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Asakuza, Tokio.

No puedo creer que me humille así, pero puedo usar a esa mujer para encontrar al lirio de araña azul. La Beta de llamaba Rei, había quitado a su esposo del camino, el único inconveniente era una maldita cachorra, una en verdad muy molesta, pero valdrá la pena algún día, cuando pueda disfrutar mi vida junto a mi Omega.

Ha pasado algún tiempo desde que olí por primera vez el aroma de mi Omega, he buscado por todas partes, pero no podría ordenar a las lunas demoníacas encontrar a esa persona sino sabía cómo lucía.

Volví a la cabaña al día siguiente, y al siguiente del siguiente y el siguiente del siguiente del siguiente, así durante más de dos años.

Estoy "casado" con ella hace más cuatro años, bajo el nombre de Tsukihiko.

Aunque debía admitirlo, Rei es una buena esposa, es callada y obediente y no preguntaba más de lo que debía. Pero es una total inútil.

Llegué de "trabajar" al apartamento en Asakuza y no pude ni siquiera sentarme en el sofá cuando ya tenía encima a esa mocosa Alfa.

Tenía que actuar amable si no quería que desconfiaran de mí.

Tsukihiko le entregó a la pequeña una muñeca que había comprado en una tienda cualquiera, mirándola con una sonrisa falsa pero disimulada, mientras que la niña lo veía con sus enormes ojos cafés rebosantes de alegría que abrazaba aún más al que consideraba su padre, provocando que el Alfa mayor se esforzará más por sonreír tanto que una vena sobresalía en su frente.

La Beta pelinegra, al escuchar la puerta abrirse, salió de su despacho y lo primero que vio fue a su esposo cargando a su hija mientras que esta le miraba con admiración y alegría. Una sonrisa salió desde lo profundo de sus entrañas, pensando en la buena elección que hizo al momento de casarse con un Alfa tan amable y amoroso. Que equivocada estaba.

-¡Gracias, papá!- repitió muchas veces la pequeña Alfa que estaba a punto de estallar de felicidad.

-Hola, mi amor. ¿Que tal te fue?- Dijo Rei al mismo tiempo que abrazaba y besaba la mejilla de su Alfa.

-Bien- dijo cortante y sin interés.

El corazón de la mujer pico un poco, le dolió el tono que había usado- ¡Que bien! ¿Quieres cenar ahora o más tarde?- Tal vez solo tuvo un día difícil, pensó.

- Como quieras- dijo volviendo a poner a la niña en el suelo, que corrió a poner sus libros de la escuela en su mochila para poner la mesa

- Okey, entonces supongo que iré a cocina, voy a preparar uno de tus platillos favoritos-

Se encontraban comiendo udon con té caliente y de postre dorayakis.

-¿Cómo van las investigaciones, Rei?

- Estamos avanzando, pero todavía no han logrado hallar la flor que mencionas- mencionó mientras tomaba un sorbo de té- ¿Estás seguro de que realmente existe?

- ¿Con todo el dinero que has gastado no la han encontrado? Sabes lo importante que es esa flor para mí ¿Te atreves a cuestionar lo que te digo?

- No, no, para nada. Solo que .. hay muy poca información de ella, ¡Pero haré todo lo que pueda!

-Está bien- limpió sus labios con la servilleta que se encontraba en sus muslos- Buenas noches.

Se levantó de la mesa y se dirigió a la habitación, se acostó sobre la cama, pensando en la escena de cuando entró a el apartamento, ¿Su Omega le recibiría así cuando lo encontrara y formaran una familia? Se sonrojo violentamente y rodó desorganizando las sabanas, mientras sonreía como jamás lo había hecho en toda su vida.

Mañana tendría que seguir buscando una alternativa al lirio de araña azul y soportar
a las lunas superiores e inferiores, pero al menos podría pasar este momento feliz. Se preguntaba cómo sería su Omega ¿Sería mujer u hombre? ¿Que color de pelo tendría? ¿Cómo serían sus bellos ojos?, pero de algo estaba seguro, su Omega es la criatura más hermosa de todos los universo, y cuando por fin estén juntos se encargará de hacer feliz por toda la eternidad al amor de su vida. Y durmió.

Rei termino de acostar a su hija, apagó la luz y cerró poco a poco la puerta, viéndola dormir como si fuera un pequeño angelito.

Recordó a su ex-marido, Yasashi Ottoko. Fue un buen hombre, siempre la apoyó con todo, a pesar que no pudo quedar embarazada fácilmente y terminar de cumplir sus deberes como una buena esposa jamás la abandonó. Por mala suerte y cosas del destino, su esposo murió en una de borrachos en un bar, al que había ido con unos colegas para celebrar que había cerrado un nuevo negocio, en ese momento su hija tenía tan solo un año, fue el punto más bajo de su vida. Por fortuna, la vida le volvió a sonreír como el día que se había enterado que esperaba a Sumire, en el funeral de su ex-esposo todo el mundo la veía con lastima pero hubo un Alfa, pelinegro y de gran porte. Se presentó como Tsukihiko Kibutsuji, un colega de su ex-esposo, le extraño ya que su cónyuge nunca mencionó a su amigo, pero dejo ese pensamiento de lado cuando le ofreció su apoyo.

Poco a poco los sentimientos se forjaron, cruzaban miradas cuando atrapaba a Tsukihiko mirándola con una cara tonta, cuando le daba regalos a Sumire y esta lo trataba como si de verdad fuera su padre, le derritió el corazón como Su Alfa intentaba poco a poco integrarse a su familia y en su mente dijo:"¿Por qué no?"

Se declararon mutuamente en una velada romántica, iluminada a la luz de la luna y así empezó su historia.

Poco después, Tsukihiko se mudó a su casa y se casaron, la ceremonia fue hermosa, íntima pero maravillosa, aún recuerda cuando su ahora esposo puso el anillo en su dedo, mirándola con una sonrisa y sus hipnotizantes ojos rojos.

Las cosas habían cambiado un poco, ahora no podía saludarlo porque se iba antes a el trabajo, sin embargo, sentía como si fuera el primer día enamorados, y sabía que la amaba aunque todavía no puede darle un hijo.

Que hermoso amor, ¿Cierto?

Te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora