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«Eres el cuadro que quiero pintar por la eternidad». -Tomioka Giyū.
Él pinta mariposas desde que es un niño, esperando algún día encontrarla. Ella baila a escondidas cerca de un lago...
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|| Piezas en blanco ||
—Hola..., —la voz le resultaba, extrañamente, familiar. —¡Oye! ¿Me estás escuchando? —Guardó silencio mientras observaba a la persona que tenía frente a él. No entendía ¿por qué su bonito rostro reflejaba algo de molestia? Él no le ha hecho nada.
«Same old empty feeling in your heart» El mismo viejo sentimiento de vacío en tu corazón
«'Cause love comes slow, and it goes so fast» Porque el amor viene lento, y va tan rápido
—¿Quién eres? —habló, quería salir de su curiosidad. Se le hacía tan familiar, sentía que la había visto antes —¿dónde estoy?
—No lo sé y tampoco lo sé —habló ella muy tranquila, parecía tan acostumbrada a ese lugar, que daba miedo.
El por su parte, estaba desconcertado. —¿Como no sabes quien eres?
—¿Tu sabes quien eres? —su pregunta lo desarmó, al igual que su mirada llena de ilusión. Quería decir que sí, pero no tenía ni idea de quién era él. Se quedó callado y con eso obtuvo su respuesta. Ella le sonrió, ese simple gesto lo hizo sentir cálido.
No sabía quién era él, y tampoco ella a pesar de sentirla tan familiar, tan importante para él. Con el tiempo eso dejó de importar. Todo estaba bien, siempre y cuando ella esté a su lado, siempre y cuando estén juntos. La calidez que ambos brindaban a sus corazones y almas era suficiente.
Sus horas las pasaban hablando de cualquier cosa, mirándose, riendo, y permitiendo que sentimientos desconocidos se apoderen de ellos. Su compañía lo era todo. Pero, su tiempo juntos se estaba acabando.
«Well, time can heal, but this won't» Bueno, el tiempo puede curar, pero esto no.
«So, before you go» Entonces, antes de irte
El tiempo fue mezquino y efímero. Parecía haber pasado tan solo unos días para ellos, unos días en los que sintieron y comenzaron a expresar lo que llevaban guardado en su corazones por años. Pero, la realidad era que había pasado casi un siglo, era tiempo de su segunda oportunidad.
Solo los desdichados las tienen, y ellos lastimosamente lo fueron. —¿Qué ocurre?
—¿No lo oyes? —nego—. Me están llamando.
Se levantó y comenzó a buscar lo que lo llamaba. Provenía del otro extremo de ese lugar. Avanzaba y avanzaba, hasta que paró al no sentir cerca a la chica, ella estaba en el mismo lugar. —No vienes, ¿cierto?
