𝐌𝐄𝐆𝐀𝐍 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐊┃ ❝Los monstruos nunca han estado debajo de mi cama, ellos viven en mi cabeza...❞
━ℰn dónde Megan Stark deberá adaptarse a vivir en un mundo lleno de héroes y villanos.
Ø
ℰn dónde Tony St...
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Malibú, California ❮25 de enero 2011❯
—¿Está segura de querer hacer esto, señorita Stark?
—Sí, muy segura. Ya le pague, cumpla con lo que acordamos —ella trató de ser cortés, aunque no le salió muy bien—. Sólo ábrelo, por favor.
La mujer suspiró y tiró de la puerta de metal antes de jalar la manija.
Megan enderezó los hombros y la expresión en su rostro se endureció cuando el cuerpo cubierto de sábanas apareció a la vista. La mujer frunció los labios y se movió para tirar de las sábanas blancas, pero la chica extendió una mano para detenerla. Sin mirarla, sacudió la cabeza. La mujer asintió y la dejó a solas en la sala.
La adolescente, de ahora catorce años, respiró profundamente por un largo momento, manteniéndose inmóvil. La energía comenzó a arder en las puntas de sus dedos y apretó los dientes con furia. Su cerebro ni siquiera estaba procesando lo que ella estaba haciendo cuando retiró la sábana blanca para poder mirar su rostro. Sus párpados estaban cerrados herméticamente; había un largo, profundo y resistente corte en la mejilla, y un pequeño orificio en la frente.
De nuevo lo tenía frente a ella.
A su peor monstruo.
A Viktor Kozlov.
—Te van a enterrar o cremar pronto, la verdad, no sé —Megan habló en voz baja, cómo si todavía pudiera oírla—. Si por mí fuera de tiraría en un vertedero. Total, nadie iría a tu funeral. Digo, seguramente tenias amigos tan psicópatas cómo tú, a quienes no les convendría mostrarse en público —tragó el nudo en su garganta y continúo—. No supe para que demonios vine aquí hasta que entré. La verdad es que fuiste un cobarde hasta el último minuto. Me paralizaste porque sabías que nunca me ganarías un mano a mano... —dijo con una sonrisa amarga—. Como sea, creo que quería ver tu fea cara una última vez y decirte todo lo que debería haberte dicho cuando estabas vivo. Así que aquí va...
»Me cortaste desde los 8 años. Intentaste convencerme de que me suicidara cuando tenía apenas 9 años; pusiste un arma en mis manos y me dijiste que si queria acabar con todo ese infierno solo me disparara en la cabeza. Qué irónica es la vida. ¿No crees? —soltó una risa carente de gracia—. Digo, porque al final, de los dos, el que terminó muerto con una bala en la cabeza, fuiste tú.
