-Capítulo III

6 2 0
                                    

Rebecca contempló a Billy salir del vagón y se sintió impotente y muy joven. Él ni siquiera miró hacia atrás, como si no valiera la pena preocuparse por ella. 

Y al parecer, así es, pensó Rebecca, dejando caer los hombros. No se había esperado que fuera tan..., bueno, tan atemorizador. Grande, musculoso, con unos ojos de acero oscuro y un intrincado tatuaje tribal que le cubría todo el brazo derecho. Pudo verlo porque la fina camiseta de algodón que llevaba le dejaba ambos brazos al descubierto. Tenía un aspecto duro, y después de su terrible encuentro con los casi muertos andantes, Rebecca no se había sentido capaz de detenerlo. 

Sin mencionar que te pilló desprevenida. 

Había encontrado un cadáver solitario en la parte delantera del vagón, uno de los operarios del tren, y vio lo que parecía una llave en la fría mano del muerto. Como la única otra puerta por la que salir del tren estaba cerrada, había intentado conseguir la llave; era eso o regresar a través del vagón de pasajeros. Estaba tan concentrada intentando coger la llave sin romper los rígidos dedos que no había oído acercarse al convicto, no hasta que fue demasiado tarde. Después de su encuentro, mientras regresaba a la parte delantera del vagón, se fijó en que, de todas formas, la puerta cerrada se abría con tarjeta. Fantástico. Hasta el momento lo estaba haciendo de maravilla

Se volvió y agarró la radio, dispuesta a admitir la derrota. Si pudiera conseguir que los del equipo vinieran rápidamente, ellos se encargarían de Billy. Y lo más importante, deseaba no ser la única en saber que alguna especie de plaga se había abatido sobre Raccoon. Resultaba curioso. De repente, atrapar a un asesino convicto había descendido bruscamente en su lista de prioridades. 

¡Bam! ¡Bam! 

Incluso antes de que pudiera tocar el botón del transmisor, oyó los dos disparos en el vagón contiguo, en la dirección en la que Billy se había marchado. Dudó un momento, sin saber qué hacer, y en ese instante, una ventana estalló a su espalda. 

Se volvió, y en medio de los añicos de cristal vio una figura humana cayendo al suelo. 

—¡Edward! 

El mecánico no respondió. Rebecca corrió al lado de su compañero de equipo, evaluando rápidamente su estado. Aparte de una enorme herida abierta en el hombro derecho, tenía la cara grisácea por el espanto y la mirada empañada y desenfocada. Todas las partes expuestas de su cuerpo estaban cubierta de contusiones y abrasiones. 

—¿Estás bien? —preguntó Rebecca, mientras abría su botiquín de campaña y sacaba un grueso parche de gasa. Rompió el envoltorio y se lo aplicó sobre el hombro a su compañero mientras pensaba con una sensación de abatimiento que no le serviría de mucho. A juzgar por la cantidad de sangre que le empapaba la camisa, seguramente tenía la vena subclavia seccionada. Se sorprendió de que siguiera con vida, y más aún de que hubiera tenido fuerzas para saltar por la ventana. 

—¿Qué ha pasado? 

Edward giro la cabeza hacia ella, parpadeando lentamente. Su voz estaba crispada por el dolor.

—Peor que... No podemos... 

Rebecca aguantó la venda con firmeza, pero ya estaba casi empapada. Edward necesitaba un hospital inmediatamente, o no lo resistiría. La voz de Edward sonó aún más débil. 

—Ten cuidado, Rebecca... —dijo trabajosamente—, el bosque está lleno de zombis... y monstruos...

Rebecca comenzó a decirle que no hablara más, que no malgastara sus fuerzas, cuando otra ventana estalló a su izquierda, cubriéndolos a ambos de fragmentos de vidrio. Dos figuras gigantescas entraron saltando a través del marco vacío. Una desapareció por la esquina del pasillo y la otra se volvió hacia ellos. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 08 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

-𝗕𝗜𝗢𝗛𝗔𝗭𝗔𝗥𝗗 𝗦𝗔𝗚𝗔: Hora ceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora