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Había vuelto por su hermana y sido regañado por el vendedor, ofendido, pues pensaba que había despreciado su comida.

La mujer y el hombre eran demonios. No obstante, confiaba que la demonio era buena, así como su hermana. Su rostro tenía una expresión inmutable pero sus ojos, en lo profundo de ellos, se veía que en su alma abundaba la amabilidad y la justicia.

El peli menta era un caso distinto. Si bien no había hecho nada en su contra, la gesticulación de su rostro manifestaba hacia él desprecio y molestia - Y no se molestaba en siquiera disimularlo - e incluso llegó a llamar a su querida hermana "vulgar" ¡¿Es enserio?! ¡¿A Nezuko?! ¡¿Vulgar?!

- Ya regresé, señora mía.

Sin embargo, con la mujer se mostraba totalmente amable y obediente.

- Bienvenidos, pasen por favor- La de ojos lilas al parecer, había detenido la hemorragia en el hombro de la otra mujer que había sido víctima de aquel despreciable ser.

- ¿Cómo han estado? - La preocupación se mostró en sus ojos, tan puros y generosos

- La mujer se repondrá . En cuanto a su esposo, tuve que dejarlo en el sótano inconsciente. Después de que despierten le explicaré la situación a ambos.

Hablaban sentados en la alfombra de Tatami, mientras su pequeña hermana se entretenía como podía.

Tamayo, cómo se había presentado la demonio, decía querer destruir a Kibutsuji por intentar obligarla a lastimar a las personas. Su olor era puro, sin rastro alguno de mentira ¿Podría confiar en ella?

- Señora Tamayo, ¿Existe alguna forma de volver a un demonio, humano?

Volteó a ver a su hermana, que movía sus piernas de un lado a otro, como si estuviera caminando al revés.

- Si existe -

Al intentar acercarse a pedir la información, fue derribado por el demonio llamado Yushiro, enojado, ¿Que todo lo que hacía le parecía una ofensa?

La demonio regañó a Yushiro como si fuera un niño pequeño y este de inmediato volvió a su anterior posición.

La condición de su hermana era única, explicó la mujer. Por lo que no sería fácil encontrar una cura, no era imposible, pero para eso necesitaba sangre de demonios cercanos a Kibutsuji.

- ¡Al suelo!

- Papi, ¿Por qué no vienes con nosotras?-

- Papá tiene trabajo . Tengo una junta muy aburrida, pequeña. Ahora, entren.

La niña había entrado al coche, esperando por su madre, que estaba dudando de subir.

- Amor, ¿Por qué de repente saliste corriendo?

- Ah, yo...- Maldita humana, pensaba el rey de los demonios - Yo tenía que ir al baño con mucha urgencia.

- Pero si..

La Beta fue interrumpida- ¿Si viste la hora que es? Voy a llegar tarde, a los inversionistas no les gustaría eso. Además, la hora de dormir de Sumire ya pasó, así que es mejor que se vayan ahora. Estar fuera de noche es peligroso.

Rei suspiró - Está bien, supongo que tienes muchas cosas que hacer - Y no soy ninguna de ellas, pensó la mujer- cuídate, ¿Si?, no soportaría de que algo te pase- Besó sus labios, para luego entrar a la máquina.

- Promete que volverás a tiempo para leerme un cuento.

- Lo prometo. Pórtate bien con mamá. Llevalas a casa, pronto - le habló al conductor.

Tan pronto el auto salió de su vista Muzan caminó un poco de forma desinteresada y se adentró en un oscuro callejón, alejándose de las miradas curiosas de Omegas que suspiraban ante su presencia, ridículas.

Cada vez, internamente, su fastidio y repulsión crecían hacia esas insoportables mortales, aunque la fachada de la familia feliz le permitía moverse y ocultarse a simple vista.

Desgraciadamente, no pudo evitar a un trío de borrachos, trato de ignorarlo con todas sus fuerzas, tenía prisa, tenía que buscar a su Omega.
Algo hizo que su sangre hirviera, ese maldito inadaptado, decía que su nivea piel asustaba, parecía enfermo, como si fuera a morir pronto
¿Cómo carajos se atrevían?

Jamás volvería a esa horrible época, dónde le costaba hasta respirar y a nadie le importaba.

Acabo con todos ellos, no importaba. Tenía otros asuntos pendientes, sus vidas no valían nada.

Chasqueó sus dedos, y dos demonios aparecieron arrodillándose ante él. Esto era ahora, un rey.

Y cualquier rey necesitaba a su reina.

- Hay un cazador con aretes Hanafuda, traiganlo ante mí - No se molestaba siquiera mirarlos directamente, conocía el potente miedo que causaba su mirada, le encantaba eso - Y más les vale que sea rápido - miró de reojo a sus subordinados - ¿Entendido?

Recibió una respuesta afirmativa. Sin embargo, algo no lo dejaba tranquilo....

Los aretes Hanafuda

Iba a ignorar todo eso, aún si su destinado era descendiente de aquel...

No tenía intenciones de rechazarlo o lastimarlo

Incluso si su Omega lo negaba, el destino los había unido

No iba rendirse, su Omega sería suyo, y él sería de él.

Te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora