Obertura para la desesperación 1.

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 Un alba sin plenitud, una vida en la quietud

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El dormitorio de Lute se sumía en una suave penumbra, donde la luz del amanecer se filtraba con timidez a través de las cortinas entreabiertas. En ese instante de transición entre la oscuridad y la luz, la exorcista abrió lentamente los ojos, dejando escapar un bostezo que rompía el silencio de la mañana. Sus miembros se estiraron con una gracia etérea mientras abandonaba lentamente el abrazo de las sábanas.

Su habitación mostraba la carencia de detalles personales dejando al descubierto un espacio desolado más allá del inmobiliario necesario, como si la severidad de su papel como teniente de los exorcistas hubiera dejado poco margen para la indulgencia personal.

Los tonos fríos y oscuros del entorno subrayaban la ausencia de cualquier decoración. No había rastro de fotografías que inmortalizaran momentos entrañables, ni adornos que revelaran sus gustos.

Mientras la luz del día ganaba poco a poco terreno sobre la estéril habitación, los destellos dorados de una guitarra dorada adquirían un matiz cálido, casi como si irradiara una energía propia. Lute, aún envuelta en la serenidad matutina, dejó que sus ojos se posaran en el instrumento musical que descansaba en un rincón.

Una sutil sonrisa se dibujó en sus labios, revelando un destello de emoción que rara vez asomaba en su expresión estoica.

Lute se deslizó con gracia fuera de la cama, sus pies descalzos rozando el suelo con apenas un susurro perceptible en la quietud de la habitación. Con determinación, se dirigió hacia la guitarra dorada acariciando ligeramente las cuerdas de la guitarra con las yemas de los dedos. Su toque era tan ligero como el suspiro de una brisa nocturna, los tonos suaves y melódicos llenaron la habitación, creando un ambiente íntimo y casi mágico. A medida que las notas resonaban, Lute cerró los ojos, sumergiéndose en la melodía que ella misma estaba tejiendo su mente empezó a divagar sobre la naturaleza detrás del instrumento.

Aunque la etiqueta humorística de "mi perra favorita" acompañaba al regalo, Lute sabía que detrás de las bromas de Adán yacía un aprecio genuino. La guitarra no solo era un objeto brillante en su habitación, sino también un testamento de la confianza y la camaradería que compartían entre ellos a lo largo de varios años. Conforme Lute seguía tocando, no podía evitar sentirse intimidada por la habilidad musical de su compañero. Adán era un virtuoso aun con toda esa actitud molesta y egocéntrica que siempre mantenía frente a los demás.

En el fondo de su mente, un murmullo de autocrítica insistía en que sus manos no eran tan diestras a comparación de las de su señor. La leve sonrisa que antes había iluminado su rostro se desvaneció, y la expresión de serenidad dio paso a una sombra de inseguridad. Lute temía que, si Adán la escuchara ahora, se burlaría ruidosamente de su apenas modesta destreza musical señalando cada error con su habitual toque de arrogancia. 

La voz de Adán resonaba en su imaginación, burlándose con confianza.

—Soy el primer hombre, por supuesto que voy a ser el mejor puto guitarrista de todos, tetas peligrosas. Además, las chicas se mueren por probar mis mágicos dedos, ¿sabes? —

La inseguridad de Lute se intensificó ante la perspectiva de enfrentarse a las críticas de Adán. La melodía se desvaneció abruptamente, dejando un tenso silencio que resonaba con la inseguridad que se había apoderado de su ser. A pesar de la solemnidad de la mañana, la atmósfera se cargaba con una tensión interna que eclipsaba la tranquilidad inicial.

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⏰ Última actualización: Feb 24 ⏰

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