Cap. 3 Apariencias.

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-pasado Kurta.-

El rey y el principe estaban en el cuarto del último mencionado. Tomaban una taza de te mientras veían como las cortinas blancas de seda volaban suavemente por el viento de la noche, resplandeciendo la hermosa luna llena.

-Padre, entiendo que estés molesto, pero no es razón para hacerme ver cómo una mujer, diciendo que mi aspecto es inferior al de un hombre verdadero.

-Kurapika, entiende que nos vas a dejar en ridículo si te ven y tienes ropa de hombre, entiendo que seas chico y que tu aspecto sea el de una mujer, pero sería muy vergonzoso que la gente diga que eres una mujer en pantalones de un caballero.

-No entiendes nada... Es imposible hablar contigo.

-No digas eso, Kurapika. Esto es por el bien de la familia y nuestras riquezas.

-¡Siempre esa es la excusa! Estoy cansado...

-Basta hijo, no me obliges a..

El rey no pudo terminar su frase, ya que el menor lo interrumpió.

-¿A qué? ¿A golpearme? ¿A darme con un látigo hasta que sangre para obligarme a hacer lo que tú quieras?

El padre Kurta tiro la mesa a un lado, haciendo que el rubio se sobresaltara.

-Retira lo dicho, Kurapika.

El joven Kurta pensó un poco, después trago duro y respondió;

-No, no me manejaras más, padre. Estoy harto de tus peticiones y órdenes. Estoy al limite. ¿¡Me oíste!?

El rey camino unos pasos, haciendo que los dos kurta se miraran fijamente.
El mayor reaccionó con rapidez y jalo de los pelos del rubio, haciendo que este soltará un grito de dolor y levantandolo del asiento.

-Me vas a escuchar, quieras o no. Kurapika.

El joven Kurta intentaba zafarse del agarre de su padre, pero le era imposible, su cuerpo físico era pequeño en comparación al del mayor.
El castaño llevo a su hijo a una habitación oscura, de cuatro paredes color gris y sin ningún mueble exceptuando la ventana pequeña de una de las paredes.

-Vas a respetarme, hasta que aprendas a ser alguien respetuoso te quedarás aquí, si es necesario haré que te dejen sin alimento. ¿Entendido?

El mayor termino por tirar bruscamente a Kurapika hacia el piso, quedando este semi-acostado mirando al ser que le había dado la vida fijamente.
El padre Kurta apretó el puño, pero se mantuvo firme y sin hacerle más daño a su hijo.

-Buenas noches, Kurapika.

Con eso, cerró la puerta de aquella habitación, dejando completamente solo al joven Kurta.
El menor no aguanto ni un segundo más, y empezó a llorar en silencio, mientras apretaba el puño sobre el suelo, preguntándose porque no podía ser más fuerte como para desafiar a su padre.
.
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Habían pasado 30 minutos, y Kurapika estaba sentado con las rodillas al nivel de su cabeza, y sus brazos apoyados en estas.
Sus ojos estaban con un tono rojo claro por tanto llorar, y sus ojeras estaban peor que nunca.
Mientras el apenado chico miraba las paredes, noto la ventana chiquita, que era lo único que reflejaba la luz de la luna para que la habitación no se quede oscura.
Al ver esto, Kurapika tuvo una idea un tanto ingeniosa. Al decir verdad, el joven Kurta era muy inteligente, pero en esta situación esa idea no hubiera sido la mejor.

-Saldre de aquí, no me importa como... Pero lo haré.

Se susurro para si mismo el rubio mientras se levantaba del piso helado. Cuando estaba completamente derecho, camino hacia aquella ventana y se asomo un poco, parecía que la habitación estaba en el segundo piso del castillo, así que no sería muy difícil saltar, ya que habían unos arbustos que amortiguarian la caida.
Kurapika, con ambas manos, cálculo el ancho de su cintura, sentía que quizás podría hacer un esfuerzo para salir, pero no era imposible, en cambio su torso estraba perfectamente en esa estrecha ventana.

-Creo que con eso bastará.

El Kurta se limpio un poco los ojos, y decidido empezó a agarrar el borde de la ventana para poder impulsarse hacia el hueco, después de que se aseguró de no caerse, de una estocada su cabeza, brazos y torso salieron fuera del castillo, en cambio su cintura todavía seguida presa en aquella construcción.

-¡Uhg! ¡Vamos!

Reclamo Kurapika un poco ansioso e frustrado por la situación.
El chico intento hacer fuerza pero no podía, su cintura era más ancha que la ventana.
Su vestimenta, lo cuál era un vestido largo y rojo carmesí que le llegaba hasta los pies, estaba arrugada y los tacones blancos que le habia mandado su madre para que se los pusiera estaban revoleados por el piso.
Sin nada más que hacer quizo regresar a enterarse en aquella prisión, pero era demasiado tarde. Al hacer tanta presión para que su cintura entrara, acabo entrando apenas, pero eso hizo que se atorara en aquella ventana.
Kurapika quería matarse justo en ese momento, no tenía por dónde salir y si gritaba llamaría la atención de su padre, y eso haría que lo castigará peor por intentar escapar.
Sin ninguna escapatoria, el Kurta intento hacer presión lo más posible para salir de aquella situación, pero simplemente no pudo.
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Podrían haber pasado entre 5-15 minutos, y no había un indicio de poder destrabarse, así que en poco tiempo se rindió y decidió admirar la luz de la luna.
El algún momento, alguien tocó la puerta de madera que prohibía la escapatoria del joven.

-¿Puedo entrar?

Dijo una voz ronca del otro lado.

-Uhm..

Kurapika dudó, pero la voz de aquella persona no sonaba en nada igual a la de su padre, así que sin más acepto la petición.

-Si, puedes pasar.

El que entro fue Uvogin, uno de los guardias reales del principe. Este al ver la escena de su amo atorado en uns ventana de la cintura para abajo, se tapo los ojos de inmediato.

-Joven Kurapika, ¿Que hace?

Su vergüenza (o quizás no era vergüenza) llegó al punto de sonrojarse.

-¿Me ayuda a bajar? Es que me atore..- Hablo apenado el rubio.

-Claro.

Uvogin se destapó los ojos, y con aún el rubor en sus mejillas, que se intensificaba más a medida que se acercaba al Kurta, agarro la cintura del principe con sus anchas y grandes manos.

-¡Cuidado! Soy sensible al tacto.

El guardia se disculpó, para después jalar al rubio y destrabarlo en el acto.
Ya con el cuerpo completamente dentro del castillo miro a los ojos a Uvogin.

-Gracias, Uvo.

-No hay de que, amo Kurapika.

El moreno se arrodilló ante el Kurta, haciendo una reverencia de respeto, pero lo que el príncipe hizo lo sorprendió más aún.
Kurapika apoyo su mano refinada en la mejilla de su guardia, para después plantar un beso en la frente de este.

-Le agradezco la ayuda, Uvogin. Pero ya me tengo que retirar, con permiso.

Kurapika recojio sus tacones blancos y se los coloco, para después salir de aquella prisión, pasando por detrás de Uvo, el cual todavía estaba en shock.
Después de unos segundos, el guardia real reaccionó y notó que Kurapika se había escapado de su castigo.

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⏰ Última actualización: Feb 06 ⏰

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