𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐥𝐞𝐬𝐬 - [ᴅᴇꜱᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇꜱ]

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟏

ʺ𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐥𝐞𝐬𝐬ʺ [Descendientes]

| | 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟏 | |

"𝙳𝚘𝚖𝚒𝚗𝚊𝚛 𝚊𝚕 𝚖𝚞𝚗𝚍𝚘.ʺ

Sebastián caminaba por un prado verde lleno de flores blancas, el sol salía del horizonte, bañando el paisaje con una luz dorada. Sentía una felicidad intensa, un cosquilleo inexplicable en el estómago, una emoción que nunca había experimentado en su vida. Parecía estar solo, pero al mirar hacia abajo, se daba cuenta de que sostenía la mano de alguien. Lentamente levantó la vista, siguiendo el brazo del desconocido hasta encontrar una cabellera rubia y brillante.

La luz del sol jugaba con el cabello de la chica, creando un halo dorado que hacía aún más difícil distinguir su rostro. Era como si viera borroso, un velo opaco que se negaba a revelarle los detalles de la joven. Intentó enfocar su vista, deseando con todas sus fuerzas ver el rostro de aquella persona que le hacía sentir tan pleno. Pero era imposible. Justo cuando la imagen comenzaba a aclararse, justo cuando sentía que por fin la vería claramente, todo se desvanecía en la nada.

Y entonces se despertaba.

El regreso a la realidad era brutal. Las paredes frías y grises de su habitación en la Isla de los Perdidos lo recibían, devolviéndolo a su vida de oscuridad. El contraste entre el sueño y la realidad lo hacía sentirse aún más miserable. El calor y la paz del prado desaparecían, reemplazados por la cruda verdad de su existencia.

Aquel sueño era recurrente, una tortura que volvía noche tras noche. Y cada vez que despertaba, la felicidad efímera que sentía en el sueño se desvanecía, dejando tras de sí un vacío aún más profundo. Sebastián se quedaba mirando el techo, tratando de aferrarse a los fragmentos de aquella visión, preguntándose quién era la chica y por qué su rostro permanecía oculto. Era como si su mente se burlara de él, ofreciéndole un destello de esperanza solo para arrebatárselo cruelmente.

Con un suspiro, se levantaba de la cama, sabiendo que el día que le esperaba no traería respuestas ni consuelo. Solo más de la misma oscuridad. Pero en algún rincón de su ser, mantenía viva una chispa de esperanza. La esperanza de que algún día, de alguna manera, encontraría el prado y a la chica de su sueño. Y tal vez, solo tal vez, podría encontrar la felicidad que siempre le había sido negada.

[...]

"Disculpe señor, ¿ya termina?" Preguntó la rubia, intentando ver desde el pequeño sillón donde se encontraba.

"Solo me faltan los últimos retoques, señorita." Lydia le sonrió al hombre con amabilidad, no quería apurarlo, pero realmente se aburría.

"Si quieres, puedes ir. Yo te alcanzo en un momento." Sonrió con ternura Ben, aunque luego volvió a tener una expresión pensativa.