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El departamento se ilumina cuando Hanni enciende la luz, de pie desde la puerta. Se saca los zapatos, arrastra sus pies por el suelo de madera y deja en el respaldo de su único sillón, su abrigo junto a la mochila que lleva todos los días al trabajo.

Normalmente, entraría directamente a la ducha y después, iría a dormir, sin nada más de poner medio a excepción de ponerse un pijama, pero esa noche, hay algo que debe hacer antes de ducharse. En su mano izquierda, hay un ramo de gerberas.

La joven docente se dirige a la cocina, dónde busca un florero abandonado debajo del lavabo, en un cajón lleno de sartenes y ollas. La última vez que sacó ese florero de vidrio, fue cuando su ex novia le regaló rosas de manera imprevista y Hanni encantada con el detalle y llevada por los besos ajenos en su piel, se dejó ir en todo sentido... Pero Huh tenía marcas en el cuello y pecho, que Hanni estaba segura de no haber hecho.

Esa noche la joven maestra terminó tendida sobre su propia cama, siendo besada y embestida por una mujer que mentía, que olía a perfume de hombre, con la mirada perdida a las rosas en la mesa que podían verse por la abertura de la puerta de su habitación.

Hanni se seca las primeras lágrimas del rostro nublado por el recuerdo de la última vez que usó el florero. Se levanta del suelo con el objeto en mano, toma las flores de la barra de desayuno y sale de la cocina apagando la luz a su paso.

Cuando termina de llenar el florero y rociar un poco las flores de agua, Hanni las observa, entre abrumada de una cálida sensación y divertida por la escena de la señorita Kim dándole flores de disculpa.

— Minji —las puntas sus dedos acarician un pétalo de la flor roja, cierra los ojos y sonríe.— Kim Minji...

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— ¡Mírala Minji! —Jiwoo se abanica el rostro, sus ojos acuosos y una sonrisa temblorosa en sus labios.— ¡Se ve tan hermosa!.

Minji, sentada en el penúltimo escalón de las escaleras, acomoda como puede los mechones labios y oscuros de su pequeña, tratando de hacer un recogido lo suficientemente firme, apoyado de pasadores y gel con olor a fresa, la cabecita de Yoonchae se ve ir hacia adelante y atrás cuando su mamá le cepilla el cabello, de pie entre sus piernas largas.

— Bien, creo que servirá —Minji acomoda el último broche a la altura del recogido de su hija, dejando caer después sus brazos a los lados, ciertamente acalambrada y exhausta.— Déjame verte.

Yoonchae se gira orgullosa, mostrándose ante su madre con un vestido tradicional hecho por su abuela para la feria de las culturas amigas que va a celebrarse en su colegio esa mañana. Le muestra su resplandeciente sonrisa, con algunos dientes más chiquitos que otros y los ojitos cerrados, se sujeta la falda chima color rosa con dos deditos bien sujetos, extendiendo la tela y mostrando el precioso hanbok que su abuela hizo para ella.

Minji la observa dar giros y reír, embelesada de la belleza angelical de su pequeña, que cada día crece más, más inteligente y más hermosa. Inevitablemente, en ella aún percibe el recuerdo de su madre, en especial cuando Yoonchae se ve rodeada de flores en el jardín y con sus vestidos blancos, asemeja un botón de rosa. Jungwon, a pesar de su decisión, sigue siendo el primer amor de Minji, pero sabe que ese sentimiento se agotó hace mucho, cuando su pequeña tenía menos de seis meses, cuando comenzaron los problemas, cuando Jungwon se fue y las dejó solas. Lo único que la mantiene unida a él, es el profundo agradecimiento que siente por darle a quien sabe, es y será el amor de su vida por siempre.

Su hija

— Te ves hermosa —Minji se limpia los ojos tan rápido como siente que comenzará a llorar, evitando así que su pequeña la vea triste, aunque en realidad esté profundamente conmovida.—Vas a ser la más hermosa de la feria hoy.

una nueva novia para mamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora