Flecha Dorada

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Los hombres presentes en el lugar escoltaron al visitante hasta su aldea. Un tanto alejada de la base de la montaña, permanecía oculta a la vista.


Varios caminos se comunicaban entre sí a lo largo de toda la subida, lleno de caídas traicioneras, riscos y trampas mortales que habían colocado los habitantes a lo largo de estos.


Solo sus habitantes sabían cuál de ellos debían tomar para no perderse en un laberinto que los conduciría a una muerte segura.


El visitante, demostró tener más conocimientos de dicha aldea; pues conocía cada uno de los caminos a seguir. Llegaron ya entrada la noche, cuando casi todos sus habitantes debían estar en sus hogares.


La pequeña aldea, a pesar de estar lejos de todas las demás, poseía grandes extensiones de tierra que eran usadas para su propio beneficio.


Sembraban y cazaban su propia comida, la cual era compartida entre todos a partes iguales en las noches, en una especie de banquete.


Antes de entrar en la aldea, el jefe de la partida hizo sonar un cuerno anunciando su llegada. La puerta fortificada en ese momento se abrió dejándolos entrar.


Todos los habitantes estaban presentes ante la llegada de sus miembros, pero el cuerno que había anunciado su llegada, también había anunciado que se solicitaba una de las costumbres más sagradas, por lo que el consejo de ancianos también estaba presente, incluyendo al líder de la aldea.


Este era un hombre de avanzada edad, delgado pero de facciones bien definidas. Llevaba sus ojos vendados pero aun así, se desplazaba por el lugar como si pudiera ver todo a su alrededor.


No importaba si eran objetos o personas, no importaba si estaban estáticos o en movimiento, siempre conseguía evitarlos.


En la segunda  entrada, uno de los guardias que la custodiaban hizo una seña para que abrieran los portones. Estos dieron paso a los que llegaban y todos guardaban silencio ante la vista del extraño que entraba en la aldea.


A algunos les despertaba curiosidad el recién llegado; en muchos de los guerreros mas jóvenes no era ese el sentimiento, pues para poder invocar semejante ritual era necesario tener un nivel bastante avanzado de habilidad y ser verdaderamente valiente.


Cosa que muchos de ellos no tenían, y en lugar de curiosidad, lo que despertaban en ellos era envidia.


Las puertas se cerraron y los que acompañaban al forastero hicieron una reverencia a los ancianos, señal de su más profundo respeto.


Se separaron de este, quedando expuesto a la vista de todos. Entonces, el jefe de la aldea habló.


—Nuestro sagrado juego ha sido convocado. El extraño aquí presente, es lo bastante tonto como para convocarlo— rió en ese momento y todos los demás así lo hicieron igual; luego, tomando un tono más serio, continuó— o es increíblemente valiente y habilidoso como para tener la confianza de obtener la victoria.

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⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

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