Capítulo 7

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El coche seguía siendo una molestia para Genoveva, que tenía que buscar lugares aledaños para estacionarse, ahora rara vez podía aparcar junto o cerca del coche de Viviana, así que se veían hasta la hora del almuerzo y se iban a comer juntas como cada día. Sin embargo, ese mediodía, cuando recién acababan de llegar y tomar la mesa de siempre, Irene llegó a la misma cafetería, la cual, por primera vez estaba llena.
―Hola, profesora ― saludó Irene al llegar a la mesa en la que Viviana y Genoveva se encontraban sentadas y en la cual sobraba una silla.
―Hola ― respondió el saludo Viviana, pero Genoveva capto enseguida que su saludo fue de solo educación, no porque le alegrara de ver a la joven.
―No esperé, encontrarle aquí.
―Siempre comemos aquí.
Los ojos de Irene, ahora se dirigieron a Genoveva.
― ¿Tambien da clases en la universidad? ― le preguntó.
―Así es, de literatura.
― ¿Podría sentarme con ustedes? Es que, si sigo buscando donde almorzar, se me hará tarde. 
―Claro, por supuesto. No hay problema.
Ambas mujeres le hicieron espacio en la mesa y le permitieron comer con ellas, aunque la interacción entre ellas se vio limitada a solo comer en silencio por la presencia de la joven. Una vez que les trajeron la comida, Genoveva miraba de vez en cuando a Irene, quien parecía estar muy atenta a cada movimiento y gesto que Viviana hacía al comer, ignorando a Genoveva completamente, haciendo muy obvio, que la joven estaba enamorada de la profesora de historia. 
Una vez que terminaron de comer y pagar la cuenta, Viviana se levantó rapidamente de la mesa y Genoveva la imito, sabiendo que su nueva amiga se encontraba incomoda, bajo la atenta mirada de la joven.
―Profesora ¿Quiere un chicle de menta? ― le ofreció Irene a Viviana poco antes de que emprendiera su huida con ese paso veloz e inconfundible de ella.
―Gracias ― dijo tomándolo.
―Tome uno usted también ― le ofreció a Genoveva.
Genoveva apenas dar las gracias, siguió a Viviana que ya emprendía su camino de regreso a la universidad. La profesora de literatura, casi tuvo que correr para darle alcance, de inmediato supo que estaba molesta.
― ¿Ella es la alumna de los detalles? ― le pregunto cuando se detuvieron unos momentos a esperar que pasaran los autos.
―La misma, se llama Irene.
Genoveva pensó que no le iba a responder, pero le alegraba que Viviana le hablara de ella.
―Le gustas ― declaró y los ojos de Viviana la miraron con sorpresa y horror.
― ¡Que!
―Que se ha enamorado de ti, al menos eres su amor platónico.
―No lo creo ¿Porque una joven guapa como ella se fijaría en una vieja como yo?
―No eres tan vieja.
―Ja, lo dices porque somos casi de la misma edad.
― ¿Estas tratando de saber cuántos años tengo? ― aquello logró arrancarle una sonrisa a Viviana y eso hizo que Genoveva se sintiera feliz.
―Tal vez ― respondió Viviana siguiéndole el juego.
―Tengo treinta y siete años, los cumplí este año.
―Pues felicidades atrasadas.
―Gracias, no espere recibir felicitaciones tan pasadas.
―Ya ves, así es la vida.
―Exacto, así es la vida. No deberias enojarte o amargarte por lo que Irene siente por ti. Estoy segura que solo la impresionaste, pero quizas cuando avance el curso y vea caras nuevas se olvidara de ti.
― ¿Lo dices por experiencia? ¿Te gustó alguien mayor que tú?
―Sí, cuando tenía casi la misma edad de Irene, me enamore de una mujer que atendía en una tienda de ropa en la que solía comprar.
― ¿Y qué paso?
―Nada, era heterosexual. Pero me encantaba pasar por allí todos los días e intentaba a hacerle platica únicamente por que gustaba y deseaba pasar tiempo con ella. No obstante, como todo en la vida, pasa y vienen nuevas caras, haciendo que te olvides de ese amor platónico.
―Así que estas segura de que se le pasara.
―Por supuesto.
― ¿En qué tiempo?
―No lo sé, puede ser dos meses o más.
―Espero que sea pronto.
El viernes, al final de las clases, Genoveva espero a Viviana para preguntarle si podía hacerle compañía en su rutina de correr por el barrio.
― ¿Te da miedo irte sola a casa? ― bromeo Viviana cuando vio a Genoveva aguardándola recostada en su auto.
―Sí, no sea que me vaya a salir el coco.
―Creo que el interés tiene pies y estos son de mujer ― dijo mirando hacia los pies de Genoveva.
A Viviana le gustaba la manera en que la profesora de literatura vestía, vestía apropiadamente, usaba faldas, pantalones o vestidos y usaba un discreto maquillaje, al igual que su perfume. Lo único que no le gustaba mucho de ella, era que se tiñera el pelo de un tono rojizo, aun así, la veía guapa, pero Viviana deseaba ver su tono natural de cabello.
―Que fea eres.
―Nunca dije que fuera bonita.
― ¿Consideras que no eres bonita? ― le preguntó e inesperadamente y por impulso tomó una mano entre las suyas.
―Nunca me considerado bonita. Pero tampoco que soy fea. Creo que soy algo neutral en ese de la belleza.
Genoveva sonrió y Viviana le devolvió la sonrisa, luego de la misma tan natural en que la profesora de literatura le tomó la mano, la soltó y se sostuvieron la mirada, sin saber porque, pero el momento se dio y ambas, se estremecieron en silencio.
― ¿A qué hora sales a correr? ― le preguntó para tratar de sacudirse la sensación que acaba de experimentar.
―A las seis de la mañana ¿Quieres venir?
―Sí ¿Cuantas vueltas das o cuantos minutos corres?
―Corro aproximadamente cuarenta minutos.
― ¡Hala! ― exclamo ―. No creo que pueda correr tanto.
―No te preocupes, puedes empezar con lo que aguantes. Yo empecé de a poco.
― ¿A dónde te veo?
―Paso por ti. Tienes ropa adecuada y tenis ¿Verdad?
―No, pero puedo conseguir esta tarde si me doy prisa.
―Entonces date prisa.
―Bien, hasta mañana.
―Hasta mañana.
Como lo prometió, Viviana fue a casa de la profesora de literatura y toco a la puerta, la cual de inmediato se abrió y dio paso a una Genoveva, en ropa deportiva.
― ¿Lista?
―Nací lista.
Genoveva nunca había bromeado tanto con una persona, con su ex mujer, no podía bromear mucho porque se enojaba hasta de una bobada, pero estaba segura de que había persona así, aunque siempre deseo que su ex cambiara, pero nunca ocurrió, lo que, si sucedió, fue que la cambiara por otra y ahora que lo pensaba bien, quizas su ex, esperó lo mismo de ella, probablemente ambas nunca estuvieron en la misma sintonía y la juventud las llevó a apresurarse a unir sus vidas en un matrimonio que tal vez no debió suceder.
Viviana y Genoveva hicieron unos calentamientos antes de comenzar a correr, una vez hecho esto, iniciaron su recorrido, la primera y segunda vuelta, no afectaron mucho a Genoveva, pero la tercera y la cuarta, comenzaron a afectarle a la profesora de literatura que nunca había movido un musculo, mucho menos correr.
―Si ya no puedes correr más, camina. No forjes tu cuerpo, ya no eres una jovencita.
―Mira quien habla ― jadeo Genoveva dejando de correr y tomaba una gran bocanada de aire.
Viviana le dedico una sonrisa y continuó corriendo dejándola atras, a Genoveva no le quedó de otra más que caminar, aunque deseaba en algún tiempo no muy lejano, alcanzar el ritmo de Viviana, aunque dudaba de que fuera a conseguirlo pronto. Por lo pronto, se degusto la pupila viendo como su colega corría por la acera solitaria.
Genoveva nunca había sudado tanto en su vida, pero por primera vez tenía la playera empapada y Viviana se encontraba igual que ella, incluso, hasta su cabello que iba atado en una cola, estaba mojado y por su cuello escurrían algunas gotas de sudor. Nunca pensó que aquello le fuera aparecer sexi, pero lo fue, Viviana se veía sexi.
― ¿Todo bien? ― inquirió Viviana cuando se dio cuenta de que la estaba mirando.
―Sí, es la primera vez que sudo tanto.
―Bueno, espero que continúes haciéndolo y no se te quiten las ganas solo por transpirar un poco.
―No, para nada. Hace unos días me miré al espejo y me di cuenta de estoy muy aguada. Las cosas han comenzado a caer.
―Bueno, eso sucede naturalmente se haga lo que se haga.
―No lo creo, yo te veo en muy buena forma ― dijo y Viviana se echó a reír ―. ¿De qué te ríes?
―De que dices que estoy en forma.
―Lo estas, mira esos brazos y esas piernas. Estoy segura de que haces algo más que correr.
Viviana se ruborizo al escuchar aquello, ella no se consideraba en buena forma, lo que hacía era solo para mantenerse por lo menos en una condición más o menos respetable. Si de por si sufría de repentinos dolores, si no movía el cuerpo, estaba segura de que en cualquier momento su cuerpo se oxidaría y no podría moverse por sí sola y odiaba depender de otras personas, al menos, cuando se ponía enferma, odiaba sentirse mal.
―Discúlpame, no quería hacerte sentir incomoda ― expresó Genoveva al ver el sonrojo de Viviana.
―Está bien, es solo que no creí que pensaras que estaba en forma. Mi sueño era tener una barra de chocolate en mi abdomen, pero me es más fácil comerme el chocolate, que obtener algo como eso. No puedo dejar de comer cosas deliciosas.
―Estoy segura de que al menos tu piel es firme, mírame ― dijo levantándose la blusa a media calle poco antes de llegar a casa de Genoveva ―. Mi panza da pena.
Viviana la miró y se le antojo que, a simple vista, parecía muy suave y casi estuvo tentada de tocar, para ver si era cierto lo que se imaginaba.
―Yo te veo bien. Digo, no somos veinteañeras ¿Qué más podemos pedir?
Como era de esperarse, después de correr, fueron de compras y Genoveva volvió a comer con ellos.
― ¿Porque no vamos en el mismo auto a la universidad, una semana en el mío y otra en el tuyo? Considéralo, es una manera de cuidar el medio ambiente.
―Mira, que preocupada por la naturaleza.
―Vivimos cerca ¿Para que ir en dos vehículos cuando podemos ir en uno? ¿Temes que tu amante se ponga celosa?
―Que ocurrencias dices ― respondió riendo.
―Entonces ¿Que dices?
―De acuerdo, cuidemos el planeta.
Genoveva sonrió ampliamente y Viviana sintió que algo extraño revoloteaba en su interior.

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