Una pequeña colina tapada por un bosque frondoso ocultaba un párvulo reino, a pesar de su escaso territorio la minería y la pesca mantenía a flote la existencia de aquel imperio oculto. El rey se había encargado de mantener la paz entre los monarcas adyacentes y conservar fuertes tratados comerciales, sin embargo a pesar de su desventaja numérica los caballeros de aquel lugar eran conocidos por su temple y habilidad nata en el combate llevándose en múltiples ocasiones los trofeos de los más prestigiosos torneos, los arqueros con una visión sin igual, una puntería que por muchos fue descrita como "bendecida por Dios" pues muy pocos otros reinos igualaban su calidad de tiro. Pocos reinos se atrevían a aproximarse a las murallas por el temor de los soldados que ahí regían, fuertes y nobles, leales a su pueblo y orgullosos de su poderío, un reino protegido por la sabiduría de su líder y por la voluntad de su gente.