Capítulo 1

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Berlín, Alemania.

Melissa.

Pongo un poco de crema para bebé en mis manos y feliz la unto en las piernas de mi hija, quién tiene en sus manos un juguete de madera que Alek le regaló. Es sencillo, un pequeño caballo pintado de verde, el cual parece ser su color favorito últimamente

Siempre elige ese color, para el cereal, solo escoje los aros color verde, vestidos, moños, zapatos, todo. Ella ama el verde.

—¿Cuál es tu color favorito? —pregunto cuando la levanto de la cama. —Dile a mami.

—verde.

—Muy bien, mi amor.

Le lleno la cara de besos antes de llevarla frente al espejo, dónde la siento y comienzo a desenredar su largo cabello negro como la noche. Sus ojos azules me gritan el hombre que me ayudó a crearla y poder traerla a este mundo.

Ian Meyer nunca se fué, nunca se ha marchado del todo, ¿Cómo podría si lo veo a diario a través de mi hija? Nuestra. La cual se parece tanto a él que a veces pienso que lo veo, que está aquí, que nunca murió, pero luego despierto y me doy cuenta que de nuevo estaba soñando.

Lo desee, cuando estaba en labor de parto, tenía una mano que sostenía la mía, pero no era la que quería, no era él. Escuché palabras de aliento, pero no era su voz, en las madrugadas me despertaba y ya tenía a mi hija en brazos, cuidándola, pero no a él.

Nunca fue él.

Progresar fue difícil, demasiado, hasta lo creía imposible, pero poco a poco me di cuenta de que no iba a volver, de que por más que llorara o suplicará de rodillas que volviera, no lo haría y yo tenía que continuar con mi vida.

Jamás se supera la muerte del amor de tu vida, jamás dejarás de necesitar su presencia, pero llegará el momento en que tengas que subir las escaleras sin sostenerte de nada y al final tuve que hacerlo.

—¿Puedo pasar?

Alek toca la puerta con suavidad, logrando captar la atención de Nazli, quien se gira de inmediato con una sonrisa en el rostro.

—Pasa.

Se acerca dejando un beso en mi mejilla y cuando terminó de peinar a mi hija, él la levanta para hacerle avión, logrando que se eche a reír.

—Señor capitán.

Ella lo llama “Señor Capitán” y a Alek no le molesta. Él quiere que ella en algún momento esté lista para llamarlo papá, pero lo que él no sabe, es que si Ian estuviera vivo, Nazli no querría a nadie más como padre, porque estoy segura de que Ian le compraría todas las estrellas si pudiera.

Esto es otra cosa que es difícil ocultar, el hecho de que ella sea una Meyer, sus ojos, su cabello y su personalidad lo gritan. Quiere tenerlo todo, absolutamente todo lo que ve, es inteligente, le gustan los vestidos que tengan brillos y siempre recalca “Quiero brillos de verdad, mami”

Esos “brillos” son diamantes, le encantan las esmeraldas y aunque muchas personas puedan pensar que una niña de tres años no sabe diferenciar cualquier joya, ella sabe perfectamente cómo es una esmeralda y las adora.

No tengo la fortuna de los Meyer, tampoco la de los Ivanovich, pero cada día me esfuerzo porque a ella no le falte nada y porque tenga todo. ¿Le compré una esmeralda? Si, claro que lo hice, le compré un hermoso brazalete con una enorme piedra verde auténtica, una que vino desde París, directo a la palma de la mano de mi hija.

Eterna Tentación 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora