Pasaron días, semanas, sin saber nada de Felipe, ya no me mandaba mensajes y si hacía planes con los chicos trataba de no venir a mi casa. Me sentía vacía, como si me faltara algo, y era raro, nunca pensé llegar a sentirme así por nadie, tengo que confesar que lo odiaba. Odiaba sentirme tan débil por alguien, y más por un chico.
— Con permiso —mi hermano dijo entrando a mi habitación.
— ¿Que pasó? —le pregunté desanimada.
— Hoy es el cumple de Blas, así que organizamos una jodita, acá en casa.
— Bueno, que bien.
— No te molesta, ¿no? —preguntó por las dudas.
— Para nada.
Pasé mis horas acostada en mi cama, pensando si iba a salir de mi cuarto en algún momento o si me iba a quedar toda la noche encerrada. Podía escuchar como todos iban llegando, uno por uno, saludándose entre sí. Me sentiría mal toda la vida si no iba a saludarlo a Blasito por su cumple.
Me cambié, me peine un poco y bajé. Tampoco podía seguir así, ya parecía una emo depresiva.
— Hola, cuánto tiempo. —me saludó Blas.
Fui corriendo a abrazarlo y me subí encima de él, como si estuviera cargándome a upa. Está feliz de verlo, necesitaba ver a mi amigo.
— Feliz cumple, rulitos. —le dije mientras lo abrazaba fuerte.
Pude notar una mirada fija en nosotros dos, una mirada que yo ya conocía, la mirada de un corazón angustiado esperando ser correspondido. Miré a Felipe, y sin decirle nada, sonreí, él se acercó, parecía que iba a hablarme, pero no, me esquivó y se fue con los chicos.
— Pero que hijo de puta. —pensé, estaba bastante ilusionada pensando que iba a saludarme por lo menos, yo sabía que todo era culpa mía y que él solo estaba haciendo lo que le pedí.
La fiesta estaba bastante buena, lo malo era que yo no me sentía bien conmigo misma. Enzo y Kuku hacían unos tragos buenísimos, eran una buena dupla, Juani estaba poniendo la música y los demás bueno, bailábamos.
— ¿Como la estás pasando, Valu? —me preguntó Fran acercándose a mí al ver que estaba totalmente sola.
— Bien, bien... —dije mientras tomaba un trago de mi vaso, tomaba para olvidar.
No era verdad, no la había estado pasando bien desde hace semanas, pero no quería aceptarlo.
Estaban todos en el patio, menos alguien, menos Felipe, lo noté y lo busqué por todos lados, me preocupaba pensar que no la estaba pasando tan bien como los demás, pensaba que él también sufría por lo de "ignorar los sentimientos"
Hasta que lo vi, estaba sentado en la cocina, el lugar donde nos dimos nuestro primer y único beso. Él estaba tranquilo hasta que mi presencia lo interrumpió.
— Felipe... —le dije.
Él levantó la mirada, sus ojos estaban cristalizados, no quería seguir así, no podía verlo así y menos por algo que yo podía arreglar fácilmente. Fui hacia donde estaba él, puse mis manos al rededor de su rostro y le dije:
— A veces el amor y la amistad se cruzan y a alguien le toca sufrir...
Me abrazó, y sentí como una carga dentro de mi se iba. Finalmente sentí paz, él me la daba.
Abrázame, que mi corazón necesita escuchar al tuyo.
— No quiero ser yo el que sufre, vos a mi me gustas como para asumir todo tipo de consecuencias.
Nos quedamos mirándonos por segundos, hasta que finalmente le dije:
— Espero que mi hermano me perdone por lo que estoy por hacer.
Y me encime hacia él y lo bese con suavidad. Felipe cerró los ojos y se dejó llevar, y sintió que algo estallaba en su pecho y que un extraño hormigueo recorría todo su cuerpo.
Un beso que responda a todas las preguntas.
Un beso que te sane, me sane, nos sane.
— Espero que tu hermano nos perdone a los dos —dijo mientras sonrió para volver a darme otro beso, mucho más fugaz que el anterior.
— No quiero alejarme de vos. —confesé.
—Yo tampoco, no puedo.
Me besó, y así comenzó mi vicio, su vicio, nuestro vicio.
