra S.

Me acomodé la bolsa de tela sobre el hombro, la cual había comenzado a escaparse de él, e inicié la tan anhelada búsqueda.

Simonne, Sinston, Sonne, Soraci, Sorrentino, Suracci... —Susurraba los apellidos que se me presentaban ante mí.

¡Spaggiari! —Exclamé algo fuerte, haciendo que varias personas a mi alrededor exclamaran un "shh" con molestia.

Rodeé los ojos con molestia y sonreí ante mi pequeño avance.

Abrí el enorme libro que contenía todos los archivos con este apellido y comencé a leer.

La familia Spaggiari proveniente de la ciudad de Venecia, ha sido considerada una de las familias más importantes en el área del arte. Pues, Marco Spaggiari (1567 - 1638) fue considerado uno de los más importantes compositores de ópera hasta el día de hoy. Su hija Camille Spaggiari fundó la fábrica textil más grande de la época, la cual fue utilizada por las personas de prestigio de la época...

Unas hojas más tarde...

Paulo Spaggiari se marchó junto a sus dos hijos, Oscar y Lia y su esposa Caroline Russo durante el periodo de la primera guerra mundial hacia España. Dejando una vida de lujos y prestigios al ser de una clase social alta. A cambio de una vida tranquila en un nuevo destino en donde sus dos jóvenes hijos podrían crecer sanamente.

Lia, la menor. Conoció a su marido a los quince años, con quien compartió largos años antes de casarse y formar una historia a su lado. Se dice que tuvo tres hijos quienes, al igual que los dos hijos de su hermano Oscar, dejaron una línea de sucesiones de las cuales se les desconoce su paradero.

[Archivo 563, Biblioteca Nacional de la Capital Romana].

Quedé impactada.

Pero al mismo tiempo feliz de poder conocer un poquito más de mis orígenes.

Mi abuela Lia, hermana del padre de mi padre, había sido bis, bis... nieta del famosísimo Marco Spaggiari del cual solo pensé que tendríamos el apellido en común, pero nunca que seríamos familia.

Al revisar nuevamente por si había algún detalle importante del cual no me había percatado, aproveché para tomarle un par de fotos a la información que había recolectado para poder ir llevando un registro de mi investigación.

Sin nada más que buscar, di por terminado este pequeño momento de búsqueda y caminé lentamente hacia la salida.

Una vez que salí, el frío golpeó con fuerza mi rostro. Permitiendo que mis mejillas, mis manos y mi nariz se volviesen de un leve color escarlata, debido al poco abrigo que tenía en la zona.

Durante mi trayecto hacia mi residencial, compré un vaso de chocolate caliente para no perder tanta temperatura y varios dulces llamados canolli para hacer más ameno el frío que llegaba a calar los huesos.

Al llegar, entré rápidamente por la construcción de piedra del siglo pasado y crucé el largo pasillo lleno de plantas resguardadas del frío por un plástico, y subí las escaleras rumbo a la tercera puerta del lado derecho que tenía el número doscientos trece enmarcado en medio de esta, y una pequeña maceta de cactus algo moribundo debido al frío extremo que cubría la ciudad.

Sin poder aguantar un segundo más fuera, abrí la puerta lo más rápido que pude con mis manos congeladas y entré a mi pequeño y acogedor apartamento.

Dejé las llaves sobre la pequeña mesita de la entrada junto a la puerta y me dirigí hasta la cocina para dejar sobre la encimera la caja con los canollis que había comprado hace unos momentos y botar el vaso de chocolate caliente que había bebido durante el camino.

Al ya estar todo en su lugar, fui hasta mi habitación y me cambié la abrigada e incómoda ropa y la cambié por algo más holgado y cómodo, para poder acostarme a ver una película con tranquilidad.

Mientras miraba "Más allá del Universo" sentí la pequeña vibración en mi celular que me hacía saber que me había llegado una notificación.

No sabía por qué, pero mi celular siempre debía de estar sin hacer mucho ruido. No me gustaba que tuviera esos sonidos muy fuertes o que estuviese en un silencio profundo.

En cambio, mantenerlo así, era como que no estaba tan ausente del mundo. Es como si con ese pequeño ruidito que emanara la vibración al recibir la notificación, me estuviese describiendo a mi misma. Porque a pesar de no ser parlanchina como muchos, ni tan callada como otros, yo tenía el punto intermedio. Tal y como mi celular.

Al mirar la bandeja de notificaciones, vi un mensaje de mi mamá que me decía...

Espero que te encuentres bien, mi querida Liz. Pero debo decirte algo importante, así que llámame cuando puedas, por favor.

Extrañada ante su petición, decidí poner la película en pausa y marcar el número de mi madre, que a penas luego de tres toques, contestó.

—Hola mamá...

—Cariño... —Habló con angustia en su voz.

—¿Qué sucede mamá?

—Es Sophie...

—¿Qué pasa? ¿Qué hay con mi mejor amiga mamá? —Pregunté con preocupación e impaciencia imaginando mil escenarios diferentes.

—Ha tenido un accidente... —Dijo con pesar.

Solo esas palabras bastaron para sentir mi mundo desmoronarse.

Mi mejor amiga, la que tantas veces me había ayudado y aconsejado cada vez que lo necesitaba había tenido un accidente, y lo peor es que yo no estaba en la ciudad, ni mucho menos en el país, sino que estaba a miles de kilómetros de distancia.

—¿Liz?

—Ella... ¿ella está bien mamá?

—Tuvo una contusión producto al choque y varias lesiones, pero está grave Liz...

—Debo ir.

—No, cariño... yo te puedo ir avisando. Además, estoy segura de que mejorará.

—No ma, voy a ir.

—Bueno, cualquier cosa me avisas, ¿vale?

—Vale, mamá.

—Estaremos en contacto, Liz.

—Bueno, adiós, mamá.

—Adiós, cariño.

Entre Nubes y AnhelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora