0 - El loco

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La Luna alcanzó su apogeo en la cúspide del cielo, divina con su brillo prestado, un espectáculo hecho para celebrar el inicio de una nueva etapa en la vida de un hombre singular, en una pequeña cabaña de madera y troncos se encuentra un castaño alto, se han de reconocer sus lentes en la mesita de noche, con un ruido horrible y desgarrado, los vidrios fueron salpicados por un oscuro rastro rojo, la sonrisa en el rostro del hombre se extendía mientras la sangre manchaba sus brazos, gritos no cubiertos llenaban el vacío del lugar, gritos que solo lograban avivar más el fuego que se había encendido en él. El primer hachazo fue directo a la pierna de su compañía, una mujer no muy joven, vestida con piedras y poca tela, había sido traída hasta ahí con dinero, contratada para cumplir hasta los más oscuros deseos del atractivo hombre que la había llamado, pobre de ella al no saber cuánta oscuridad realmente llevaba dentro. El segundo hachazo fue arrastrado superficialmente por todo su pecho hasta alcanzar su estómago, el golpe fue fuerte e imponente, un par de ojos marrones admiraban con deleite como el instrumento encajaba en la blanca piel, brotando de ahí el tan conocido líquido rojo. El tercer y último hachazo, el letal, fue mortífero, un hachazo directo a la frente, las en Guanta das menos sostuvieron fuertemente la herramienta mientras sus músculos se tensaban a preparar la fuerza requerida para atravesar un cráneo, la emoción lo ayudaba a dejarse llevar, la euforia favorecía a su fuerza, la alegría lo llevaba a reír en carcajadss, ahogando los gritos y súplicas de la mujer bajo suyo.

De pronto, todo el lugar se había llenado de un silencio sepulcral, los gritos acabaron, las risas los acompañaron, si prestabas atención, podrías oír suaves jadeos del bajón de la nube 9, aquel hombre observó atentamente su obra, por un segundo quiso llevarse un recuerdo o tomar alguna foto, pero determinó que eso acabaría con la belleza de su efímera característica, solo se puede vivir en el momento.

Incluso al chocar contra la madera, el hacha creó el sonido metálico de su caída, el hombre suspiró para acabar con se exaltación, el reloj en la pared captó su atención, lo observó de reojo... Poco más de las 2 a.m. aún tenía tiempo para culminar su trabajo.

Se puso de cuclillas para observar el cuerpo sin vida de la mujer, sus rubios cabellos se encontraban enredados y sus ojos de miel parecían aún observarlo, creía que se veía absolutamente... Horrible, tuvo una necesidad inmensa de volver a golpear su ya acabado cuerpo cuando recordó como trató de tocarlo de camino a la cabaña, se preguntó cómo fue tan tonta para no tratar de huir en el momento en que empezaron a adentrarse en el bosque, concluyó en que está cacería fue bastante aburrida, no era divertido jugar con mentes despistadas cuándo ya llevas tiempo en ese tipo de entretenimiento, había salvado la ocasión el sentimiento eterno de euforia cada vez que acababa con la vida de algún ser.

Los pasos tomaron dirección a la cocina, no eran lentos ni arrastrados, pero producían un sonido perfecto increíblemente inquietante, el ritmo de 1 y 2 haría temblar hasta al asesino más experimentado, sus manos rebuscaron entre los cajones, sonidos metálicos de cubiertos y utensilios de cocina, si no estuviera tan sólo podría considerarse una escena hasta doméstica. Al regresar a la cocina, llevaba consigo un cuchillo en su mano enguantada, largo y delgado, tan filoso como un bisturí.

Tomó su tiempo para hacer cortes cuadrados en los muslos de la mujer, dónde abundaba la chicha, no era demasiado pero notó que los grupos amarillentos de grasa estaban casi ausentes, se tomó su tiempos hasta lograr que el hueso de su fémur se encuentre completamente expuesto y ausentara la carne, podía sentir como la humedad de la sangre atravesaba sus guantes, volviéndose repulsivamente asqueroso, pero eso no lo detuvo, sus cortes se trasladaron a los biceps y tríceps, admiraba como la sangre brotaba y manchaba el suelo, así como sus pantalones, la sonrisa nunca abandonó su rostro.
Con una sonrisa que pisaba la línea de ser una mueca, se tomó el trabajo desabrochar el corset sin mangas, definitivamente esa parte fue su menos favorita, apartó sus ojos de los bultos de su pecho y su mirada se centró directamente en su objetivo, el cuchillo presionó el abdomen algo abultado, perforó y siguió hacia abajo formando una delgada línea roja cuyo anchor aumentaba por segundo, las tripas y vísceras no tardaron en salir a la luz con sus maniobras, metros de intestino delgado y grueso siendo expulsados de su escondite por sus manos, lo hacía con pequeñas risas, era su parte favorita, estirar y jalar, lo encontraba como una diversión.

Barajas [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora