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Jungkook

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Jungkook.

Ya no me mueve nada.

En mi juventud, era impulsado y ambicioso. No había ningún lugar a donde ir, salvo a la cima, y no me importaba cuantos cuerpos tuviera que pasar para llegar allí.

Esto es lo que nadie te dice, sin embargo. La cima es jodidamente aburrida.

Ahora la única respuesta que escucho es “sí”. Principalmente porque la gente asume que su propia existencia estará en peligro si cuestionan mis decisiones.

No están equivocados. Pero estoy divagando.

Estoy en la cima ahora. Me llaman Kingpin. Señor y amo del inframundo de esta ciudad. El dinero ya no es algo por lo que tenga que trabajar. Es lo que me corresponde. El respeto se ha ganado. El miedo se ha establecido. Nadie desafía al rey cuando el dolor es el resultado implícito. No hay nada más que alcanzar y estoy más frio que nunca. Frio e indiferente y moviéndome de un momento a otro como una pluma bajo el agua.

Aquí está la otra cosa que no te dicen sobre estar en la cima. Pierdes más de lo que ganas. Especialmente en mi línea de trabajo.

Un hermano. Un amigo.

Las bajas que vienen de estar asociado con un hombre peligroso, como yo.

Una camarera deja un cóctel a mi derecha, pero yo miro al frente, sin molestarme en recogerlo. Ni siquiera estoy seguro de si lo pedí en primer lugar. Estoy en mi palco privado en la arena, esperando que la pelea de MMA comience abajo. Mi mirada se dirige a la multitud que está a mis pies. Hombres en mochilas sedientos de sangre, cervezas izadas, pandemonio general. Tengo una gran participación en la federación y esperaba que me divirtiera ver que mis fondos ilegales establecieran algo tan comercial.

Pero, por desgracia, una vez más, no me conmueve.

Esta noche es una pelea entre Namjoon Semenov, alias The Madman of MMA, y Banner Kyle, un veterano del deporte que se las arregla para hacer que mi piel se arrastre. Toda una hazaña, considerando la mierda que he visto y hecho. Estoy tamborileando mis dedos en el brazo de mi silla de cuero, contemplando la posibilidad de ir a casa y saltarme la pelea por completo, pero algo me llama la atención en el Jumbotron.

La cara sonriente de un chico.

Algo parpadea en mi pecho y respiro hondo, frotando el lugar. Hace tanto tiempo que no siento nada, que la sensación de mis propios latidos es antinatural.

¿Quién es él?

Los asientos de primera fila son caros. ¿Podría ser un actor o modelo?

Ciertamente es lo suficientemente hermoso. Pero sus gafas de montura negra y la forma en que gira en un circulo con los ojos abiertos me hacen descartar esas profesiones. No, no está acostumbrado a la primera fila. Hay algo de optimismo e inocencia en él. Con clase. Suave.

Me pongo de pie y avanzo hacia el cristal, como si pudiera alcanzar y tocar su imagen en la pantalla gigante. De alguna manera él es la única persona en esta arena, la única persona que he visto en años, que no se lee como unidimensional. En un mar de recortes de cartón, él es una cosa viva, que respira y juro que casi puedo oírlo inhalar, exhalar.

¿Quién carajo es él?

Saque mi teléfono del bolsillo, sorprendido de encontrar mi mano temblando. Apretando los dientes, me desplazo un momento, y luego doy con el numero de mi jefe de seguridad. Él responde después de medio sonido.

—¿Si, Señor Jeon?

—Hay un chico...—Tengo que parar y aclarar mi garganta. —En la primera fila. En el centro del ring. Vestido negro. Gafas. Tráemelo inmediatamente.

—Si, Señor Jeon.

—No aceptes un no por respuesta.

—Nunca lo hago.

Cruzo mis brazos y veo a mi guardia de seguridad correr hacia el frente de la arena, justo cuando Namjoon Semenov atraviesa las puertas dobles y truena hacia el anillo y su oponente. Normalmente me preguntaría qué es lo que ha puesto al luchador aún más nervioso que de costumbre, pero solo quiero al chico aquí arriba. No puedo pensar en nada más que eso.

Parte de mi espera que me aburra como todo y todos los demás. De esa manera puedo permanecer envuelto en mi fría indiferencia.

Otra parte de mi sabe que eso no va a suceder.

Hay demasiada honestidad, vida e inteligencia en sus ojos. No puedo esperar a follarlo.

Mi aliento empaña un poco el cristal y lo limpio con la muñeca de mi chaqueta de traje, viendo como mi guardia informa al chico que se le quiere en mi palco.

Y casi tengo que reírme del horror que nubla su expresión.

Mi nombre tiende a provocar esa reacción.

Por primera vez, me doy cuenta de que está con otro chico y ambos discuten. ¿No saben que no tiene sentido? Tengo todo lo que quiero. Mi mundo es un mundo lleno de síes. El no, no es una opción. Finalmente, lo están guiando por las escaleras y...

Cristo.

Su rostro es hermoso.

Su cuerpo es una maldita comida.

Sigue tirando del dobladillo de su vestido corto negro y tengo la sensación de que no se viste sexy muy a menudo y no se siente cómodo con su ropa. No importa. Planeo mantenerlo desnudo.

Mis dedos empiezan a arder y me doy cuenta de que mi cigarro se ha quemado por completo sin que yo haya dado una sola calada. Ya casi están en la entrada de mi palco, así que lo apago, con la atención puesta en la puerta. Esperando a que pase por ella. Preparándome para mi reacción al tenerlo justo delante de mi.

Pero nada, nada podría haberme preparado.

Mi guardia abre la puerta, lo mete suavemente dentro y la cierra detrás de él, sin hacer nunca contacto visual conmigo. Como un buen soldadito. Y ahí está él.

Él cambia de posición con su Mary Janes de tacón alto, su cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, dejando su rostro bonito y ojos cubiertos por rico cabello castaño.

Cuando él me mira a través de sus lentes y respira hondo, tengo esta sensación muy cruda y muy real de que he tomado todas las decisiones en mi vida solo para poder terminar aquí mismo. Con él.

—Hola. —Digo en voz alta. —¿Cómo te llamas?

—Yoongi. —Susurra. —Y me voy a desmayar ahora.

Me abalanzo, atrapándolo justo antes de que se derrumbe en el suelo.

ther

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ther.

𝗝𝗘𝗢𝗡'𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora