𝗧𝗪𝗢.

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 | BIENVENIDA A CASA

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| BIENVENIDA A CASA.

» 𝗡𝗜𝗖𝗢𝗟𝗘 𝗖𝗔𝗡𝗖𝗜𝗡𝗢𝗦 𝗣𝗢𝗩:

—¿Qué hace vo' acá? —Suelta arrastrando las palabras, se le notaba bastante cansado.

—Y vivo acá, ¿dónde querés que vaya? —Digo como si fuera obvio aunque está claro que nadie sabe quién soy yo, solamente conocen el apodo y como no quiero hacerme fama por el Cochi nunca lo menciono de forma abierta.

—Mentirosa que so', ni vo' te cree' que viví' acá.

—¿Y por qué te iba a mentir? —Le digo con gracia mirando sus ojos. La puta madre, es el pibe más feo que ví en mi vida.

Sus ojos se mantienen firmes en los míos, probablemente tratando de ganar una guerra fría de miradas.

—Porque te re gusto y me seguí' a todo' lado', seguro so' de esa' loquita' obsesionada'. —Habla. Sigo sin creer que todas las personas que conozco no sepan que existe la S al final de algunas palabras.

—Pff, sí, loca me tenés, ¿cómo te diste cuenta? —Digo con sarcasmo dejando mi bolsa en la mesa mientras me acerco a los estantes para agarrar un vaso con intenciones de servirme jugo antes de empezar a comer.

—Y mirá como te poné'. Encima me re perseguí'. —Dice con suficiente ego como para hervirme la sangre.

—Ahh, si, si. —Respondo como si estuviera de acuerdo, tengo hambre y estoy cansada no pretendo romper las bolas a esta hora.

Él se queda callado y comienza a prepararse un sanguche de fiambre. Veo como le da un mordisco hambriento, me da un poco de pena, se nota que tenía mucha más hambre que yo.

Rodeo la mesa hasta posarme junto a él para sacar mi jugo y servirlo en mi vaso. Continúo mirando como disfruta de cada mordisco a pesar de comer con bastante desesperación.

—Ey, pará, te vas a ahogar así. Cálmate un toque que nadie te está haciendo carrera. —Le digo un poco preocupada. Sólo me mira con enojo y sigue comiendo de la misma manera.

Saco mi pebete de la bolsa que lo tenía envuelto y le doy el primer mordisco.
Cuando por fin trago le vuelvo a observar, nuestras miradas chocan y nos mantenemos ahí por un rato hasta que, luego de beber un sorbo de mi jugo le comento: —Tenés un gusto horrible, re seco el pan común, aguante el pebete.

—Chupame la pija. —Insulta con la boca llena de comida. Me limito a rodar los ojos cuando escucho unos pasos a mi espalda. Se habían detenido justo detrás de mí, no quería voltear porque sabía lo que me esperaba. El hambriento maleducado hace un ademán con su mano saludando y yo me quedo paralizada cuando le oigo pronunciar mi nombre.

—¿Nicole? —Susurra como si no se lo creyera.

Largo un fuerte suspiro y me volteo para enfrentarlo.

LA REINA DEL FUERTE | 𝗗𝗔𝗡𝗜𝗟𝗢 𝗦𝗔𝗡𝗖𝗛𝗘𝗭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora