Los árboles se agitaron nuevamente, aves salían volando de las copas de los árboles algo más grande se aproximaba, ramas crujen y estruendosos pasos se escuchan. Los soldados se preparaban para lo que temían seria un dura batalla, los arqueros listos para dejar llover una lluvia de flechas a tan temible y desconocida criatura. El ruido para, el viento se silencia y los animales que en algún momento emitieron algún ruido se callaron, un silencio tan agobiante que permitía escuchar la tensión de las cuerdas de los arcos, el palpitar de los corazónes, el respirar de un calmado caballero... SALIO por el entre ramado una acina, decrépita, con un cabello que asemeja más a un nido, con una postura penitente propia de alguien de su vejez, sosteniendo su peso en un bastón que parcia tallado delicadamente por las manos de un hábil carpintero, dada la experiencia de anteriores ocasiones un pequeño grupo se aproximaba para verificar que dicha presencia no desencadenará el caos, al aproximarse los cinco hombres sucumbieron en el piso sin poder dar batalla, una lluvia de flechas lanzadas hicieron de la noche un momento del día, habrán sido más de cincuenta o más de cien, sin más cada arquero rezo por la existencia de Dios, una circunferencia perfecta rodeaba a la anciana.