Prólogo

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La oscuridad se dejaba caer por todo Texas, aquella fría noche de Junio. Y la pequeña Wendy de cinco años, inquieta aún estaba despierta. A pesar de los multiples intentos de su mamá, para lograr que se durmiera, todo era fallido. Ya iba la sexta vez que le cantaba su Lullaby favorito y su pequeña hija no se dormia. La suavidad de su canto no bastaba para dormirla.
-Wendy, será mejor que ya te duermas.
-No -espetó la pequeña Wendy abriéndo los ojos.
-O si no...
-¿O si no qué? -inquirió la pequeña curiosa.
-El coco va a venir a comerte -dijo la mujer provocando cosquillas en el pequeño estómago de su hija.
La niña no paraba de reír, hasta que su madre se detuvo con las cosquillas, para acomodar una muñeca de trapo al lado de la almohada de la pequeña.
-Pero no tengo sueño -dijo Wendy aventando la muñeca al suelo mientras hacia una mueca.
Ella odiaba las muñecas, por alguna extraña razón, era diferente al resto de las niñas Texanas, porque a diferencia de ellas, Wendy prefería jugar en los días nevados a las guerras de nieve y en los días soleados con pistolas de agua, con gustos poco afeminados, detestaba su muñeca de trapo que recibió como regalo de navidad.
Mientras se hacía presente un duro frío arrasador aquella noche, en el interior de las casas la calefacción arreglaba un poco el problema del frío con el que se enfrentaban últimamente, para conseguir un perfecto sueño acurrucados bajo las cobijas de sus camas sin sufrir del frío clima que calaba sus huesos a las afueras de sus cómodos hogares Texanos.
Después de otro Lullaby al parecer la pequeña Wendy finalmente había conciliado el sueño y su madre levantó del suelo la muñeca acomodándola nuevamente al lado de la almohada de su hija. Le regaló un dulce beso en la frente mirándola con ternura, para luego cerrar la puerta sin hacer ni el más minimo ruido. Un par de minutos más tarde, Wendy abrió el ojo derecho y luego el izquierdo, observando que estaba completamente sola en su dormitorio, hecho esto, la traviesa Wendy bajó de su cama con un sólo salto y corrió hacia la ventana, parandose de puntitas para admirar lo hermoso que lucía el maizal por la noche con la siembra floreciente en la soledad de la noche.
Un suave suspiro escapó de sus pequeños y suaves labios rosados mientras admiraba através de su ventana, el paisaje frente a ella. Pasado un largo rato ahí, finalmente sintió el sueño comenzando a apoderarse de ella, sus parpádos pesaban y soltó un bostezo que la hizo regresar a su cama. Pero al deslizarse bajo las cobijas, se percató de que una luz verde brillante se transparentaba en la cortina de su ventana e instintivamente dejó el sueño a un lado, para lanzarse velozmente hacia la ventana, recorriendo la tela de seda blanca y mirando como un especie de nave extraterrestre bajaba del cielo centrandose a lo lejos de los campos de cultivo en medio de los grandes maizales del rancho de sus padres. Sus ojos se abriéron desmesuradamente y rápidamente se dirigió al dormitorio de sus padres, abriéndo la puerta de un sólo empujón, saltó a la cama de sus padres, cayéndoles encima mientras intentaba decirles lo que había visto.
-¡Mamá! ¡Papá! ¡Despiértense! -Gritó la pequeña golpeandolos con una almohada sobre sus cabezas.
-¡Wendy! ¿Qué sucede? -dijo la mujer, exaltada despertándo molesta.
-Acabo de ver una nave extraterrestre aterrizando en el maizal de los elotes y tenemos que impedir que se lleven nuestros ricos elotes, no quiero que nos quedemos sin elotitos para comer -dijo la niña en un farfulleo haciéndo un puchero.
-Hija, sólo fue un sueño, regresa a la cama -Agregó el hombre levantándose de la cama-. Wendy Monserrat Sanchez Camilo, ahora mismo deberías estar dormida. ¿Se puede saber que haces aquí despiérta?
-Es que no tenía sueño papi -Respondió la pequeña, bajando de la cama con la mirada fija en el suelo.
-En este momento te ordeno que regreses a tu dormitorio o si no, olvidate de aprender a montar a caballo cuando venga de visita tu prima Estefani.
-Está bien. Si no me creen, después no se quejen cuando vean extraterrestres comiéndose los elotes.
Con pesadez Wendy regresó a su habitación y observó por la ventana que todo se veía tan normal como siempre. Aunque muy en el fondo, ella sabía que lo que había visto no se trataba de un sueño o de una alucinación. Se cubrió con las sabanas y tiró su muñeca de trapo al suelo frunciendo el seño.
Aunque para ella, no valía la pena seguir insistiendo en lo que había visto, cuando nadie le creía.

Wendy Y Las Mujeres De NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora