Parte 1 - Trabajo

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España. 2023.

Pablo se levantó esa mañana con el primer sonido de la alarma de su móvil, cosa que no ocurría habitualmente. Era un día en el que confiaba obtener una pequeña victoria, y eso hacía que aquel despertar fuera más interesante que los anteriores. Hasta su actitud mañanera, normalmente caracterizada por la desgana, se veía positivamente afectada por ello.

Pablo tiene treinta y seis años y su vida no es la más excitante: vive en una pequeña capital de provincia, ganándose la vida como abogado de una fábrica local. En los últimos años se había dedicado a gestionar las rondas de despidos, cada vez más habituales, ante la falta de competitividad que arrastraba la industria regional. Esperaba con ansía ese día porque su superior le había citado, y confiaba en que le comunicara un ascenso o un traslado a una mejor zona tras la buena labor realizada. No es que le apasionara la idea de desplazarse, pero la vida en aquel lugar lo estaba matando de aburrimiento.

Pablo sentía que aquella ciudad había comenzado un lento estertor, con una economía que se estancó hace décadas y una población cada vez más envejecida. La mayoría de sus amigos ya no vivían allí, y los que quedaban se acomodaban en un puesto de la administración pública o iban tirando de subsidios. Esa decadencia se plasmaba también a nivel personal: se esforzaba en intentar disimular la perdida de cabello con el peinado, e intentaba ponerse ropa holgada para no exhibir su aumento de peso. Sabía que en la oficina algunos compañeros le llamaban "el pingüino" por ello, pero siempre había llevado bien las bromas: estaba acostumbrado a recibirlas.

Cogió su mochila, y subió en su coche para ir a las oficinas. De camino al trabajo, vio que su madre le llamaba al móvil, y recordó que le había comentado que hoy esperaba buenas noticias del trabajo. Por ello, cogió rápidamente la llamada.

—Hola madre—dijo Pablo con el manos libres.

—Buenos días, hijo. ¿Te has acordado de felicitar a tu hermano por su cumpleaños? — preguntó su madre.

Pablo en su juventud pensaba que podría estudiar Derecho en Madrid como había hecho un par de años atrás su hermano mayor, Fernando. Sin embargo, al morir inesperadamente su padre, solamente quedó dinero para poder finalizar los estudios universitarios en Madrid de Fernando, y Pablo tuvo que conformarse con estudiar Derecho en la Universidad más cercana. Su hermano terminó los estudios, entró en un buen despacho de abogados, se casó, formó una familia y ya no volvía a la provincia más que para visitarles en Navidad. Pablo en cambio, terminó trabajando allí, siendo él el que se hacía cargo de las necesidades de su madre.

—Claro. Pensaba llamarle luego que imagino que ahora estará ocupado con el trabajo—contestó Pablo.

—Que no se te olvide—refunfuño la madre—. Si mostrases más atención por Fernando, lo mismo vendría más por aquí.

—Hablo habitualmente con él, y le insisto en que venga a verte. No hace falta que me lo repitas—contestó Pablo.

—Es verdad, disculpa. A veces se me olvida que tu hermano lleva una vida muy ajetreada, no tiene tanto tiempo como tú.

—Bueno yo no es que lleve una época relajada madre. Te he estado diciendo que estos meses han sido muy duros.

—Es verdad hijo, perdona. Ya sabes que se me olvidan las cosas.

—Las que te interesan—susurró Pablo.

—¿Qué has dicho?

—Nada. Bueno, ¿tú todo bien?

Pablo fingió mantener interés los siguientes diez minutos de monologo hasta que se encontró en el aparcamiento de la fábrica.

—Bueno madre, acabo de llegar al trabajo, ¿algo más?

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