¿Premio o castigo?
No sé cuánto tiempo estuve en cuatro patas a sus pies, aturdida por su mirada, sus ojos tan jodidamente negros que no se distinguía cuando iniciaba su iris y terminaba su pupila, su rostro tan angelical como lo recordaba, solo lo ví una vez, pero no es un rostro que se olvidé, el no es un hombre que se olvidé, en realidad ni siquiera se si sea un hombre.
Pase saliva y parpadeé tantas veces que me dolieron los ojos, no dijo nada más y por supuesto yo tampoco, solo podía mirarlo, congelada en el piso, agachada frente a él, o más bien a sus pies.
Me sentía intimidada por su mirada, pero también extrañamente excitada.
Intenté abrir la boca, pero las palabras no salían, intenté levantarme, pero mis músculos no respondian, simplemente parecía una jodida estatua ante su presencia.
Aún no asimilaba el hecho de que fuera el mismo hombre, tal vez estaba soñando.
Por un momento reconsidere la idea de que todo esto es un sueño, de que solo estoy teniendo una jodida pesadilla, las más extraña y real de mi vida. En realidad la única, porque jamás recuerdo haber tenido al menos un sueño.
Levantó la mirada y sentí mi cuerpo relajarse un 50%, mis músculos reaccionaron y pude hacerme a un lado para intentar levantarme sin quedar frente a él.
—Puedes irte, yo me encargo. —nunca había escuchado una voz tan gruesa, oscura, como todo en él.
Hasta su aura.
Gire a ver a quien estaba hablándole.
El enorme lobo seguía en la habitación, me miraba fijamente, ladeando la cabeza de vez en vez.
—Cer, largo. —volvió a hablar el hombre ahora con la voz más dura, si es que era posible.
El lobo lo miró, lo retaba con la mirada.
El hombre en el trono se levantó lentamente, cada músculo de su cuerpo se movía con una gracia deslumbrante, era más alto de lo que recordaba y aunque ahora tenía una apariencia un poco más desalineada, no dejaba de derrochar elegancia y porte.
—¿Qué es lo que te pasa? —preguntó acercándose al perro.
El lobo me miró logrando que el hombre girará su cabeza y su mirada cayera también en mi.
No sé porque no aproveché y me escabullí antes, tal vez porque estaba deslumbrada mirando la internación entre los dos seres.
—No se porque te importaría, pensé que la querías de postre. —el lobo lo miró y enseñó por un segundo sus enormes dientes haciendo un sonido de desagrado. —entiendo. —no dejaba de mirarme, con más curiosidad e intensidad que al inicio. —No le haré daño si es lo que quieres. —giró su mirada de nuevo hacia el perro —al menos no por ahora.
No sé cómo rayos estaban hablando, como se entendían uno al otro, pero parecían funcionar a la perfección.
—Como veo que no vas a largarte, cuida que no se vaya mientras regreso. —ordenó y salió del lugar no sin antes darme una última mirada.
El perro aún no me comía y era inútil seguir escapando, no tenía muchas fuerzas para correr, me dolían los músculos aún y tenía hambre así que hice lo que cualquier persona como yo haría, me acerque al animal a paso lento y con la palma de mi mano extendida en el aire.
Y ustedes dirán, ¡nadie haría eso!
Y eso es, porque no hay nadie como yo.
Cerré los ojos y la respiración se me aceleró cuando sentí el aliento caliente del animal en mi cara. Aún así, no paré de avanzar hasta que sentí el pelaje del animal entre mis dedos.
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Condenada
FantasyEl cielo y el infierno, conceptos bastante complejos, pero a la vez sencillos, uno existe para castigar a los malos y el otro para premiar a los buenos, solía no creer en ninguno de ellos, solía pensar que no existía un Dios o un lucifer, solo seres...