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Jungkook

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Jungkook.

Miro fijamente el puño rizado de Yoongi en mi almohada. Deje que mis ojos viajen por su brazo, su hombro besado por la luz de la mañana. Sus tetas desnudas acurrucadas en las sábanas, sus labios rosados suavizados por el sueño. Angelical. Una brisa que llega del océano y agita su cabello, pero no se despierta por el sonido de la marea que viene de abajo, las olas golpeando las rocas. Casi como si estuviera hecho para este lugar. Mi hogar. Hecho para mí.

Lo fue.

Un día no va a ser suficiente.

Dos. Puedo salirme con la mía con dos.

Con un trago pesado, me levanto de la cama, me pongo un pantalón de chándal y me lavo los dientes, bajando a la cocina.

¿Estoy loco por arriesgarme tanto con este chico? Mis enemigos siempre están buscando una debilidad. Una forma de explotarme. Y no les he dado una desde la eliminación de mi hermano y mejor amigo. Desde que los mataron a tiros en la calle delante de mí, sus expresiones se congelaron eternamente de miedo.

No habría recuperación si lo mismo le pasara a Yoongi.

Al diablo con eso. Si una bala lo rozara, pasaría el resto de mi vida desquiciado.

Él es peligroso para mi cordura. Una carga.

Luego entra en la cocina con una camiseta prestada con el pelo revuelto, parpadeando inocentemente detrás de sus gafas y casi me río. Un estudiante universitario adorablemente nerd de 1,70 m podría poner una llave en mi operación de mil millones de dólares al derramar una lágrima.

Dios mío.

Yoongi me mira fijamente y se sonroja bajo el arco de la cocina. —¿Qué pasa?

—Nada. —Se pone los nudillos en los labios, y sonríe. —Yo solo... después de anoche...

Mis cejas suben, el corazón me late más rápido. —¿Realmente te sientes tímido?

Levanta el dedo índice y el pulgar, casi los pellizca. —Un poco.

—Ven aquí.

—No, estoy bien.

—Yoongi. —Digo de manera preventiva. —Aquí. Ahora.

Recibo un giro de los ojos en respuesta, pero él se dirige hacia mí donde estoy parado en la cafetera. —Es solo que ahora estoy pensando en todas las cosas que dije en la oscuridad. Y todas las cosas que dijiste. —Divaga. —Sonaron perfectamente apropiadas en su momento, pero ahora hay luz y tú... no tienes una camisa puesta y...

Mi mano acuna su mejilla. —¿Y?

—Y puedo ver mucho de lo que pasa en tus pantalones de chándal. —Susurra, mirando al techo. —Casi todo.

Miro hacia abajo para encontrar mi polla en el mástil completo. Por supuesto que sí. Yoongi está en la habitación.

Siendo jodidamente delicioso. Recién salido de su cereza.

—¿Y? —Lo incito de nuevo, mi voz como grava.

—Bien. Es um... la ley de N-Newton establece que para cada acción hay una reacción igual y opuesta y...

Cristo, es tan dulce, que me va a partir en dos. —¿Esa es tu forma de decirme que estás mojado, lindo?

Tararea, el color de sus mejillas se profundiza. —Pero dudo seriamente que pueda hacer lo que hicimos anoche cuando hay luz.

—Oh, lo dudas, ¿verdad?

Su expresión es solemne. —Sí.

Meto un dedo bajo el dobladillo de su camisa prestada, y le hago una broma a su ombligo con mi nudillo. —¿Te gustaría que su hipótesis fuera desmentida?

Yoongi jadea. —No uses la terminología científica. Eso solo lo empeorará.

—Mmmm. Fuerza centrífuga. — Su boca se abre y yo me abalanzo al beso en la esquina de sus labios separados. El movimiento hace que su cuello pierda fuerza y yo sumerjo mi cabeza para rastrillar mi lengua por el lado de esa suave pendiente, enganchando su lóbulo de la oreja en mis dientes. — Partículas beta.

Que Dios me ayude, apenas puede recuperar el aliento.

Estoy celoso de la ciencia.

O quizás soy yo quien lo excita, porque sus piernas casi se derrumban cuando le palmo el coño, masajeándolo firmemente a través de sus bragas húmedas.

𝗝𝗘𝗢𝗡'𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora