Aquella protesta había hecho que Milagros se diera una vuelta para mirarme, claro que ella no entendía el porque yo estaba diciéndole eso si supuestamente no sabía nada sobre su amenaza al chico.
— ¿Qué?—dijo acercándose poco a poco, causándome un poco de miedo—.¿Qué me dijiste? No te escuché.
— Nada. —Juani me pegó un codazo y ahí fue donde me di cuenta que debía ser más disimulada con el tema, si se enteraba que yo ya lo sabía, aunque sea lo más mínimo, podía llegar a hacerme lo mismo o mucho peor, ya que a mí me odiaba y bueno...a Pipe se supone que lo sigue amando.
— ¡Repetí lo que dijiste! —siguió insistiendo, ya era bastante densa la pibita.
— ¡Que no te tengo miedo aunque quieras sacarme a Felipe! —le mentí, formulé otra frase totalmente diferente, lo único que repetí era "miedo" y "Felipe". No era para nada lo que le había gritado antes.
— Vas a ver que va a volver a ser mío. —dijo para después fugarse entre unos arbustos de la vereda de enfrente.
Mientras mi hermano y yo regresábamos a la mesa para seguir comiendo aquellos ravioles de pollo tan exquisitos que yo había cocinado, el ruido del timbre volvió a interrumpirnos haciéndome enojar bastante, supongo que era el hambre.
— ¿Y ahora que querrá la chica ésta? —dije yo irónicamente pensando que era otra vez la castaña amenazadora esa.
Cuando abrí la puerta lo hice con una cara no tan linda, no tan cortés. Estaba lista para pelearle lo que fuera, pero para mi sorpresa no era la loquita la que estaba tras la entrada, sino que al fin había llegado Catita y en su mano tenía una caja de bombones.
— ¿Y esa cara? —me preguntó ni bien me vio con una sonrisa.
Al instante que la vi me la contagia de inmediato, se me formó aquella expresión haciendo que casi me olvidara por completo del rostro de la muchacha anterior.
— Nada, es que vino Milagros antes de vos para más o menos provocarme. —le conté.
Luego la abracé fuertemente, necesitaba uno de los suyos hace rato. Pero ella no lo correspondió ya que se quedó pensando en lo que había dicho un segundo atrás.
— ¿También vino acá? —me preguntó al separarse de mí con una expresión de asombro.
— ¿A dónde más fue? —yo no entendía a qué se refería, ya que mucho de lo que mi hermano me había contado de ella y Felipe no lo había terminado de razonar.
— ¡A mi casa! Amenazó a Felipe con una pistola, ¿No sabías? —al decirle esto, Valen se quedó en shock, solo sabía de la amenaza...¿Pero con una pistola? Se ve que sabía muy poco del tema—. Bueno, vamos que te lo cuento todo.
Cata pasó dentro de la casa y fue directo al comedor así su amiga terminaba de comer mientras se enteraba lo que ocurrió la noche pasada.
— Hola, Juani. —en el fondo tenía un poco de resentimiento hacia él por la manera en que había tratado a su hermano, pero bueno, es algo pasajero, no va a perder a un amigo por esa boludez.
— ¡Hola Cata! —se acercó a saludarla como si nada, ya hasta se había olvidado que le gritó a su hermano.
— Bueno, les voy a contar todo lo que pasó anoche con mi hermano.. —empezó ella pero fue cortada por su propia amiga, yo.
— Espera, ¿Queres un poco de ravioles? —le ofrecí ya que Cata era la única de nosotros tres que no estaba comiendo nada.
— No gracias, ya comí. —se negó pero a la vez le agradeció el haberle ofrecido.
— ¡Ahora, si! Contá —incentivo Juan.
— Tienen que jurarme que lo que yo les diga, no va a salir de nuestro grupo, supongo que solo nosotros seis lo tenemos que saber... —dijo ella causando cierto temor en el rostro de los hermanos Caruso, ¿Tan preocupante había sido todo?
— Está bien, lo juramos. —dije yo por los dos, a lo que mi hermano estuvo de acuerdo.
Cata después de contarles el suceso por completo y ver la cara de la pobre Valen se sintió terrible por habérselo contado ella y no dejar que lo haga su hermano. Pero es que no aguantaba más verlo así, sabía que si fuera por él venía dentro de un mes.
— ¿No es culpa de él? Me siento terrible... —fue lo único que pude decir ya que las lágrimas se tardaron muy poco en apoderarse de mis ojos, se deslizaron como si estuvieran en un tobogán de la plaza, finalmente cuando terminaban de caer todas terminaban en mis labios—. Me acuerdo que él quiso explicarme pero le dije que se fuera.
— Me dijo que está harto de que Milagros se meta en lo de ustedes, quiere luchar por vos. —los ojos marrones de Valentina pasaron de llorar por pena a brillar con tan solo escuchar aquello, sabía que tenia al hombre ideal a su disposición.
— Pero, ¿Por qué no contesta mis mensajes? Le mandé unos diez. —se ve que nadie le había aviso a la pobre lo sucedido.
— ¿No lo sabes? Le rompieron en celular ayer en la Bresh. —decidió hablar mi hermano—. Y fue ni más ni menos que Milagros.
— No puedo creerlo, no lo sabía. —una ilusión se despertó dentro de mi, ya estaba creyendo que no quería contestarme.
— Mi hermano te quiere mucho, Valen. Jamás querría lastimarte de esa forma. —añadió Cata.
— Necesito verlo, necesito pedirle perdón. —les dije a las dos personas que estaban sentadas a mi lado—. ¿Está en tu casa? —pregunté a mi amiga.
— Si, fueron a verlo los chicos. —respondió.
— Juani anda a sacar el auto, que necesito ir a buscarlo.
