Capítulo 3

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Ian Meyer


—Quiero hablar sobre tu pasado, sobre tu vida.

—No.

—¿Por qué no? —el hombre recostado en la cama, se incorpora a como puede. —¿No creés que es momento?

Me vuelvo hacia la pared y continúo con las flexiones, el sudor goteando por mi frente mientras trato de mantener mi mente ocupada en este espacio claustrofóbico de 2x3 metros cuadrados. La rutina física es mi única escapatoria, mi refugio en esta celda que parece cerrarse sobre mí

—Porque yo no quiero hablar.

—Hablar sana.

—No, lo que sana es matar a todos los que te estorban y a todos los que te hacen daño. —dejo claro. —Así que no insistas.

Cierra el libro que tenia en sus manos y lo lanza a mi lado.

—Hablemos, uno de estos días estaré muerto, pero antes quiero conocer todo, quiero saber algo más a parte de lo poco que me dijo mi hermano.

Lo peor es que tiene razón.

—No vas a morir. —espeto. —Haré un trato para que te saquen de aquí.

—Sin ti no me voy

Me detengo en el ejercicio, apoyando mis brazos sobre mis rodillas, y siento las gotas de sudor resbalar por mi estómago. La respiración agitada es el único sonido que llena el silencio.

—No me debes lealtad— digo, mirándolo fijamente.

—A tí no— responde, su voz firme—, pero a Enzo y a Dedrick sí.

Su declaración es como un golpe en el estómago. Me siento como si estuviera traicionando a mi propia familia.

—Soy tu familia— continúa—, llevo la sangre Meyer como la tuya. Corre por mis venas, y aunque no haya sido criado en cuna de oro como mi hermano o como mi primo, tu padre, no quiere decir que no lleve el apellido con orgullo.

Sus palabras me hacen reflexionar. ¿Qué habría pasado si Enzo hubiera heredado el cargo de Líder? ¿No estaría yo en esta situación, con el peso de la responsabilidad sobre mis hombros? Yo no....

—Creo que Enzo debió heredar la mafia, no mi padre, yo no estaría en este lío ahora sí hubiera sido así.

La duda me consume, y por un momento, me pierdo en pensamientos de qué podría haber sido. Pero la realidad es cruel, y yo estoy aquí, atrapado en este laberinto de lealtad y obligación.

—No, tú realmente no quieres eso. —me mira. —lo que tú quieres es que las cosas pasaran en la realidad como tú las deseas en tu mente ¿O me equivoco? Te gustó el poder desde la primera vez que hiciste uso de él ¿O lo vas a negar?

Me quedo callado.

—Dices lo que otros quieren escuchar —comienza, su voz baja y persuasiva—, pero esos otros no están aquí, no están en esta habitación. —Sonríe levemente, como si supiera un secreto que yo no—. No estarás aquí por siempre, puedo asegurarte esto.

Sus palabras me hacen sentir una mezcla de ansiedad y curiosidad. ¿Qué sabe él que yo no?

—La caída solo es para dejar volar a los demás —continúa—, pero lo que no saben, es que tú tienes las cadenas que los devolverán a la tierra. —Su mirada es intensa, como si pudiera ver más allá de mi superficie.

—¿Cómo estás tan seguro de eso? —le pregunto, mi voz ligeramente temblorosa.

—Porque te veo —susurra, mirándome a los ojos con una profundidad que me hace sentir desnudo—. Te falta confianza en ti mismo, pero sé que puedes trabajar en eso, lo vas a lograr. —Asiente con la cabeza, como si estuviera convencido de mi potencial.

Eterna Tentación 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora