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–Megumi Fushiguro
Estudiabas mucho, leías mucho, pero no hablabas mucho. Eras más introvertida que otra cosa cuando eras niña.
Te fuiste liberando con el pasar de los años, hablabas más, contabas más, ya no te daba tanta vergüenza expresarte.
Pero si hay algo que te gustaba a parte de leer, estudiar y acariciar a tu gato, era el café.
Todos los días, la misma cafetería
En los días lluviosos era lo mejor, te encantaba sentarte allí, un rato, a ver cómo las gotas de agua caían sobre el asfalto de la calle.
Café frío o caliente, ambos te encantaban.
Con o sin crema, ambos te encantaban.
Los meseros ya te conocían.
–¿Lo de siempre? – preguntaban cuando te veían entrar por la puerta.
Un día lluvioso, de tus favoritos. Hacía frío, usaba una bufanda alrededor de tu cuello que te cubría.
Había fila, al parecer a muchas personas se les ocurrió la misma idea de tomar café ese día.
Notaste algo diferente, pero al principio no sabías qué. Los trabajadores eran los mismos, pero había algo de más, algo nuevo.
Un nuevo mesero, atendía las mesas llenas del lugar, sirviendo café con delicadeza, con buena atención, trayendo los platillos calientes.
Un poco más alto que tú, pelinegro, ojos azules, lindas pestañas. Una vibra un poco oscura para lo que estabas acostumbrada.
Lo miraste de reojo, no te llamó tanto la atención, pero a la vez sí.
Llegaste a la caja después de Diez minutos de fila.
–Hola _______, ¿Lo de siempre? – preguntó la cajera.
–Ah, sisi, lo de siempre. – respondiste, distraída. Miraste al azabache un par de veces, tenías cierta curiosidad. Por un instante, cruzaste miradas con él, tal vez había descubierto las repetidas veces que lo miraste.
Ese fué su primer encuentro, fugaz, descuidado, sin querer.
–¿Ese chico es nuevo? – preguntaste, señalando.
–Sí, hoy es su primer día, es Fushiguro. – respondió mientras se imprimía el ticket. –Son 450¥. – le diste el dinero, te sentaste en el lugar de siempre, sacaste tu laptop y repasaste algunos textos para los exámenes finales.
Estudiabas mucho, nunca te costó aprender, ni memorizar, ni nada de eso, pero en ese momento, por alguna razón, tu cabeza no podía concentrarse. Tus pies apuntaban a Fushiguro, estabas al pendiente de lo que hacía, no sabías que estaba pasando, estabas algo desconcertada, ¿Porqué te atraía tanto?
