¿MC Donald's o Burguer king?

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"Amarlo era jugar a construir un castillo de naipes, frágil, inútil, doloroso, sobre todo, cuando al poner la última carta, quien caía de ella era yo".

Lo siento querido lector, mucho me temo que no podré darte una historia hilada, no porque no quiera, sino porque no debo. Este tablero siempre estuvo disparejo, el llegar a este punto de la historia de manera ordenada, quizás lograría ver sólo lo que yo vi en un principio, un buen chico, con un terrible pasado y mucha soledad.  Recordemos que los chicos buenos también rompen corazones y Cristhian, bueno, era Cristhian.
Y que terrible es la memoria cuando no te apaga los recuerdos, algunas veces solo cerraba los ojos y me encontraba ahí, sentía el desinfectante del hospital en mi nariz y podía recordar el Score del niño de enfrente en los bolos. A veces simplemente no quería cerrarlos y otras veces quería cerrarlos para siempre. Había sido apenas una pesadilla de unos cuantos minutos pero aún duele, porque Cristhian me hizo prometer jamás contarlo pero heme aquí, ahora, aunque bueno, esa promesa jamás la cumplí en su totalidad, hoy finalmente prendo la chimenea y sólo dejo que las palabras fluyan para quemar con ellas todo el daño que me hizo.
Este capítulo va dedicado a la Eli que no pudo salvarse. Una parte de mi murió ese día, un todo de mi, sigue sin recuperarse.
A veces pienso que fue ese 16 de marzo que finalmente él me apagó.

16 de marzo de 2016

-¿MC Donald's o Burguer king? - sentí su mano en mi hombro mientras me miraba por lo alto, yo yacía casi inerte en esa silla- Eli, ¿puedes decirme que quieres?
Recuerdo haberle visto a los ojos, con tristeza, con impotencia, con súplica.
- Quiero irme a casa - supliqué - por favor.
- Pues aún no podemos, el camión sale en una hora, sirve para que reposes un poco - no había disculpa en su voz ni lamento alguno - ahora elige qué comer, tienes que comer algo para tomar los medicamentos.
Eso era todo, Cristhian no sentía culpa ni dolor por lo que acabamos de pasar, más bien estaba desesperado y preocupado de que mi cuerpo soportará el viaje de regreso.
Quizás lo sentía, nunca lo supe.
- No quiero comer, no quiero nada Cris.
- Bien, será Mc Donald's entonces - podía notar la exasperación en su voz- deja de ser tan consentida y actúa de acuerdo a la situación por favor.
Me dijo al oído antes de irse a unos metros a comprar la dichosa hamburguesa.
Genuinamente no quería nada, no digería ni el sonido de aquella bulliciosa plaza mucho menos podría digerir alimento alguno, tan sólo media hora atrás había perdido a mi bebé, absolutamente no quería nada más.
Sin embargo, ahí estaba, dando pequeños mordiscos en silencio, viendo hacia el promocional que estaba en la charola, llorando en mis adentros, mientras, al frente estaba mi verdugo. ¿No era aquél ser quién debía protegerme de todo dolor? Porque entonces sentía que él lo había provocado.
Tan sólo unas semanas atrás mientras nos duchabamos, un bulto apareció en mi vientre, un pequeño bulto que podía pasar por cólico o que había comido de más, pues en aquélla época era muy delgada, sin embargo, ese pequeño bulto era diferente, puntiagudo, astuto, escurridizo.
Sin duda, nuestras alarmas sonaron, llevaba ya dos pruebas de embarazo y ambas habían dado negativo, pero, ¿El bulto? ¿Qué era?
Me miré en el espejo de su baño y no necesite ninguna prueba para saber lo que significaba ese pequeño bulto. Lo acaricie con cariño y mire con precaución a Cris.
El me miraba y miraba mi vientre, pero no percibía amor, a lo mucho, notaba preocupación.
- Tranquila, te hagamos otra prueba y sino vamos al médico.
Asentí.
- No tengo miedo.
¿No lo tenía?
Previó a acudir a clases, pasamos por otra prueba de sangre, con el tiempo y varios hijos después, me acostumbraría a la idea de que mi cuerpo es diferente y que muchas veces es más efectivo un ultrasonido.
Esperamos en silencio en esa pequeña sala hasta que nos dieron el sobre y después acudimos a la universidad.
-Todo estará bien.
Me dijo antes de iniciar la clase mientras besaba mi cien. No lo decía para mí.
Abrace mi vientre, como si alguien me a robar lo que guardaba adentro.
Esperamos hasta la noche, al llegar a su departamento para abrir el sobre.
Negativo.
Vi como respiró aliviado y me sonrió.
- Te dije que todo estaría bien.
Nada lo estuvo.
Días posteriores, no soportaba ciertos olores y cada cierto tiempo me sentía mareada. A veces me venía vómito y tenía mucho mucho sueño.
- Cris, iré al médico mañana, si gustas acompañarme, aunque los dos sabemos la respuesta.
- No seas tonta Eli, ya te hicimos tres pruebas, de sangre, en tres laboratorios diferentes. No es eso.
- Pues sino es un bebé, quiero saber que es, mis papás están preocupados, me veo cadavérica.
- Si eso te da paz, vamos, pero no es eso.
Cristhian se aferraba a la esperanza de que no estaba embarazada, como Jack a una tabla en medio del océano.
No le fue bien, ni a Jack ni a Cristhian.

