Capítulo Tres

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Julio de 2022

Gulf golpeó el puño derecho contra el pesado saco con la suficiente fuerza como para que saliera disparado. Los músculos ardían y le dolían los nudillos. El sudor se deslizaba por el costado de su sien. Al regresar, volvió a golpear con la izquierda. Había llegado al gimnasio con treinta minutos de antelación y se había concentrado en golpear la bolsa. No formaba parte de su entrenamiento habitual, pero eso le impidió reventar y golpear con los puños otro objetivo. A saber, su padre.

Bastardo de mente cerrada.

Si tuviera los malditos cojones, le habría dicho a su padre que se metiera por el culo su maldita empresa de construcción y se habría ido.

¿Pero qué iba a hacer? Lo único que se le daba bien era la construcción, pero se sentía tan miserable. El trabajo se había convertido en algo sin sentido y repetitivo, dejándolo jodidamente aburrido día tras día. Quería otra cosa. Necesitaba otra cosa.

Pero no era sólo el trabajo. Era estar atrapado trabajando para su padre cada maldito día lo que lo hacía peor. El mal genio del cabrón y su deseo de controlar cada pequeña cosa lo volvían loco. Tenía que salir.

¿Era una locura querer empacar todo lo que podía meter en su camioneta y marcharse? ¿Ir hasta que se acabara el dinero de la gasolina? Dondequiera que se detuviera, ése sería su nuevo hogar.

No había mucho que echara de menos. Tenía algunos amigos cercanos, pero estaba seguro que irían a visitarlo. Además, la mayoría de sus conversaciones ahora eran a través de mensajes de texto o de las redes sociales. La distancia no cambiaría eso.

Excepto por Mew.

Echaría de menos ver a Mew.

Llevaban más de un mes entrenando juntos. Habían acordado que se verían cinco días a la semana a las siete de la tarde y harían ejercicio durante noventa minutos. Algunas noches se quedaban en el aparcamiento, charlando junto a sus coches, pero luego Mew solía ir a casa a ver a sus hijos o a ponerse al día con el trabajo.

Pero era innegable que esos noventa minutos eran lo mejor de cada día.

Mew le hacía olvidar todas las cosas que le molestaban durante el día. Se olvidaba de su padre y de la soledad cuando hablaban. Algunos días sus conversaciones eran serias, ya que Mew se preocupaba por sus hijos, sus citas o su trabajo. Pero la mayoría de los días, sus conversaciones eran sólo acerca de la mierda al azar que los tenía a ambos riendo.

Dios, necesitaba eso cada semana.

Gulf cuadró los hombros y continuó golpeando el pesado saco. Cambió el ángulo, reduciendo su swing para poder aumentar la frecuencia de sus golpes. Y entonces la gran monstruosidad de cuero dejó de oscilar de repente. La cabeza de Gulf se levantó para ver la sonrisa preocupada de Mew mientras sostenía el otro lado.

—¿Te sorprendería saber que no he golpeado nada desde que estaba en el instituto? —preguntó Mew, sacando al instante la mente de Gulf del motivo de su frustración.

—¿A quién le diste un puñetazo? —jadeó Gulf. La cara de Mew se arrugó un poco con desagrado.

—A ese gamberro que hablaba mal de Adam después que saliera del armario. Le di una paliza. —Mew hizo una pausa y una sonrisa de satisfacción levantó la comisura de su boca—. Descubrí años después que él salió del armario. Creo que Adam y él incluso tontearon durante un tiempo.

Gulf sonrió a Mew.

—¿Tontear?

Mew levantó las manos y dio un paso para estar frente a él.

Navidades de Nieve y Hielo IV: Descongelando a Mew (Adaptacion MewGulf)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora