Capítulo 2

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El calor del sol habia aumentado mientras Wendy recorría los alrededores del gran campo de cultivo en todo lo que abarcaban los maizales de la enorme propiedad. Sin duda alguna, era un día muy soleado. Montada en su yegua Holly, no podía evitar sonreír al pensar que su prima Estefani llegaría de visita, para poder hablar por fin con la única chica con la que no se sentía rara, con la única con la que siempre se divertia, la única que la entendía. Pero mientras su mente divagaba en multiples pensamientos, se topó con uno que sin piedad borro la sonrisa de su rostro. En una posibilidad de que las cosas ya no fuesen como antes, en esos tiempos cuando sólo eran niñas ¿Qué tal si Estefani ya no era la misma chica amigable con la que solía convivir? ¿Y si ya no compartían los mismos gustos que antes?
Preguntas de ese tipo atacaron su mente, haciéndola buscar respuestas que no lastimaran sus sentimientos, aunque desafortunadamente no podía encontrar las respuestas a esas cuestiones rondantes en su mente.
A lo lejos de la entrada del rancho, pudo observar como un auto color rojo se adentraba a la propiedad y por ende, Wendy pensó que se trataba de Estefani.
Un escalofrío recorrió su cuerpo. De un momento a otro, ya no se sentía tan preparada para recibir la llegada de su prima, haciéndo que tragara saliva sonoramente. Miró la hora en su reloj de mano, percatándose de que definitivamente ya eran las cuatro de la tarde.
Sin embargo, un extraño impulso llamado curiosidad, la obligó a avanzar en su yegua, dirigiéndose hacia el encuentro de ese misterioso auto rojo.
Instando a su yegua Holly, para avanzar, su velocidad aumentó en el transcurso de su camino, escuchándo como los cascos del animal chocaban contra el suelo, levantándo un poco de polvo. Hasta ver como a tan sólo unos metros de distancia, el auto se detenía. Por lo cual Wendy también detuvó el andar de la yegua.
Intentaba ver a la persona que se encontraba dentro del vehiculo, pero eso le era imposible, ya que la luz del vidrío, caía en un ángulo en el que le lastimaban los rayos solares del parabrisas. Wendy bajó de su yegua café y al instante pudo escuchar el sónido del auto al abrirse, quedando congelada como una estatua al ver a la chica que salía de aquel auto rojo, luciéndo un vestido rosa, acompañado de unos tacones negros, y una cabellera obscura perfectamente alaciada. Y vaya primera impresión que se llevó Wendy al ver aquella chica que se veía como una super modelo lista para una sesión de fotografías.
—¿Estefani? —preguntó Wendy al verla.
La chica asintió con una sonrisa en el rostro.
—Pero ¿Qué te sucede Wendy? ¿Por qué tan tímida? Si yo recuerdo que eramos como hermanas —dijo Estefani, para entrar en confianza.
—Es que, te ves tan cambiada —espetó Wendy.
—¿Y sólo por eso me ves raro? Vamos, hermana, hace tiempo tiempo que no te veía ¡Quiero un abrazo de oso! —le animó Estefani.
Wendy rió por lo bajo, agachando la mirada.
La morena cerró la puerta de su auto que se encontraba aparcado frente al gran rancho y caminó unos pasos hacia donde se encontraba Wendy.
—A juzgar por tu aspecto, pensé que te comportarías como una chica engreída e insoportable.
—Pues no te dejes engañar por las apariencias —dijo Estefani, dandole una palmadita en la espalda mientras caminaban hacia el establo con Holly.
Después de dejar a la yegua en el establo, Wendy y Estefani entraron a la casa dirigiéndose a la sala. Ambas tomarón asiento en los sofás floreados, mientras Wendy servía de una jarra un par de vasos de limonada con hielo.
—Si se trata de juzgar a las personas por como lucen, pues tu tampoco te quedas atrás Wendy —musitó Estefani, recibiéndo su vaso de limonada.
—¿En serio? —preguntó Wendy desafiante.
—Si —dijo Estefani chocándo su puño suavemente contra el hombro de Wendy de una manera amigable.
—Y según tú. A juzgar por mi aspecto ¿Cuál es la primera impresión que alguien se podría llevar de mi? —inquirió Wendy.
—Mmm, creo que yo me acordé de la vaquerita de Toy Story cuando te vi —dijo Estefani riéndo un poco.
Wendy rió falsamente.
—Muy graciosa Estefani.
—Pero no es para que te enojes Wendy. Mira yo vine para visitarte y así pasar el tiempo juntas como cuando eramos niñas y nos divertiamos, más no vine para hacerte enojar, prima.
Wendy le dió un sorbo a su limonada y su madre entró a la habitación.
—Estefani, querida ¿cuánto tiempo sin verte? Niña, mirate como has crecido —dijo la mujer dandole una efusiva bienvenida a su sobrina.
—Tía, Betty —dijo Estefani, correspondiéndo al abrazo por parte de su tía—. Es un gusto volverlas a ver, no se imaginan cuanto estuve planeando este viaje.
—¿Ah, sí? ¿Y cuánto tiempo planeas quedarte querida? —preguntó Betty.
—Umm, bueno… eso aún no lo puedo decir con certeza tía, pero les puedo asegurar que estaré un largo tiempo alejada de mi hogar —admitió Estefani.
—Bueno, me alegro querida. No te imaginas como Wendy explotaba de emoción al saber que venías de visita.
—¡Mamá!
—Hija, es la verdad. Si hasta dabas saltitos de alegría cuando te dijé que tu prima vendría hoy.
—Si, pero no es para que se lo digas a Estefani —dijo Wendy un poco molesta.
—Oh pues. Si te cargas el caracter de tu padre. Eres igual de enojona, Wendy
—Mamá, no soy enojona sólo…
—Sólo sigues siéndo igual que cuando eramos niñas, Wendy. Hacias corajes por nada —dijo Estefani, interrumpiéndo a Wendy.
—¿Corajes por nada? Estefani Hernandez Romero, quiero que menciones tan si quiera tres ocasiones en las que hice corajes por nada —refutó Wendy.
—Mmm, dejáme recordar —musitó Estefani, poniéndo cara pensativa.
—Ves como no recuerdas ninguno, porque nunca fue así —dijo Wendy triunfante.
—No. Si ya me acordé. La primera cuando a tu pan se le cayó una pasa y tu dijiste que no lo querías más porque sin la pasa ya no sabría igual ¡Pero si sólo era una pasa!
—¡Y yo sólo era una niña!
—Wendy, tenías trece años —resopló Estefani sería.
—Aún no maduraba ¿Está bien? —Añadió Wendy.
—Está bien. Pero ¿Qué me dices de la vez en que tomaste un buen trago a tu vaso de leche y luego volteaste a embobarte con el televisor, para cuando quisiste ver tu vaso te enojaste y preguntaste "¿Quién  le tomó leche a mi vaso?" y tenías catorce años, Wendy, no es por nada pero ya no eras una niña chiquita.
—Bueno, es que yo…
—Es que nada Wendy, acepta que te enojas por cosas sin sentido. Sueles ser en ocasiones muy suceptible o ¿Quiéres que mencione una tercera ocasión?
—¡No! Ya, Estefani. Tengo suficiente con eso, por favor —dijo Wendy poniéndo la palma de su mano derecha sobre su frente.
—Bueno, chicas yo mejor me voy. Tengo cosas que hacer. Las dejo para que se sientan libres de hablar sobre chicos…
—¡Mamá! —interrumpió Wendy.
—No te preocupes tía, creo que mi prima todavía no está lista para hablar sobre ese tema —dijo Estefani, riéndo.
—Ya me di cuenta —dijo Betty, siéndo contagiada por la risa de Estefani.
—Si no querías hacerme enojar, te aviso que estás haciéndo todo lo contrario, Estefani —dijo Wendy, visiblemente molesta.
Betty cambió la expresión de su rostro, deteniéndo rapidamente su risa y salió de la habitación.
—Disculpame, Wendy. Pero es que volverte a ver, me trae sinceramente muchos recuerdos de cuando eramos niñas —dijo Estefani, dejándo sobre la mesa su vaso de limonada.
—Si, ya lo creo. No sé como fue que pude olvidar que no sólo nos llevabamos muy bien de niñas, si no que también me hacías enojar —dijo Wendy, frunciéndo el ceño.
Estefani sacó de su bolso una revista en la que comenzó a hojear aparentemente buscando algo, hasta detenerse en una página.
—Wendy, mira estos lugares —dijo Estefani, señalando las fotos de la revista.
—Son lindos. Pero no vienen al tema.
—Ah, pero claro que si. ¿No te gustaría visitarlos? ¿Acaso olvidas que cuando eramos niñas, nuestro sueño era viajar por el mundo?
—Tu misma lo has dicho, sólo eramos niñas y sólo era un sueño.