- Si ahí está - nos dijo el ginecólogo - pueden verlo, es muy pequeño pero definitivamente ahí está, felicidades serán papás.
Nos dijo muy contento.
Hubo silencio, ambos mirábamos la pantalla.
Podía verlo, a mi bebé, mi pequeño. Podía escucharlo, se había escapado de cualquier prueba y ahora la prueba era el latido de su corazón. Así de grande era mi pequeño.
No estaba impactada, algo en mi sabía que adentro mio había vida, sentía mucha fuerza y mucha calidez cuando vi esa pantalla.
Cristhian... Bueno él no reaccionó bien.
Me soltó la mano, se hizo para atrás y pregunto:
- ¿Se puede hacer algo?
- ¿A qué se refiere?
Dijo el médico
- si, ya sabe, si todavía podemos... No tenerlo.
Mi corazón se detuvo. El de mi pequeño no. Se seguía escuchando por la bocina de la pantalla, como si tratase de pelear por su vida.
Vi molestia en mi doctor.
- pues no joven, en nuestro estado no está permitido, además no realizó esas prácticas.
Silencio.
Vi como el médico alejo el aparato de mi cuerpo y como pude me bajé la blusa. Cristhian salió malhumorado y en silencio del consultorio.
Al pagar el doctor me dijo:
- Señorita, haga lo que su corazón le indique, no lo que el muchacho quiera.
Asentí avergonzada y me marché.
Cris ya estaba en la facultad cuando le había dado alcance. Se encontraba recargado en el balcón, fumando, con el seño fruncido. Molesto.
No me dirigió palabra alguna en todo el día. Para mí, esa tarde fue tan eterno y fugaz, mucho eco, poca nitidez.
Estaba guardando mis cosas cuando percibí que se habia ido.
Generalmente Cristhian me acompaña a la entrada a dónde me recogían o a veces me llevaba a casa, siempre se despedía.
Ahora, era diferente, ni siquiera me miraba, no había pena o vergüenza en  su ser, era coraje, odio, rencor, como si mi existencia y la de su hijo le hubiese arrebatado algo tan valioso e intangible. En aquél momento nuestro bebé era igual a lo que Cris había perdido, sólo que hasta ese momento no entendía su pérdida.
Pasaron varios días para que Cris me dirigiera la palabra. En el salón nadie entendía que pasaba, tampoco preguntaban. Sin embargo, podía sentirse la tensión, tan filosa que podía cortar mi abdomen.
-Eli, tenemos que hablar.
Asentí.
- Lo hablamos en el local si gustas.
Asintió.
A la salida, vi como recogía sus cosas y avanzaba, no me espero, simplemente me marcó cuando estaba ya a unas cuadras del negocio, preguntando porque no había llegado todavía.
No sabía que tenía que seguirlo.
Pasamos de la tienda a su departamento, ahí finalmente me vio en la oscuridad de su cuarto y me dijo:
- Eli, no quiero ser papá, por favor te lo suplico, no quiero - Su rostro estaba desencajado y se quitaba los lentos por ratos para limpiarse las lágrimas - somos muy jóvenes, míranos, solo tenemos veinte, no estás lista para esto Eli, no te mereces esto, eres muy lista, sabes que es lo debes hacer.
-No, no se Cristhian, dime, ¿Qué debo hacer?
Vi como se llevó las manos a la cabeza desesperado, para después golpear a puño limpio la pared a mi lado.
- Claro que sabes ¡Carajo! - me tomó por las mejillas - por favor Eli no me hagas esto, no me arruines la vida.
Posó su frente sobre la mía y casi susurrando mencionó:
-No lo tengas Eli, aborta, por favor, no destruyas nuestro futuro.
Me solté de él y alcance la puerta, con las fuerzas que me quedaban fui hacia la tienda y saludé sonriendo a mi empleado, para posterior a eso irme a mi casa.
No le respondí, ni ese día ni ninguno de los días en que me rogaba lo mismo. Muchas veces me tocaba verlo romperse, lloraba, vaya que lloraba y maldecía, maldecía el haberme conocido, el verme, la existencia de nuestro hijo.
Nunca dije nada, solo lo miraba hasta que se calmaba, después iba a cenar a mi casa como si nada pasara y al marcharse me dejaba todos los días un poco más rota.
No hubo noche que no llorará, en silencio, quedito, para mis adentros y le prometía a mi bebé que no permitiría que le pasará algo, que nada nos separaría y que todo estaría bien.
Lastimosamente, me convertiría en una mentirosa, en una traidora y mi castigo fue perderlo para siempre.

Con amor Eli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora