Ya me estoy acostumbrando a la soledad, en realidad. No parece que me esté volviendo loca... Ha pasado un mes. He ido escribiendo en un muro lo que llevo atrapada en esto. Me he dado cuenta que lo que rodea es un laberinto... Gracias a una mala experiencia.
*Flashback*
Tercer día. Ya no me aguanto más... ¿y si no viene nadie? Tengo que salir a ver que hay allí dentro. Dentro de los muros.
Comienzo a correr hacia una puerta de esas gigantes y la atravieso rápidamente. Por dentro está lleno de lianas y enredaderas que van de arriba a abajo. Me voy más lejos de la puerta, entonces escuchó un grito. No es humano. Es horrible.
Entonces empiezo a escuchar gritos más cerca... y pisadas como de metal pesado. Entonces lo veo: un gran bicho viscoso, enorme y mitad de metal viene hacia mí. Tiene una cola con un gran gancho al final. Capaz de cualquier cosa. Además tiene una aguja... a saber que inyecta eso. Me pongo a correr a toda marcha y me escondo fundiéndome entre las enredaderas.
El bicho pasa a mi lado y no me ve. Entonces me salgo cuando se aleja, y empiezo a correr hacia la puerta. Está lejísimos. Entonces me doy cuenta: estoy atrapada en un laberinto.
*Fin del Flashback*
Me voy al bosque y me siento junto a un lago bastante limpio... No sé ys que hacer... cuando de repente se oye un pitido y algo avanzar. Me recuerda a algo. A la Caja.
Voy corriendo hacia la caja y veo que encima tiene una luz naranja parpadeando. ¿Qué pasa aquí? Me asomo y está todo negro. Entonces escucho un grito, humano.
¡Aaaaaaaaah!
¿Porqué grita dentro de mi cabeza? ¿Puedo responderle? ¿Estará bien?
Entonces intento enviar mensajes telepáticos a la otra persona, a ver si yo puedo.
¿Quién eres? ¿Porqué estás metido en mi cabeza?
Entonces, la luz se apaga y abro las puertas de la Caja. Bajo de un salto y caigo de pie al lado de un adolescente bastante guapo, la verdad. Es rubio, alto y delgado.
-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?- dice aún con los ojos cerrados.
-Shh, abre los ojos. Te lo diré todo. No temas. Solo estoy yo.
Qué ojos más bonitos color café. Tenemos contacto visual y siento que me sonrojo. Quito la mirada de sus ojos y le hablo:
-Sal. Te lo diré. Todo, de verdad.
Sale y nos sentamos en la hierba fresca.
-¿Qué es todo esto?
-Te lo contaré. Escúchame con atención...