—Pero ya no somos niñas… vamos, ahora podemos realizar nuestro gran sueño de viajar, no hay nada que nos lo impida, ya somos mayores de edad. No olvides que pasara lo que pasara, ambas prometimos realizar este sueño, lo juraste por tu dedito, Wendy —dijo Estefani, haciéndo un puchero.
—Estefani…
—Piensalo bien, Wendy. ¿Acaso piensas vivir el resto de tu vida encerrada en el rancho de tus padres? ¿No quieres conocer el mundo?
Wendy suspiró, y ambas guardarón silencio por unos momentos.
—Tienes razón. La rutina en el rancho ya se me hace aburrida y siento que me vendría demasiado bien salir por un tiempo a desestrezarme…
—A encontrar una razón para seguir viviendo —interrumpió Estefani.
—Si —coincidió Wendy.
—¡A conocer el mundo! —Avivó la morena con emoción en sus palabras.
—¡Si! —gritó Wendy, emocionada.
—¡A cumplir un gran sueño!
—¡Si!
—¡A que encuentres novio!
—¡Si!… ¿Qué?… espera… ¡No! ¡Estefani!
Estefani estalló en carcajadas.
—Bueno, si todavía no quieres pues no te obligo, Wendy —repusó Estefani dejando de reír, imitando el acto de limpiar una lágrima falsa provocada por la risa.
Durante un largo rato hablaron sobre cosas banales, bajando del auto las maletas de Estefani, para luego llevarlas a la habitación en la que se quedaría temporalmente durante su estancia en Texas. Esperando el momento perfecto para admirar el sol al ocultarse en el horizonte, Estefani decidió cambiar su vestido por algo de ropa más cómoda y adecuada para montar a caballo con Wendy. Al no encontrar nada más que vestidos, Wendy decidió prestarle una de sus tipicas blusas a cuadros con unos jeans azules.
Dejando los tacones a un lado, se puso unas largas botas obscuras de cuero y luego se miró al espejo.
—Ahora me siento como una vaquera —ironizó Estefani.
—No lo creo. Tu cabello sigue suelto… si quieres yo podría hacerte tus trenzas y prestarte un sombrero —dijo Wendy, sentada sobre su cama.
—Ni lo pienses, no es mi estilo hacerme trencitas y ponerme un sombrero, porque no quiero terminar por sentirme como una verdadera vaquera —dijo Estefani, elevándo una ceja.
Wendy no pudo evitar reirse.
—Como quieras —musitó Wendy levantandose para abrir la puerta.
Ambas salieron de la habitación, dirigiéndose hacia los establos. Al llegar, Wendy sacó a Holly, y luego a un caballo que le prestó a Estefani, la cual, con dificultad montó al animal, terminando por subir gracias a la ayuda de su prima.
Montadas a caballo, recorrieron juntas los campos de cultivo, hablando de su muy anhelado viaje por el mundo. Sin duda Estefani, observó que Wendy disfrutaba mucho de montar a caballo por las tardes, porque era algo que le parecía muy relajante. Y al parecer, Holly mostraba signos de cansancio, el atardecer aún no llegaba a su fin pero Wendy decidió regresar al establo para dejar que su yegua preferida descansara.
—No entiendo porque te preocupas tanto si sólo es una yegua —dijo Estefani, bajando del caballo.
—No. No es sólo una yegua. Fue, y es mi mejor amiga desde que nosotras no volvimos a vernos hace años —dijo Wendy, remarcando con mayor fuerza las palabras "Fue" y "es"
Estefani comprendió que Holly era muy especial para Wendy, o incluso más de lo que pensaba.
Las chicas recorrieron a pie los establos, dejando atrás el tema de Holly, no dejaban de hablar sobre sus planes para el gran viaje, hasta detenerse en el establo que les daba una hermosa vista del horizonte, y como a lo lejos el sol se empezaba a ocultar. Ambas guardaron silencio mirándo el crepúsculo. Aquel momento fue perfecto, no parecía real, de no ser porque el sónido de una flatulencia provocada por una vaca las hizo reaccionar de inmediato, fueron téstigos de un hediondo hedor que las hizo salir corriendo de ahí, tapandose la nariz con las manos, al escuchar a la vaca mujir.
—Eww ¡Que asco! —vociferó Estefani—. No puedo creer que una vaca haga eso.
—Las vacas también son seres vivos. Te falta mucho por aprender de un rancho —dijo Wendy, riéndo por la expresión que se había formado en el rostro de su prima.

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⏰ Última actualización: Jun 26, 2015 ⏰

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