extra.

856 83 55
                                    

— ¡Mamá, mi cabello! — una pequeña rubia de diez años corría por el pasillo de su hogar con un cepillo de peinar en mano.

George bebía café tranquilamente, antes de que el llamado de su cachorra le hiciera mostrar atención hacia ella. El pelinegro sonrió ante la imagen, el sedoso cabello de Liv caía como cascada de su cabeza hasta muy abajo. Tenia el cabello largo y le encantaba así.

— Bien, ven aquí — la llamó y ella gustosa acepto acercarse y voltearse para dejar que el omega mayor le cepillara.

George comenzó con el trabajo pasando suavemente el cepillo por el cabello rubio, un momento después, miró como una pelota rebotaba hacia donde estaban ellos, después simplemente rodó hasta sus pies.

Alzó una ceja escuchando como pasos apresurados iban hacia ellos.

— ¡Yo lo vi primero! — chilló una voz que venia desde el pasillo.

— ¡El primero que lo agarre se lo queda! — exclamó otra voz, diferente y más femenina de la primera.

— ¡No, yo estaba jugando con la pelota primero! — la última voz era un poco más aguda, y chillona.

George suspiró, dejo el cepillo a un lado y se agacho un poco para tomar la pelota. Los tres pares de pie se detuvieron ante él, los miró serio y los pequeños sabían que estaban en problemas.

— ¿Qué les tengo dicho? — preguntó poniendo la pelota segura entre sus manos. Los pequeños se miraron entre sí, sabiendo que ya no podrían jugar con la pelota ese día.

— Que no juguemos dentro de la casa con la pelota — habló la pequeña de cabello negro y ojos marrones, haciendo un pequeño puchero pero George no dejo que su blando corazón hiciera efecto por ello.

— ¿Y que más? — volvió a preguntar sin cambiar de expresión, su pequeño de cabello rubio y ojos verdes jugo con sus pies antes de tomar la palabra.

— Que no estuviéramos peleando por los juguetes — no le gustaba mucho regañar a sus retoños, pero sabía que debía de enseñarles disciplina, así serian unos pequeños educados.

— ¿Y qué estaban haciendo hasta hace un momento? — preguntó por último, y esta vez fue su cachorro más pequeño de cabello rubio y ojos marrones quién tomó la palabra.

— Estábamos peleando y jugando con la pelota dentro de la casa, todo lo que mamá dijo que no se podía hacer.

Olivia miraba a sus hermanos con algo de pena, sabían que no debían hacer enojar a mamá pero algunas veces lo hacían, no a propósito, pero sí lo hacían.

— Bien, por eso, no habrá pelota hasta mañana — George miró como sus pequeños cachorros hacían caritas tristes, y aunque su corazón doliera por eso, debía seguir adelante con el castigo.

George se levantó de la silla en la que estaba y se llevo la pelota con él, miró como los rostros tristes de los pequeños se volteaban en su dirección mientras caminaba.

Por suerte para él, la puerta principal fue abierta, los pequeños sabían quién era y se olvidaron rápidamente de la pelota, salieron corriendo hacia el pasillo.

— ¡Papá llegó! — los escuchó exclamar alegremente mientras se iban.

Solo sonrió y guardo la pelota, después se fue siguiendo las voces que iban por el pasillo, se encontró con una linda escena. Clay tenía a los gemelos mayores colgando de la espalda y a Liv junto a Liam cargado en sus brazos.

— Me siento viejo, mi columna se va a partir — se quejó el alfa con diversión y George rió, se acercó al rubio para tomar a su pequeño cachorro en brazos y aligerar un poco la carga que tenía encima.

¿mamá? [dnf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora