Onceonce

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Los dedos femeninos temblaron ante el agarre, estaba aferrándose a ella, deseando detenerla, pues en un intento desesperado creyó que de esa manera tendría más tiempo, no fue así y lo supo por la forma en que sus ojos comenzaron a cerrarse de manera pausada, sabía que también estaba luchando por no ceder, sin embargo, el dolor que sentía en esos momentos comenzaba a desaparecer brindándole paz, algo que en cierta parte agradecía. Dejó de temblar y se relajó, una parte quería descansar y la otra aferrarse, sobre todo al seguir sintiendo el tacto ajeno y claro, la voz desesperada que le pedía no la dejara, pero, no podía, simplemente no controlaba, la herida había sido profunda, cerca del corazón, por lo que al respirar sentía esa sensación de presión y humedad que se deslizaba a pesar del torniquete de Kara.

––– Oye, no me dejes por favor, no me dejes... vas a estar bien, la ambulancia ya viene. ––– Su voz sollozante se mezclaba con el sonido de las sirenas, Kara siguió controlando el sangrando, intentaba darle tiempo a los paramédicos. –––Mi amor... vas a estar bien.

El tono de voz comenzó a volverse roto, era como si supiera que no lo lograría y es que la sangre seguía fluyendo bajo el torniquete que aquella mujer preparó. –––¡MALDITA SEA! Dónde está la ambulancia.

Podía escuchar el sonido aproximándose, más no lograba verla y es que, a unos cuantos metros un accidente inmovilizaba a la ciudad, dos autos se estamparon en el carril de bicicletas causando un desastre entre heridos y muertos. El tiempo estaba marcando las once, once, horario que para muchos significa un deseo, pero, esta vez se convertiría en una despedida. La rubia presionó los dedos ajenos, no necesitaba que dijera nada para saberlo, su rostro pálido y labios resecos indicaban lo que estaba por venir. –––Te amo, en esta vida y las que nos queden por coincidir. –––la voz baja fue apenas audible y es que el llanto tampoco ayudaba mucho. Miró por última vez a Kara sintiendo un aura de tranquilidad, intentó sonreír más no pudo, solo quería verla una última vez y tratar de regalarle una mirada cargada con todas las palabras que no podía decir pues el aire empezaba a volverse pausado.

Sintió un beso en la frente y eso causó que suspirara, la contraria estaba diciendo más cosas que se volvían distorsionadas al escuchar, solo extendió la diestra buscando el agarre "firme", tenía frío y un poco de miedo, no por morir, si no por dejar sola a la persona más importante de su vida.

«Este amor es tan grande que vencerá todo, volveremos a estar juntas».

Lo deseo, no con el corazón, con el alma.

–––Mi amor, no me dejes por favor.

El agarre se comenzó a aflojar y sus ojos se cerraron lentamente, por unos instantes pudo sentir el frío del suelo mientras gateaba, la voz de su madre y la risa de su hermano se escuchaba como una melodía acompañada de más sonidos que le gustaban, las sensaciones aumentaron llevándola a recuerdos agradables de lo que fue su vida, tenía solo 37 años y una bala le arrebató los sueños, por lo que se reprochó no aprovechar cada día como si fuera el último, sin embargo, estaba agradecida por lo que vivió a pesar de dejas cosas inconclusas. Miró a su novia una última vez regalándole el último suspiro, acompañado por un grito desgarrador, Kara acababa de perder al amor de su vida, haciendo que el reloj que recibió por Navidad se detuviera al morir, 11:11.













Una luz intensa ilumino el lugar, sus ojos no podían acostumbrarse a la intensidad del color blanco por lo que era imposible caminar, sobre todo porque no sabía dónde ir, ya que todo lucía igual. Se talló los ojos girando con cierta confusión, solo podía escuchar el llanto de una mujer que provenía en la lejanía. Levantó la mirada tratando de dar con la persona, pero, no había nada, solo claridad a la que se comenzaba a acostumbrar. Avanzó en dirección al sonido que para su desgracia se escuchaba igual sin importar que tanto caminará. –––¿Hola?, ¿Alguien me escucha? ––– Mantuvo la mirada hacia arriba intentando descifrar si el llanto venía de ahí o provenía de abajo. Era una locura lo que estaba pasando, aquel lugar parecía no tener fin, ni siquiera le encontraba forma a la ''habitación'' no veía pasillos o escaleras que indicarán alguna manera de llegar a otro lado y a pesar de ello no estaba frustrada o desesperada, a decir verdad, no sentía nada cosa que empezaba a preocuparle ya que siempre se frustraba con lo más mínimo que no pudiera controlar y en estos momentos estar atrapada en ese lugar debería de generarle frustración o miedo, pero, no había nada, solo tranquilidad pues a pesar de no entender muy bien lo que pasaba sabía que estaba a salvo.

11:11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora